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19 de octubre del 2002 |
Virginia Giussani
El domingo se festeja en mi país el día de la madre. En general, me dan fastidio estas celebraciones que, lejos de su motivación inicial, con el tiempo se fueron transformando en la imagen de un consumo compulsivo. Día del padre, día del niño, día de la abuela, día del perro, del árbol, de la mujer, de los inocentes... Entre tantos días, visto que necesitamos aferrarnos a ciertos fetichismos, por qué no instaurar el día de la brutalidad humana, que en su nombre se han sacrificado a padres, niños, madres, abuelas, perros, árboles e inocentes. Claro, sería una jornada difícil de conmemorar donde, ciertamente, el regalito carecería de sentido.
Pero volviendo al día de la madre, próximo a celebrar por estos parajes. Siempre me conmovió e indignó esta fecha, como de igual manera la del día del padre, al pensar en aquellos niños que carecen de uno o de otro. Estoy convencida que la felicidad generada en un niño al comprar el regalo a su mamá o su papá es infinitamente menor al dolor y desconsuelo que siente otro niño al no tener a quien regalarle nada. Al no tener a quien abrazar, a quien despertar con un beso, a quien ofrecerle su mejor sonrisa y recibir el mejor cobijo. La diferencia entre uno y otro es demasiado cruel para justificar un día de alegría. Sin embargo, en este bendito día, quizás lo más terrible y doloroso es el caso contrario. Es decir, aquellas madres que han perdido a sus hijos, hijos que ni siquiera tienen un pedacito de tierra con sus huesos y sus sueños para recordarlos. Me refiero a tantos hijos desaparecidos en nombre de esa ignorada, pero practicada, brutalidad humana. Quizás esas madres que desde hace décadas giran por el mundo con su pañuelo blanco en la cabeza, sean la representación de otra cantidad de madres que sólo desde sus entrañas saben lo que significa esa palabra, todos los días, todas las noches y todas las lágrimas. Hace tiempo, cuando en medio del terror iniciaban su largo camino, quise solidarizarme con ese grupo de mujeres que, como nadie más, se atrevieron a desafiar al tirano. Entonces se las llamaba "las locas de Plaza de Mayo". Vaya mi humilde homenaje a ellas en este día donde, desde algún lugar, sus hijos se sentirán orgullosos viendo como sus madres tomaron la posta.
Madres
Pero ... ¿quiénes son?
de dónde viene
incendio de vientres
el aire se llena de ternura
pero ... ¿quiénes son?
hermosas hembras
allí están
el pueblo masacrado
allí están
Virginia Giussani |
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