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La insignia
23 de octubre del 2002


Leni Riefenstahl revisada:
Una polémica centenaria


Ronald Melzer
Brecha, octubre del 2002.


Pocos cumpleaños han tenido repercusiones tan variadas y sobredimensionadas. Apóloga "apolítica" -según ella- del nazismo, maestra del documental, fotógrafa eminente, artista indisputable, autobiógrafa acrítica, icono de una rama del feminismo, vergüenza de la otra rama y, por encima de todo, realizadora de los clásicos El triunfo de la voluntad (1934) y Olimpia (1936), Leni Riefenstahl ha sido objeto, durante los días y meses que han rodeado al 22 de agosto de 2002, fecha de su cumpleaños número 100, de una vasta serie de controversias que han abundado en temas tan variados como la (ir)responsabilidad del documentalista ante su entorno, la ética personal del artista, la capacidad del hombre -y la mujer- para producir durante su ancianidad o la relación entre el creador y sus críticos, apologéticos o no. Lo cierto es que, créase o no, la buena-mala de Leni sigue trabajando: recientemente presentó un documental de 45 minutos que recopila sus experiencias como caramógrafa subacuática y que ha sido exhibido por la televisión alemana con el apropiado nombre de Impresiones submarinas. La película, en sí misma, no ha suscitado polémicas ardorosas ni artículos laudatorios. Es más: en un largo y fundamentado artículo para el excelente mensual Le Monde Diplomatique, Lionel Richard se limita a despacharla como "un movimiento continuo de imágenes que debería ser muy eficaz para dormir a los niños".

Mucho más enojado, levantisco y urticante luce el resto del artículo de Richard, a partir de lo que considera un "bombardeo de estereotipadas fórmulas de circunstancias" que muestran a "la centenaria como una figura mítica, una leyenda viviente, una aventurera fabulosa": una suerte de reivindicación pre-mortem que habría llegado a su clímax en un programa de la televisión alemana llamado Thema, donde se habría producido "un ocultamiento completo del contexto histórico en que se desarrolló su carrera".

Ocultamiento que incluye el hecho de que "todas sus películas de la época nazi fueron financiadas por las instituciones oficiales, y, a excepción de Tiefland, recibieron el aval del Ministerio de Propaganda" conducido nada menos que por Goebbels, su presunto enemigo. Richard puede tener mucha razón cuando se queja de que los efectos de dos recientes biografías de Riefenstahl que "destruyen la verosimilitud de su apoliticismo" y revelan "sus bajezas" no resultan eficaces frente a esa "celebración de un centenario" demasiado parecido al "apogeo de una rehabilitación". Sobre el final de su nota, el articulista escribe que "el reconocimiento de los valores culturales no es compatible con la amnesia", fundamentando, así, una toma de partido peliaguda, honesta y compartible, pero parcial.

Sería interesante conocer su opinión sobre las presuntas o reales apologías de Griffith al racismo, de Eisenstein al estalinismo, de Ivens al maoísmo, por no citar más que tres esquemas ideológicos (¿?) caídos en desgracia... No es tan fácil ser (in)justo con la Riefenstahl.



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