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29 de octubre del 2002 |
Marcos Winocur
Conclusiones
Llega un momento en que la ironía caduca, la razón se niega a cerrar este escrito con la palabra de esa gran corrosiva. Usar de ella sin que domine la pluma, y menos si viene asociada al humor. Éste ayuda a sobrevivir pero raramente indica los caminos. Y de eso se trata. Y un dicho viene a colación: "A Dios rezando y con el mazo dando". Entonces, en lugar de la ironía, toma el relevo otra gran corrosiva: la duda, que interroga: ¿De qué estás hablando, a qué viene ese dicho, qué tiene que ver, cuál mazo, dónde está? ¿En los aviones que dieron a las Torres Gemelas? Claro que no, los dioses nos libren de usar el mazo con tales fines, el terrorismo sólo sirve para hacer daño, en primer lugar a la causa que dice defender. ¿Dónde está entonces el mazo? En muchos lugares y en cada uno con su variante respecto del poder. En Seattle, como primer eslabón de una cadena de manifestaciones callejeras, donde los verdes marchan junto a la revolución punk, los desempleados junto a la guerrilla naturista, allí se levanta la protesta contra el poder. En los zapatistas de la montaña mexicana, los indígenas, los olvidados, los hijos de la tierra que declaran, por boca del "sub" Marcos, no estar interesados en el poder sino en un futuro donde todos plantemos árboles. En las ONG, que trabajan al margen del poder, y su arma consiste en la presión institucional sobre éste. En Cuba, que detenta el poder. En el movimiento de las madres de plaza de Mayo en Buenos Aires, ya devenidas abuelas tras cuarto de siglo de protesta pacífica contra el poder. Y en tantos otros lugares... Pero, ¿qué ocurre? Aunque todos los movimientos se sumaran, no constituyen un mazo, apenas si un martillo de uso doméstico para poner un clavo en la pared y colgar el retrato de los abuelos. Con eso, enfrentar a los unipolares. Y entonces la duda pregunta, cerrando el escrito: ¿Llegará algún día el martillo a convertirse en mazo, en martiana honda de David? ¿O simplemente no existirán más los mazos, sólo martillos familiares? ¿O no habrá quiénes los empuñen? ¿O sí? Millones de brazos con pancartas en alto: "¡se nos hizo la utopía!". Mientras hay vida, hay esperanza. Y me viene a la cabeza un viejo cuento, siempre invocado por un compa a quien decíamos "El Pibe". Un condenado a muerte pidió al rey una última Gracia, que le concediera un año para conseguir que un caballo volara en ese plazo. No pierdo nada, se dijo el rey, que ese día estaba de buenas, y se la concedió. Te ganaste un año, le dijo un amigo al reo. Más que eso, contestó el aludido. En un año, pueden suceder muchas cosas. Puede morir el rey, e imploraré piedad al sucesor. Puedo morir yo, y entonces no me habrán quitado nada de mi vida. Pueden suceder muchas cosas... ¿Y quién te dice que el caballo no vuele? Que se escuche su galope en los cielos y en la tierra. Brindo para que así sea. La esperanza es lo último que se pierde. |
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