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La insignia
17 de octubre del 2002


Entrevista con Silvia Bleichmar

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Crisis en Argentina

«Hay que reconstruir el pacto interhumano
destruido por el neoliberalismo»


Pablo Stefanoni
La Arena / La Insignia. Argentina, octubre del 2002.


Silvia Bleichmar es psicoanalista y docente de universidades de Argentina, Brasil y Francia, forma parte del Movimiento Argentina Resiste -conformado por artistas, científicos e intelectuales- que han comenzado a reunirse "no sólo para encontrar respuestas y responsables a la crisis, sino también para realizar propuestas que enfrenten al 'establishment' ante el fracaso de la dirigencia política y social argentina". En las páginas de Dolor país (Libros del Zorzal, 2002) Bleichmar analiza las causas de la crisis que atraviesa el país y aplica al neoliberalismo el concepto de "banalidad del mal", con el que la filósofa alemana Hanna Arendt definió el plan racionalizado de muerte desplegado por el régimen nazi.

Frente a la indigestión de mediciones de riesgo-país en los 90, propone 'medir' el dolor país a partir de una ecuación que de cuenta de la relación entre la cuota diaria de sufrimiento que se le demanda a sus habitantes y la insensibilidad profunda de quienes son responsables de buscar una salida menos cruenta. En diálogo con La Arena/ La Insignia en su casa de Buenos Aires, la autora abordó diversos problemas que definen la crisis actual.


-¿Cuál es su lectura del 19 y 20 de diciembre a casi un año de esos hechos?

-Cuando se produjo lo del 19 y 20 de diciembre lo consideré como la primera respuesta pública importante, el primer intento de romper con la pasividad que había generado el proceso militar. Los acontecimientos de diciembre fueron algo así como el retorno al país político. Eso es lo que yo entendí. Nosotros veníamos de terribles decepciones, yo digo que hemos sido hijos complacientes de la democracia, deseamos tanto la democracia durante los años de la dictadura que después nos 'comimos' cualquier cosa para tener democracia: que se vendiera el país, la corrupción, el Pacto de Olivos, la falta de capacidad de gobierno, la ineptitud, todo lo que sabemos. Yo entendí el 19 y 20 como el comienzo de la salud política en Argentina. Creo que todavía no es posible hacer un balance de esos hechos, el destino de lo de diciembre va a haber que evaluarlo en el futuro. Pero yo lo leo como un hito importante que probó la fuerza política de la ciudadanía.

-Si tomamos tres hechos de la historia argentina reciente: la guerra de Malvinas, el retorno de la democracia y la convertibilidad, parecería existir una suerte de 'pensamiento mágico' que impregna el espacio de lo político y nos lleva a confiar en respuestas salvadoras...

-El pensamiento mágico en Argentina siempre ha ocupado un papel muy importante. Pero este pensamiento mágico tiene características distintas al pensamiento mágico en general de Latinoamérica. Es una combinación muy extraña entre el pensamiento mágico latinoamericano y ciertas formas europeas degradadas de pensamiento mágico, fundamentalmente la herencia española e italiana en Argentina. De manera que la convertibilidad, Malvinas, son todos modelos que responden a ciertas formas pasionales y mágicas de la idiosincrasia nacional y de la historia argentina. Y hay indudablemente una pugna terrible con cierto pensamiento más racional, que no necesariamente desemboca en acciones racionales. Por ejemplo, si pensamos en 1983, la gente votó el pensamiento racional contra el irracionalismo de Herminio Iglesias y, sin embargo, el pensamiento alfonsinista terminó en un proceso de irracionalidad severo. De manera que no creo que estemos salvados del pensamiento mágico y creo que nos puede dar sorpresas terribles todavía. La presencia de Rico en la provincia de Buenos Aires es otro ejemplo.

-El propio Rodríguez Saá...

Rodríguez Saá es otro ejemplo de caudillismo con pensamiento mágico. Viveza criolla con ilusión. Pero la diferencia con el pasado es que no logra armar un movimiento, la gente está decepcionada, no hay liderazgos fuertes en este momento en Argentina. El pensamiento mágico hoy llega solamente a permitir que se hagan ciertas cosas, no a acompañarlas y compartirlas.

