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La insignia
20 de octubre del 2002


Bibliálogos: Entrevista con José Felipe Coria

Marte en el horizonte


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, octubre del 2002.


Los marcianos llegaron ya,
Y llegaron bailando cha cha chá,
Ricachá, ricachá, ricachá,
Así llaman en Marte al cha cha chá

-Enrique Jorrín-

Observar las estrellas, el tratar entender el universo, explicar el origen del hombre y su lugar en el cosmos son temas que han fascinado al hombre desde siempre. Es una curiosidad que, pese a los grandes avances científicos o gracias también a ellos, se ha mantenido insaciable. Por esas inquietudes la humanidad ha realizado progresos notables en la ciencia y ha dado vuelo a la creación artística.

Dentro del imaginario colectivo, Marte ha ejercido una gran atracción sobre la imaginación y la creatividad humanas: es ya parte del imaginario colectivo. Las posibilidades de ese planeta como el espacio privilegiado al que un día se mudaría el hombre -si no es que es su origen- o como una amenaza latente, son exploradas por un aficionado apasionado a esos temas como José Felipe Coria en su libro Cae la Luna: la invasión de Marte (Paidós, 2002), en el que amalgama hábilmente la ciencia, la literatura -la ciencia ficción-, el cine, la radio, la televisión y la música.

Sostuvimos una amena plática sobre ese libro con Coria, quien es profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y autor de varios textos acerca de la historia del cine mexicano.

Ariel Ruiz (AR): ¿De dónde surgió su interés por temas relacionados con el espacio exterior, en este caso específicamente acerca de Marte?

José Felipe Coria (FC): Es una consecuencia natural de esas aficiones que tiene uno de niño por la era espacial. A mí me tocó verla en directo: los primeros experimentos del Apolo, el Mercury, etc. Es natural que una vez que el hombre llega a la Luna en 1969 uno se pregunta si puede llegar a Marte, que es el planeta más cercano, o a Venus, que resultaba más hostil. A partir de allí se va documentando esta afición.

AR: En el contexto actual, en el que hay problemas tan acuciosos en la Tierra, ¿por qué un lector se debería de interesar en un libro con un tema tan lejano como la conquista de Marte?

FC: Por lo mismo que tendría que leer literatura. A pesar de los problemas que hay aquí en la Tierra, no creo que el hombre deba vivir sumido en la pura sociología. La realidad es a veces más fácil combatirla con la ficción que con la política.

Entonces, que alguien se interese por Marte se interesa por otra parte del ser humano, tal vez por la parte que le gusta soñar, y por la parte que piensa que en efecto pueda haber otro futuro diferente al que nos piden la política o la ideología. Un futuro pensado por la ciencia e imaginado por el hombre. Creo que esto es lo fundamental en este caso.

AR: En este sentido, a la gente que le gusta los temas espaciales, que mira las estrellas, a menos que sea científica se le ve mal, se considera que está evadida de la realidad. De allí viene el dicho aquel para los distraídos de "Estás en la Luna". ¿Qué respondería a esto?

FC: En muchos sentidos la gente tendría razón de evadirse de la realidad. ¿Quién quiere aguantar una realidad que en muchos casos es abrumadora, un mundo al borde de la guerra, lleno de enfermedades, en el que la política ha dejado de funcionar?

Que una persona se ponga a observar la estrellas es porque se está preguntando algo más profundo. La ciencia nos da preguntas más intensas que las que nos puede dar la realidad inmediata. Pregunta sobre nuestro pasado: de dónde venimos, por qué venimos, y qué hacer en el futuro.

AR: También acerca del lugar del hombre en el cosmos, como deja ver la película 2001: Odisea espacial.

FC: Sí, cuál es el lugar del hombre en el cosmos. Si todo está mal en este planeta, ¿qué vamos a hacer cuando lleguemos a Marte, cuando lleguemos a Saturno, cuando nos mudemos a la galaxia vecina? No lo sabemos. Y esas son preguntas muy interesantes porque tienen que ver con el desarrollo de nuestra vida aquí, y cuando continuemos en otro planeta sigamos con otra perspectiva y tal vez con una mejoría. Eso no lo sabemos.

Esa interrogante, que es enorme, es lo que alimenta todo esto. Mientras no haya una respuesta concreta seguiremos pensando en eso, y el hombre tiene la capacidad de soñar muy ampliamente. Creo que esta es la función primordial del arte y también la función primordial de la ciencia.

AR: Como se ve en el libro, hay una larga tradición del interés del hombre por ubicarse en el espacio, saber de dónde viene, a dónde va. Pero, ¿por qué Marte ha ejercido tal fascinación en el hombre? Baste ver que con frecuencia se ha imaginado que las invasiones alienígenas a la Tierra son de marcianos.

FC: Porque es un planeta similar a este. Cuando el astrónomo nos demuestra que es un planeta similar, pensamos que tiene vida. Como tenemos toda una mitología basada en el planeta rojo, de la violencia, de la guerra, pues imaginamos que es un planeta hostil. Y sí es hostil para la vida humana, ya que no tiene agua, no tiene atmósfera.

Pero se parece mucho a este, tiene condiciones similares, aunque tiene un recorrido raro. Es un vecino raro, lo que lo hace muy atractivo. Era una incógnita, y era muy fácil pensar que de allí vendría la invasión. Una vez que esto no sucede, y que lo empezamos a conocer más, imaginamos que tiene vida inteligente. Una vez que no encontramos vida inteligente, pensamos que puede ser nuestro siguiente hogar.

Ha evolucionado el concepto de temor a una aceptación, a un conocimiento. Los últimos ocho años han sido muy importantes en la difusión de este conocimiento. Marte sí puede ser un hogar para los humanos.

Creo que allí la ciencia nos demuestra que no debemos de temer. Pero la literatura insiste en que tendríamos que temer por todo lo que tiene de misterioso, y todo lo que puede implicar pasarnos de un planeta a otro.

AR: Pero puede ser, como dice la teoría de la panspermia, que Marte sea el origen de la vida en la Tierra.

FC: Tal vez. No lo sabemos, y mientras no podamos estudiarlo ampliamente sigue siendo muy interesante. Mientras no se desvele eso, seguimos manteniendo la mitología. Y el hombre necesita de mitos para poder sobrevivir.

AR: Hay gente que hace especulaciones disparatadas sobre estos temas, como Erich von Daniken.

FC: Eso tendría que ver más con la explicación de lo terrestre, que no se explican por qué se crea Teotihuacan, por qué desaparecieron los mayas, qué pasó en Cuzco, etc. Y la explicación más fácil es decir: fueron extraterrestres. Eso es una mitología que en algunos casos se ha convertido en una farsa monumental, como von Daniken. Pero vende libros en tanto alimenta una mitología.

AR: Otros libros muy difundidos son los de J. J. Benítez, los Caballos de Troya.

FC: Allí estaríamos hablando de la era New Age. Como ya nos cansamos de las explicaciones racionales, creamos otras irracionales para comprender el origen y los avances del hombre.

Estos libros, por un lado crean y fomentan una mitología distorsionada, exclusiva para seguidores.

AR: Con muy bajo nivel científico.

FC: Sí, por supuesto. Se basan más en lo que cree el autor que en lo que investiga.

Yo creo que la ciencia ficción, que está inspirada en la ciencia, nos da otras explicaciones que no tienen nada que ver con el misticismo. Cuando éste entra, es una receta a criterio del autor. Von Daniken explicaba muchas situaciones llegando a la conclusión de que eran producto de una civilización extraterrestre, aunque nunca decía cuál, cómo, ni por qué.

En el caso de Benítez, va más por el lado de la especulación. Es difícil saber hasta dónde inventó y hasta dónde se está basando en una mitología.

AR: ¿Qué tan difícil fue mezclar en el libro ciencia, literatura -la ciencia ficción-, el cine, la radio, la televisión?

FC: Una vez que existe el mundo virtual no fue nada difícil. Era hasta cierto punto muy fácil porque todo ya está interrelacionado: la ciencia no puede avanzar sin la imaginación y viceversa. Todo esto se junta en el siglo XX.

Antes, la ciencia era para iniciados. Pero a partir del siglo XX, se empieza a difundir masivamente: las revistas científicas pasan a ser muy atractivas porque incluyen cuentos, ilustraciones, ensayos, hasta poemas. Después se difunde por el radio, la televisión y el cine, productos de la nueva era.

Existiendo este mundo, pues era muy fácil manejarlo virtualmente: hay una parte de ciencia, una parte de literatura, otra de cine.

AR: También se incluye la música, en este caso la inspirada en Marte, especialmente la obra de Gustav Holst.

FC: Es muy poca la música referida a este caso específico, aunque sí hay un concepto de música espacial. Tomamos el caso de la música clásica al rock con la interpretación de Emerson, Lake & Powell, y de allí regreso a un músico como Vangelis.

