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26 de octubre del 2002 |
Mari Carmen Imedio
A este paso el premio Planeta va a conseguir llenar un agujero dorado en el plano estelar del universo y acabará eclipsando a los cuerpos sólidos celestes que giran alrededor de una estrella y se hacen visibles por la luz que reflejan, que ésos son los auténticos planetas. Ésos y no el otro, más aún si ampliamos el campo de visión y nos disponemos a otear el horizonte, incluidos los astros que lo pueblan.
Caigamos ahora en la cuenta de que a la entrega del premio Planeta acude cada año la llamada flor y nata de la sociedad, un conjunto de satélites que, como tales, y según la RAE, sólo brillan por la luz refleja de un sol y giran alrededor de un planeta primario. Así les luce el pelo, pues en este caso la opacidad de los cuerpos acompañantes ensombrece el fulgor del planeta, y de apagón en apagón poca luz se vislumbra. Con eso y con el pseudoglamur que generan unos y otros, apañados van los Lara y compañía. Pasemos por alto el hecho de que Planeta es uno de los grandes corporativismos del mercado del libro y discrimina a editoriales que no pueden dedicar tanto presupuesto a la promoción alias "omnipresencia". Omitamos que fagocita a cuantos autores y librerías pasan por delante, y que por este camino terminaremos leyendo sólo productos incluidos en su catálogo. Obviemos la desorbitada cuantía económica de más de seiscientos mil euros con que está dotado el premio P de Planeta. Releguemos al baúl del olvido la curiosa circunstancia de que, año tras año, al escritor galardonado se le felicita antes de que su nombre sea anunciado como el del ganador. Despleguemos una sonrisa ante el anuncio de comparecencia de una directiva de Planeta en la entrega del Premio Morralla de Edición 2002, otorgado por Liga de Escritores Independientes LEI, a la que se conoce que la señora en cuestión decidió más tarde no asistir. Y escuchemos a quienes nos hacen la observación de que este particular planeta y sus correligionarios premian obras inéditas y no obras publicadas, a ver si después va a querer ser el lector quien dé y quite los premios, que de marcar tendencias aparentemente culturales y de vender lo que sea ya viven las editoriales de este tipo. Pero no dejemos pasar uno de los despropósitos planetarios por antonomasia y, en medio de tanto satélite, mencionemos que uno de los invitados a la entrega del premio de este año ha sido José Luis Moreno, paradigma del productor menos productor de la televisión pública española y del raquítico lado oscuro de la diosa creatividad. La imagen del programa televisivo de turno es esclarecedora: el reportero le pide a Moreno que explique por qué los premios Planeta son lo más de lo más, y él, preclaro e ilustrado, responde que Planeta significa "literatura, saber, cultura y cuantos adjetivos más quieras añadir". No, Moreno: un adjetivo es un adjetivo, y lo que usted hizo fue lanzar una retahíla de sustantivos, a ver si dejamos de mezclar condiciones y empezamos a departir con los de nuestro género, aunque, bien mirado, quizá por eso estaba Vd. donde estaba, por departir precisamente con sus semejantes. Ay ay ay, ¡qué dolor!, se quejarán algunos. Pues sí, aprendamos a exhibir contenidos más luminosos y menos propios de satélites, que luego se nos ve el plumero, queremos barrer para casa, aquí paz y después gloria, y para asuntos menos lustrosos apenas parece quedarnos tiempo; ¡anda, como a Planeta! |
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