-Por otra parte hay una fragmentación territorial en cuanto a lo que se está discutiendo, al tipo de debates en las distintas regiones de nuestro país...

-Nosotros tenemos una sincronía, digamos, en la que coexisten tiempos distintos en el país. Cuando todavía en Santiago del Estero el gobernador se hace llamar el 'protector' y la esposa la 'protectora'...eso impacta mucho, es como de Roa Bastos ese protectorado norteño...Yo estoy muy conmocionada, esta semana un movimiento vecinal de la provincia de Buenos Aires pidió que se baje la ley de imputabilidad a doce años, para los menores. Es muy impactante eso, porque alude nuevamente a la irracionalidad que está en juego, cuando se sabe que detrás de todas las bandas de menores, e inclusive de mayores, hay corporaciones y mafias organizadas. Y además es de una gran mezquindad respecto a un proyecto de Nación plantear la disminución de la ley de imputabilidad, o el otro tema que planeaban: cerrar las fronteras a toda migración. Esto habla de la potencialidad autoritaria, basada en la mezquindad de intereses y la falta de prospectiva de una parte de la población.

-Ud. habla en el libro de la reconstrucción del 'pacto interhumano'. La mayor expresión de esa posibilidad se asociaba a la idea del socialismo ¿qué pasa luego del fracaso de los 'socialismos reales' y las experiencias socialdemócratas?

-Yo creo que esta etapa del neoliberalismo es una etapa brutal de liquidación de valores que la Humanidad construyó durante siglos. Se está planteando una ruptura de modelos universalistas, que en realidad los retomó el socialismo pero que son los grandes principios de la revolución burguesa. La idea de igualdad está planteada desde la Revolución Francesa y ahora hay una destrucción de esto, porque el asistencialismo, que está constantemente planteando la cuestión del hambre, la cuestión de la alimentación, se sostiene sobre la idea de que 'pobres habrá siempre'. Con lo cual hay una ruptura del ideal de igualdad, no es muy diferente a lo que pasaba en la Edad Media cuando se abrían los conventos y se tiraba la comida a los pobres. De manera que lo que se considera hoy como muy avanzado y ético es un retorno a la ética de la Edad Media que ha sido completamente superada a partir del 1700. Ahí yo considero que hay una ruptura del pacto interhumano, porque en la medida en que el pacto estuvo basado en el acuerdo con Dios, hubo un pacto, pero ese pacto se rompió. El pacto con Dios se rompió en el siglo XX y se recompuso en el ideal igualitario del socialismo.

-¿De dónde deberíamos partir para pensar en la recomposición del pacto?

-Yo creo que hay que reconstruir el proyecto histórico. Creo que las formas nuevas de los pactos se construyen al calor de vínculos con proyectos asociados a la idea de 'bien común', por darle algún nombre. Nuevamente está planteado el problema de la ideología en la construcción de movimientos de alcance universal, si no hay una concepción del ser humano, que el socialismo la tuvo, que el iluminismo la tuvo y la tienen también ciertos sectores de la Iglesia tercermundista, es impensable que se pueda dar respuesta a los modos desintegrativos del pragmatismo del sistema. Cuando hablo de pacto intersubjetivo, me refiero a la condición del 'otro', en tanto alguien que viene a interpelarme y a arrancarme -como dice Levinas- del solipsismo del egoísmo. En ese sentido hay una propuesta antropológica que se plasma en grandes proyectos que se han ido produciendo en la historia de la Humanidad. Creo que el pacto intersubjetivo es la forma con la cual la sociedad, la vida cotidiana, los seres humanos van respondiendo a las grandes demandas históricas. Y hay épocas que lo favorecen y épocas que lo desconstruyen. Siempre que ha habido terrorismo de Estado se ha desconstruido el pacto intersubjetivo, salvo en los bordes, en los modos de la resistencia. Y en los grandes procesos de deterioro histórico vuelve a producirse lo mismo. Con lo cual no creo que se pueda recomponer un pacto intersubjetivo sin no se recomponen los modelos de la ética en el país.