Era crear un hilo conductor a partir de los pequeños momentos que han tenido mucho éxito en torno a Marte. Por un lado es una inspiración mística sobre el momento en que estaba viviendo Holst, el planeta visto como una salida a la crisis mundial que había en ese momento, y luego hay una reinvención de esto por medio de un trío de rock y concluimos con una música especialmente diseñada para una misión espacial, lo que no se había hecho.

AR: ¿Cómo ha sido la relación de la ciencia con la ciencia ficción? Me queda claro que muchos escritores están enterados de los avances de la ciencia, pero ¿los científicos leen ciencia ficción? Hay algunos que la escriben, como Asimov.

FC: Sí, por supuesto, es algo natural. La vocación científica es impensable sin haber leído ciencia ficción. Cuando uno ve revistas como el Scientific American, en la bibliografía ponen hasta a Borges. En el número reciente que está dedicado al universo, están citados autores que no parecerían comunes en un científico, e inicia la lista con Borges. Esto nos habla de que sí hay una búsqueda en la literatura.

Toda la generación de científicos que llevó al hombre a la Luna es impensable sin las lecturas que hicieron de Verne. Sí se nutren de esto, y muchos de ellos pasan a escribir novelas, saben que tienen un material importante y las escriben.

Por supuesto que los científicos leen ciencia ficción y la leen muy en serio.

Está el caso de Phillip K. Dick. Si no fuera por él, yo creo que no existiría el Prozac. Él imaginó una droga de la felicidad, que te la tomas y no pasa nada, puedes sufrir las peores atrocidades y estar tranquilo, reflexionando. Es el principio del Prozac.

AR: En ese sentido la creación literaria ha ayudado a mejorar el mundo.

FC: Por una parte sí, ya que lo define de otra forma. La creación literaria es fundamental: nos ayuda a tener miedo a ciertas cosas y nos ayuda a tener fe en otras más. En ese sentido es indisociable de la ciencia dura.

AR: Tenemos una imagen del marciano (un hombrecillo verde) o alienígena que viene e invade, que va desde la novela La guerra de los mundos de H. G. Wells hasta la película Marcianos al ataque, de Tim Burton, pasando por historias reales tan extraordinarias como la versión radiofónica de Orson Welles a la primera, hasta un programa televisivo como los Expedientes Secretos X. ¿Qué tanto han influido los medios de comunicación en la formación de esa imagen?

FC: Alimentan la imaginación, y han jugado un papel fundamental, sobre todo en el siglo XX. Hasta el siglo XX en que se empieza a imaginar ese tipo de hombres, cuando el comic los empieza a dibujar, el radio los describe y luego el cine los filma. Entonces se crea una mitología muy sólida. No sabemos en verdad cómo son, pero así como los vemos, parte de una forma antropológica, es un humano deformado, son aterradores.

AR: Hasta en la película Señales, de M. Night Shyamalan, es una suerte de hombre.

FC: Sí, allí es un hombre-mazorca, cabezón, que hay que matar a batazos y un poco de agua. Es una revisión de Wells, nada más.

AR: Es una estereotipo de los alienígenas: son malos, conquistadores, arrasadores, a excepción de algunos que son más amistosos como los de Encuentros cercanos del tercer tipo, 2001, ET.Se ha forjado una idea del extraterrestre como un cruel invasor.

FC: Eso tiene una base científica. Sabemos que podemos ser muy débiles ante los extraterrestres, y ellos tenderán a conquistarnos de manera natural. El conquistador siempre es agresivo, y así ha sucedido en la historia de la humanidad. Los grandes conquistadores (Alejandro Magno, Gengis Khan) someten por medio de la violencia.

Es normal que pensemos que si hay una civilización extraterrestre haga lo mismo, y debemos de estar preparados ante este temor. En caso de que llegara a suceder, no sería nada amistoso el encuentro, ya que se estarían enfrentando dos visiones que no sabemos si son opuestas o amistosas entre ellos.

Entonces es más fácil imaginar la violencia para saber cómo responder ante ella que imaginar este supuesto encuentro entre inteligencias que va a ayudar una a progresar a la otra.

AR: ¿No se trata más bien de una proyección de la voluntad de dominio del hombre?

FC: Sí, el hombre es por naturaleza dominante y destructor. A la hora de hacer un ser antropomórfico sabemos que es una variante de nosotros mismos. A la vez, podemos haber nacido en Marte, posiblemente somos extraterrestres, y como somos violentos, por definición cualquier extraterrestre va a ser violento.

