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1 de octubre del 2002 |
Marcos Winocur
Corrí a entrevistarlos, era la nota del siglo.
- En exclusiva, dígannos: ¿Qué relación tenemos los terrícolas con ustedes? ¿Por qué se decidieron a venir por acá? - Para visitarlos. ¿O han olvidado que somos vuestros hijos? - ¿Qué...? - Claro, nos separan muchos años, estamos más evolucionados, pero eso nada cambia: somos vuestros hijos. - Entonces, nosotros ¿somos los padres de ustedes? - Así pasa, los hijos superan a sus padres pero siempre recuerdan que sin ellos no habrían existido; es decir, cada línea de evolución tiene sus escalones, no se pueden brincar si quieres continuar subiendo la escalera que te ha tocado. Corté la entrevista, me eché la cámara al hombro y corrí al zoológico, busqué la jaula de los changos y, dando un salto hacia atrás de unos cuantos millones de años, a uno de ellos interpelé: - Oye, mano, una noticia, un notición: llegaron tus nietos, los ET. Estas palabras, estoy seguro, lo impresionaron vivamente, pero lo disimuló pelando muy tranquilo un plátano cuyas cáscaras arrojó a mi cabeza. A unos metros de distancia, daddy se las arreglaba para darme un coscorrón. Corrí de regreso a la entrevista con los ET y después de abrirme paso entre la maraña de periodistas y fotógrafos, les dije: Tenían razón, ustedes son nuestros hijos y de los changos son los nietos, acabo de platicarlo con ellos. ¡Bienvenidos, la familia por fin reunida! ¡Viva! Y a coro los ET respondieron: - Gracias, mil gracias. Abuelo, padre, hijo, tres personas y una sola materia verdadera o, lo que viene a lo mismo, futuro y pasado nos hemos dado cita en vuestro presente o, como dices, la familia por fin reunida. ¡Viva! - Salvo que hayamos tomado por un camino, por una línea de evolución que no pasara por el hombre -agregaron los ET. - ¿Y eso ocurrió? - No, según nuestros registros. Además, todos somos hijos, todos somos padres, la función debe continuar... ¡Viva! La algarabía no dejó escuchar más. ¡Viva, vivan los ET, viva el señor Darwin, viva el señor Wallace! Y la banda de música rompe a tocar la Internacional... digo, la Interestelar. |
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