-Ud. en el libro aplica el concepto de 'banalidad del mal' al neoliberalismo...

-Sí, aparece en personajes terribles, por ejemplo en el cuestionamiento de Macri a los cartoneros porque se 'roban' la basura que le pertenece. Es muy impactante que alguien -y ahí viene nuevamente el tema de la banalidad del mal- pueda considerar adecuado que otro se muera de hambre para que él gane un poco más. Es la pérdida absoluta de la noción de semejante. Una cosa son los juegos de intereses y otra es plantear que alguien puede morir de hambre porque no se está dispuesto a ceder ganancia, ahí es donde yo pienso que aparece la banalidad del mal. Y aparece también en las formas con las cuales ciertos personajes manejaban las cifras al margen de lo que iban produciendo. Por eso tomo como un ejemplo a Cavallo, no a María Julia [Alsogaray] que es otra cosa, por eso la comparo con Cruella de Ville, porque hay un goce muy intenso en ella, no hay indiferencia.

-¿La banalidad del mal se asocia con la indiferencia frente al sufrimiento del 'otro'?

-Totalmente. En realidad la banalidad del mal es el estallido de la oposición civilización-barbarie, porque es la civilización al servicio de la barbarie. Es lo que yo cuestionaba con relación a Tony Negri, si es un Imperio en lugar del imperialismo que me traigan el acueducto en lugar de llevarse el gas o el petróleo. Que sea civilizador en algún punto, porque lo que produce en este momento el modelo neoliberal es barbarie, nosotros hemos retrocedido en índices de todo tipo, en modos realmente de depredación. Esta banalidad del mal en el manejo de las cifras más allá del estado de sus habitantes se quiebra en diciembre, no solamente en la conciencia ciudadana, sino que las clases gobernantes empiezan a poner todo el acento en el asistencialismo, como una forma de parar de alguna manera una respuesta que se les viene encima. Por eso insisto tanto en la recuperación de la noción de universalidad del 'otro'.

-En un artículo reciente Ud. hablaba del derecho a construir una Nación contra la idea de que la Nación ya fue construida ¿cómo podemos pensar la idea de soberanía en el actual contexto de mundialización?

-Hay una ausencia de rescate del proyecto político de la independencia, que nunca aparece. Del fracaso, porque nosotros tuvimos un país que nació y murió inmediatamente, se abortó. Cada vez que hemos intentado apropiarnos del país nos han liquidado. No hemos logrado nunca apropiarnos en serio del país. Por eso en ese artículo yo intento recuperar el derecho a construir una Nación. Ese texto surgió de una conferencia dada a maestras del sindicato de Córdoba, una maestra rural me preguntó: ¿cómo le enseñamos a los chicos lo de los próceres? Porque ahí está todo el debate escolar. Para mi el problema es que les seguimos ensañando que la independencia ya fue realizada y que la patria ya fue construida, y que ellos legaron una patria, cuando deberíamos plantearle a cada niño que tendría que ser el próximo San Martín, el próximo Moreno, el próximo Belgrano. No que eso está atrás, sino que está adelante, que esto es una patria que nunca se construyó.

Hay respuestas políticas y conceptuales, yo creo que la idea de soberanía es como en los seres humanos, es imposible ser soberano sin reconocer que uno necesita del otro. El problema es si uno tiene claro qué es lo que necesita del otro y por qué tiene una relación con el otro. No existe una soberanía 'autista', ni en los seres humanos ni en los países. La cuestión es cómo salimos de situaciones no solamente injustas sino humillantes como país. Todavía hay gente que piensa que estamos pagando por lo que gozamos cuando en realidad hay gente que no gozó nunca en este país.

Por eso uso la imagen de que si acá hubo una fiesta hay que diferenciar entre los que comieron y bailaron, y los que estacionaban los coches, los que lavaban los platos, y el hecho de que los invitados se robaron la ropa de la servidumbre...Yo creo que es profundamente nocivo para los argentinos pensar que somos culpables, sí somos responsable, pero no somos culpables. La culpa colectiva es para los agresores, nunca para los agredidos.



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