Claro que sí es una transposición de la propia psique humana a otro territorio.

AR: Pasando a otro tema. Con el fin de la guerra fría, ¿ha habido una desaceleración en la investigación espacial?

FC: Yo creo que no. El ejemplo fundamental es la misión que hicieron a Marte hace cinco años, la del Pathfinder, que fue hecha con muy poco dinero, y eso era continuar con los protocolos planteados.

La carrera espacial dejó muchos cadáveres, y algunos de ellos son tecnológicos, como el famoso Buran -una nave que se podía tripular sin pilotos-. Pero dejó otras cosas, como la estación espacial Mir, que es como un campo de entrenamiento y observación para ver cuánto puede el hombre sobrevivir en el espacio. Esos ejercicios estaban contemplados para llegar a Marte: aguantar un año en el espacio y observar cuáles son los problemas físicos, psicológicos, etc., que se presentan.

Una vez que cae la URSS, la Mir se transforma en la estación espacial internacional y se sigue trabajando en lo mismo, y ya hay americanos, europeos, japoneses y rusos.

El programa espacial ruso sigue con otra finalidad, ya no con los intereses del partido, que quería tener victorias apabullantes.

Pero fue una carrera bastante divertida, la parte glamorosa de la guerra fría. Ahora ya trabajan en conjunto, y como que no se perdieron muchas cosas. Se retrasó un poco la investigación cuando el presupuesto para la carrera espacial se desplazó hacia la guerra de Vietnam, y últimamente se ha ido hacia proyectos absurdos como la guerra de las galaxias.

Pero el trabajo en conjunto permite avanzar más rápido, ya no se plagian u obstaculizan unos a otros, la NASA ha recortado su burocracia y está pensando en llegar a Marte en el 2019. Una vez que se llegue allá, que se va a llegar con una tecnología nueva, un nuevo concepto de combustible que además se pueda utilizar aquí, por ejemplo.

AR: En el cine hay pesadillas como la de los astronautas que se van a una misión espacial y cuando regresan encuentran un mundo distinto si no es que prácticamente extinto, como ocurre en El planeta de los simios. Algo un poco similar es el del astronauta soviético que despega de la URSS; cuando vuelve encuentra a Rusia y a un grupo variopinto de repúblicas.

FC: Sí, lo suben como soviético y lo bajan como ruso, ya no encuentra al antiguo país. Eso fue un caso de ciencia ficción que se cumplió, lo que quiere decir que sí está a tono. Este fue un caso dramático.

AR: ¿Qué tanto sentido tiene el proyecto de terraformación -que permita la vida terrestre- de Marte? Porque ellos tomaría siglos, incluso miles de años.

FC: Lo que importa es que se logre; si se logra en 350 años, que es el cálculo más optimista, sería valiosísimo. Eso significa que podamos mudarnos a otros planetas.

Habrá quienes estudien ingeniería planetaria y que será sembrar un planeta. Eso va a ser importantísimo, porque es el futuro de la humanidad.

Se supone que sí se puede lograr: sí lo logramos si encontramos agua, y si no hay la podemos fabricar. Si se logra eso, cambia radicalmente el concepto de humanidad.

AR: Como esa posibilidad es vista todavía como lejana, hay quienes critican acremente que se gasten miles de millones de dólares en investigación espacial y que se utilicen en atender problemas sociales urgentes.

FC: Creo que es un error. Si distribuyéramos el dinero en todas las necesidades humanas, sólo las salvaríamos durante un tiempo. No creo que se solucione nada quitándole aquí para ponérselo acá en este caso.

El concepto de la exploración espacial exige una nueva alimentación, y es a lo que se oponen ahora los ecólogos, a los transgénicos. El transgénico es un producto de la imaginación científica y de la ciencia ficción, y es un alimento que puede ser más resistente y más duradero. Todavía no sabemos si pueda producir cáncer, pero puede acabar con el hambre de un continente.

Nunca se han solucionado los problemas que tienen una raigambre social muy fuerte, menos desplazando el dinero se aquí hacia allá, porque dejas a toda una industria sin sostén.

Creo que es un silogismo de la izquierda manejar que primero hay que resolver lo social y luego resolvemos la fantasía. No lo creo, la naturaleza humana no funciona ni funcionó así. El realismo socialista tenía gentes amontonadas en edificios, con poca comida y tenía a los mejores poetas del mundo. No hizo un hombre mejor, que estuviera mejor alimentado y mejor preparado, no sirvió de nada en ese sentido.

