Portada Directorio Buscador Álbum Redacción Correo
La insignia
14 de octubre del 2002


Tercera y última parte

Los primeros pasos del hombre (que no los últimos)


Marcos Winocur
La Insignia. México, 14 de octubre.


IV

Ante este panorama no es de sorprender que la actividad humana tenga como eje la búsqueda del sentido de la vida y de la muerte que le pone fin, eje alrededor del cual gira el hombre tan desconcertado como aquellos primates lo hacían ante el monolito negro del filme comentado al comienzo. Es siempre lo desconocido, su presencia a cada paso. Viktor Frankl, psicólogo y escritor de quien puede decirse que "vivió la muerte", prisionero en un campo de exterminio nazi, estaría de acuerdo.

Y así, el hombre se interroga: ¿vale la pena vivir para que luego todo sea aniquilado? Es el discurso de Mefistófeles ante Fausto, los dos personajes de Goethe, cuando está en tratativas para comprar el alma al segundo. Y es el discurso adoptado por Camus: "Si nada permanece, nada está justificado; lo que muere está privado de sentido." Y es a un tiempo cuestionarse sobre la vida: debo cada día decidir si la acepto, y es aquí donde se inserta el tema de Camus: el suicidio es la única libertad del hombre, claro, si es visto desde el ángulo individual. Es decir, una cuestión de relojes, no de derrotar a doña NOOjos, sino de adelantar la hora de su visita, cambiándole desconsideradamente el calendario. No te tenía agendado, tuve que salir volando al escuchar el balazo. Y bien que esos apurones le disgustan a doña NOOjos.

En una palabra, el animal vive, el hombre acepta vivir. Es una diferencia originada en la cultura, que en el hombre ha crecido sin pausa y desmesuradamente, generando la ruptura con el mundo animal, al cual, sin embargo, conserva apego en sus neuronas para reforzar los arranques de violencia ciega. Un regreso a ese pasado, el de "mata para comer y no ser comido", ha sido muy útil para dar ímpetu a los soldados en las guerras. Esa opción está también al alcance del hombre de las civilizaciones. Así, el vivir es una propuesta a la cuál deberá responder en términos de religión o laicos, de sobrevivencia o de suicidio.

Sobre este último conviene destacar que se encuentra más generalizado de lo que se cree, adoptando formas insospechadas. Paso a recordar algunas. El clásico "fast track" del balazo, la soga o el arrojarse al vacío. El suicidio vía lenta de la droga (incluyo alcohol y tabaco) o de la obesidad, todos en grado de adicción, incluso a la comida. Por imprudencia deliberada (conducir en copas, sexo casual sin uso del condón). El dejarse llevar a cuadros de depresión proclives a la caída de las defensas inmunológicas. La anorexia nerviosa y la bulimia. El daño físico en actitud de odio hacia sí mismo, cuyo último acto autodestructivo es el suicidio. Etcétera.

Casos y casos donde se ejerce la facultad de cortar la vida de un tajo o de aportar los medios para quitarle años poco a poco como lento veneno. La multiplicación en el número de casos y la diversidad de éstos, la mayoría encubiertos, vergonzantes, o avanzando y retrocediendo por miedo al fin que se desea anticipar, hace que la pregunta sea ineludible: ¿Habrá entrado el hombre en vías de extinción y la multiplicidad del suicidio será signo aberrante que denuncia la caída de la especie? El lector, esta mañana al levantarse ¿notó que le había crecido una cola? Mamacita naturaleza, luego de habernos admitido en la escuela de las especies animales como alumnos avanzados ¿nos habrá reprobado en algún examen posterior? Convictos de crimen ecológico, no sería nada difícil.


Conclusiones

El animal recibe la vida sin cuestionamientos, como don, como mandato indistinguible de su misión en tanto especie: el pato vive para ser pato, el primate para ser primate. No sospechaba éste que tras él veníamos nosotros. En cambio, el hombre no vive para ser hombre sino para la trascendencia. Divorcia el hecho de existir de su misión como especie, reclamando saber del doble más allá. Quiénes lo seguirán en la evolución, para qué nuevos seres cósmicos el terrícola hace de primate. Y qué le ocurrirá como individuo después de la muerte. Vanidoso desde que probó del fruto del árbol de la ciencia, pretende, a la manera de Dios, conocer los últimos secretos de la Tierra y del cielo. Y recién entonces decidirá si la vida vale la pena o no de ser vivida.

Para eso ha servido al hombre su cultura, incapaz de asumir los millones de años que lleva sobre el planeta, de reivindicar la identidad que le brinda su pasado. Cuando las piernas se centuplicaron montando a caballo. Cuando el caballo se centuplicó al sentarse el hombre al volante del automotor. Cuando el automotor se centuplicó al decolar el pájaro mecánico. Y este bípedo, descendiente de primates, tomar una acorde perspectiva futura con los riesgos que de por sí implica, sin contar el enfrentamiento entre las distintas lecturas posibles del pasado... ¡Jesús! ¡Mahoma! ¡Buda! ¡Moisés! Para finalmente, ironía de ironías, la historia nos caiga con una inesperada salida. Pero son los riesgos de la empresa de vivir y ahí es donde el hombre flaquea.

¿Somos la vanguardia universal de la evolución o somos una especie animal más?

Quién sabe, las generaciones se suceden al seno de la especie para la continuidad sobre el tercer planeta del sistema solar, es toda nuestra certeza. Todavía no ha cerrado la fábrica de semen, tampoco ha cerrado la fábrica de ideas. Semen e ideas, todo cuanto hace falta. "El hombre se hizo a sí mismo" tituló uno de sus libros el antropólogo Gordon Childe. Y él se deshizo a sí mismo cuando se suicidó. "Cómo el hombre se hizo gigante" es otro título de un libro de Ilin, de divulgación en estilo narrativo. Pero si ese gigante va a asolar el planeta consumando el crimen ecológico, uno llega a preguntarse si habría sido preferible que no creciera.

"Creced y multiplicaos", tal el doble mandato y el hecho consumado. Ya qué. Por lo demás, valía la pena. Con todas sus implicaciones. Nada bueno se prometía a la humanidad desde que los primeros nativos de la Tierra, de padres inmigrantes, los hermanos Caín y Abel, inauguraron la relación fraternal con el crimen. Nada bueno, y tal fue desde entonces, nada bueno. Así, el presente, puestos en la sucesión de nosotros mismos. ¿Estamos dando los últimos pasos de una especie que ha entrado en vías de extinción? Si tal fuera, valdrá la pena ese futuro, recorrer el final puesto que se estuvo en la aventura desde el comienzo. Por lo demás, me he fijado bien, no me ha crecido ninguna cola. Todavía me falta mucho por hacer en el macrocosmos del sistema solar, y más allá. Y mucho que hacer en el microcosmos de la molécula, de la marcha indefinida hacia el 0 absoluto de las temperaturas, allí donde la gravedad es una traviesa, y del átomo, y de las partículas elementales. Mucho, sí, me falta por hacer. Por descubrir, por viajar, por un pasaje al mundo real de los sueños y al mundo soñado de lo real. Que nada -que nosotros mismos- lo impida.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad
Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción