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25 de octubre del 2002 |
Cuarenta y dos años de Tareas
Guillermo Castro H.
La revista Tareas ha cumplido 42 años de labor continua en Panamá, un país pequeño, dependiente, de fuerte acento conservador en su cultura, en el que cristalizan con dificultad movimientos sociales nuevos. "La aparición de la presente revista", decía su primer editorial, "expresa… la realidad de un grupo de intelectuales… que interpreta los problemas nacionales a través de coincidentes supuestos y categorías, y la aspiración a cancelar esos mismos problemas a través de un pensamiento que a la vez derive e incida sobre lo concreto. Lo expresado", se agregaba, "sugiere que se trata de una revista cultural" (1). Ricaurte Soler (1932-1964), director-fundador de la revista, graduado en filosofía e historia en la Universidad de Panamá y doctorado en Filosofía en La Sorbona con una tesis sobre el positivismo argentino, tenía 28 años al suscribir esa definición de propósitos. No es de extrañar, por tanto, que remitiera su legitimidad a la realidad histórica hispanoamericana, "y la panameña en particular" que "ha diferenciado… entre sus intelectuales, características nada comparables con las del europeo".
De hecho, la afirmación crítica de esas diferencias aparecía ya entonces vinculada al propósito de contribuir a "estructurar una concepción de la nacionalidad" que permitiera sentar "los fundamentos de una política nacional - en sentido amplio - tanto cultural como económica y social". Y aquí, se decía, el obstáculo mayor radicaba en que el intelectual panameño sólo estaría a la altura de la tarea en cuanto adquiriera "clara conciencia de su alienación, en tanto que grupo social, y en tanto que portador de ideologías, reactoras por su contenido, si bien muchas veces progresistas en cuanto a su forma". El país de entonces era el del fracaso del último intento de resolver los problemas del desarrollo interno sin encarar los de la liquidación del enclave militar-industrial norteamericano ubicado en la llamada "Zona del Canal". En aquel país, la militancia comunista era causal de expulsión de la Universidad, y la identificación filosófica con el marxismo bastaba para bloquear la carrera académica de un joven profesor. Y esto se hacía sentir en todos los planos de la vida nacional. 1958 había sido un año de brutal represión de protestas estudiantiles; 1960 pasaría a la historia como el año de la gran huelga bananera, y 1964 sorprendería al país formal, y al mundo, con el alzamiento popular de enero en contra del enclave colonial, que dejaría 22 muertos y abriría camino a la negociación de los Tratados Torrijos-Carter, que entre 1979 y 1999 pondrían fin por etapas a la presencia física de las fuerzas armadas y el Estado norteamericano en Panamá. Hay quizás tres grandes momentos en la trayectoria de Tareas. El primero, de 1960 a 1970, es de fundación de un espacio y una personalidad propias. De allí data la publicación del ensayo "La concentración del poder económico en Panamá" (1965), en el que el entonces joven periodista Marco A. Gandásegui supo presentar, de un modo que conserva toda su novedad, la estructura fundamental de organización del poder económico en nuestro país, sentando así las bases para su estudio científico posterior. El segundo momento se despliega entre 1970 y 1980 cuando la revista se abre al debate sobre la liberación nacional como problema y como posibilidad en Panamá, y a la discusión latinoamericana en torno a la teoría de la dependencia. A este período corresponde el ensayo "Panamá: nación y oligarquía" (1975), en el que Ricaurte Soler dio explicación y forma al nacionalismo de las capas medias del país, que en ese momento constituían uno de los pilares fundamentales del régimen populista encabezado por el General Omar Torrijos Herrera. Y es en este período, también, que Tareas convoca a la creación del Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena", al que hoy corresponde sostenerla. La crisis del populismo torrijista, el resurgimiento del conservadurismo en Panamá, y la invasión estadounidense de 1989 cancelan este segundo momento, e inauguran el proceso de transición por el que han venido atravesando tanto la revista como la cultura nacional a que ella se debe. En esa transición, la revista ha sabido preservar el espacio privilegiado de diálogo interior, y con el exterior, que permitió al pensamiento social panameño sobrevivir a los años más oscuros de nuestra historia reciente. Al mismo tiempo, Tareas ha sido capaz de llevar cabo un proceso casi inadvertido de convocatoria y relevo generacional, manteniendo sus páginas abiertas a la creación intelectual de quienes la conocieron en sus años de estudiantes, y pasaron después a ser sus colaboradores, conservando así la capacidad de renovar una y otra vez los temas que propone a consideración de su sociedad. En los últimos años, por ejemplo, Tareas ha sabido abrir a debate, con un alto nivel académico y político, el tema ambiental, en un país devastado por las formas más salvajes del desarrollo capitalista; la participación democrática, en una sociedad de secular tradición autoritaria, y los problemas de una economía que desde hace más de una década solo puede ofrecer un crecimiento mediocre a cuenta de un deterioro sostenido en los planos social y ambiental. De este modo, Tareas ha llegado a cumplir funciones que quizás no imaginaron sus fundadores, como quizás no pudo realizar a plenitud las que le asignaron ellos. Su presencia activa en la cultura y la política panameñas contribuye así a mantener viva la inteligencia nacional, facilitándole la labor de dar forma en la cultura el país que viene pidiendo expresión desde lo profundo de las luchas de nuestro pueblo. (1) "Editorial de la revista Tareas, nº 1, aparecida en octubre de 1960", en Tareas, nº 100, septiembre-diciembre 1998, pp. 5-7. |
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