Tuvo secuestrada a toda una generación de científicos trabajando para un proyecto glamoroso. No hubiera solucionado nada tampoco el decir "quitemos el proyecto espacial y demos de comer y casa a todos".

AR: Uno de los objetivos de la investigación espacial es precisamente la posibilidad de hallar respuestas a problemas de la Tierra.

FC: Sí. Por ejemplo, hay científicos que se plantean: "bueno, si vamos a restaurar el hoyo de ozono, hay que saber como hacer esa restauración, a través de qué procesos." Pero mejor lo ensayamos en Marte que aquí, porque aquí podría suceder una cosa espantosa.

Lo mismo sucede con los alimentos, hacerlos más resistentes, que puedan crecer en zonas áridas, hostiles. Recuperemos el ecosistema, los animales. Si los vegetales pueden sobrevivir en un ambiente totalmente hostil, como es Marte, los podemos trasplantar acá.

AR: ¿Cuál es el futuro inmediato de la aventura humana en Marte?

FC: Según sé, es un futuro bastante promisorio, que tiene que ver con la minería, con la agricultura, la hidráulica y con avances sustanciales en medicina, física, astronomía, energía y muchas materias más. Pero esos avances sí son tangibles.

Lo interesante es que hay muchas interrogantes que se pueden resolver, y esto cambiará la vida en la Tierra y la vida en Marte, aunque no sepamos si es para mejor.

AR: Para finalizar, como un complemento a la lectura de su libro: ¿cuáles son las tres películas claves de ciencia ficción?

FC: La primera sería 2001: Odisea del espacio, que en su abstracción nos muestra cómo sería un viaje espacial; otra sería Solaris, que nos muestra que seguiríamos contemplando un problema humano y metafísico en el espacio, y la última tendría que ser Misión a Marte, que nos enseña en detalle cómo va a ser esa misión y funciona exactamente igual a como está planeada y nos presenta los riesgos.

En esas tres películas nos cuentan las dificultades de lo que es un viaje espacial: las reales, las espirituales y las psicológicas.

AR: En el sentido inverso del viaje, de los extraterrestres llegando a la tierra, ¿cuáles son las recomendables?

FC: La primordial sería El día que la Tierra se detuvo, que en español se llamó El día que paralizaron la Tierra, que nos presenta un marciano buena onda que nos explica cómo conservar el planeta; otra sería La cosa del otro mundo en versión de John Carpenter, con un extraterrestre que no tiene forma, tiene hambre y lo único a su alcance somos los humanos, a quienes tiene que chupar; la última sería Marcianos al ataque, en la que está toda la mitología, y a la hora de que los marcianos llegan acaban con el Congreso, lo que sería maravilloso que sucediera si incluyeran al presidente y al gabinetazo.

AR: ¿Y qué opinas de la película El Santo contra la invasión de los marcianos?

FC: Las mexicanas no son películas serias. Dijeron: "ya luchó contra el hombre lobo, las mujeres vampiro, ahora unos marcianos; no, mejor unas marcianas con un minibikini de látex".

AR: Muy interesante, porque se trata de unas extraterrestres muy atractivas, lo que no pensaron los anglosajones.

FC: Eso forma parte de lo mexicano: nuestra nostalgia por lo sensual. En una sociedad supercatólica que de repente aparezcan unas marcianas sin moral es impresionante. Está más cerca de una película porno que de una película de ciencia ficción.

AR: Volviendo al punto: las tres grandes obras literarias de ciencia ficción.

FC: La primera es La guerra de los mundos, de H. G. Wells; Tiempo de Marte, de Philip K. Dick, y la trilogía sobre Marte: Marte azul, Marte rojo y Marte verde- de Kim Stanley Robinson.

Esas son las fundamentales porque hablan de diversos procesos: uno de ellos que tiene que ver con el miedo a ser invadidos, la otra es el manejo de Marte como un espacio donde hay una droga de la felicidad y la última es sobre lo real que puede ser eso. Eso es el conflicto del pasado, el del presente y el del futuro.

AR: ¿Las series de televisión?

FC: Dimensión desconocida es fundamental, porque maneja muchos temas que son de ciencia dura: la posibilidad de que exista un tiempo paralelo, el viaje espacial, etc. Los X Files también es fundamental. También hay una serie perdida en los años setenta que es OVNI, en la que todo iba a suceder entre 1980 y 1984, y que nos cuenta muchos miedos que se tienen al extraterrestre, que es humano salvo en sus ojos, que son de víbora, lo que es escalofriante.



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