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30 de noviembre del 2002 |
Un anglogallo pícaro
Ariel Ruiz Mondragón
Su recopilación de la muy mexicana picardía -definida en otro de sus libros como "Dicho o hecho intencionado o malicioso; pero no deshonesto, ni obsceno, ni injurioso, ni ruin, ni bellaco"- ha tenido más de cien ediciones con millones de ejemplares vendidos, lo que hace de don Armando un fenómeno único en la literatura en español. Además no sabemos de otro escritor en el mundo cuyas obras tan seriamente jocosas hayan sido prologadas por tantos premios Nobel ni tan difundidas entre el público. Buena parte de la picardía mexicana fue recopilada por don Armando en sus correrías en cantinas, pulquerías, cabarets, salones de bailes, hoteles de rato, etc. Fue precisamente en los mingitorios del expendio de neutle "Con movimiento" en donde halló el dibujo y leyenda del "Gallito Inglés", que adoptó como emblema, rúbrica y lema: "Este es el gallito inglés,/ míralo con disimulo,/ quítale el pico y los píes/ y métetelo en el culo." A hacer la crónica de tan distinguidos lugares donde los capitalinos han encontrado placer, solaz y esparcimiento, don Armando ha dedicado sus dos libros más recientes: Sitios de rompe y rasga en la ciudad de México (1998) y Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la ciudad de México (2000), ambos editados por Océano. En ellos justifica plenamente el por qué Salvador Novo afirmó que Jiménez es el hombre que mejor conoce físicamente la ciudad. Sobre su nuevo cd-rom y sus dos más recientes libros fue la charla que sostuvimos con don Armando. En ella explicó las novedades de la picardía interactiva, de cómo fue hecha, de su contribución a la cultura nacional y a la ampliación de la tolerancia, así como de la necesidad de defender esos sitios de reunión de los frecuentes embates de la decencia y de las autoridades (a veces ambas en contubernio). Ariel Ruiz (AR): Después de una exitosa carrera en el mundo de los libros, ahora incursiona en el mundo electrónico interactivo con cd-rom y página de internet, don Armando. ¿Qué hay de novedad para sus lectores? Armando Jiménez (AJ): Este va a ser el primer cd-rom interactivo que se haga en México sobre un personaje. Cuando me vinieron a proponer que fuera yo ese personaje les dije que había otros personajes mucho más importantes, más famosos, pero me adujeron una serie de razonamientos que me convencieron, lo cual me pasó a fregar todo un año, porque hemos estado pegados casi todo el tiempo. Pero ha sido muy satisfactorio. Creo que va a marcar un hito en la historia de las comunicaciones masivas este cd-rom, porque su finalidad principal no ha sido la económica. Va a tener un precio muy reducido. La finalidad de ese precio es desalentar a los piratas que desgraciadamente tienen invadido a México. Los va a desalentar tanto el precio como una serie de impedimentos tecnológicos para que se haga una grabación bien hecha.
En el disco participaron muchos personajes, como Cristina Pacheco, Jacobo Zabludovsky, Pedro Ferriz Santacruz, José Luis Cuevas, Alí Chumacero, Andrés Henestrosa, Rius y Sergio Otero. En este cd-rom interactivo participan un centenar más de personas, no tan famosas algunas, pero muy importantes en la cultura popular: el dueño de la pulquería la "Hija de los Apaches" y el dueño de la cantina "El Nivel", que es la más antigua de México. He trabajado con mucho gusto, interés y amor por este disco, porque no se ha hecho con fines exclusivamente económicos, sino por el gusto de hacerlo. Creemos que va a ser importante por ser el primero, pero difícilmente podrán imitarlo. La Picardía mexicana ha tenido como secuela más de 400 libros que lo han imitado hasta con títulos parecidos y otros iguales, pero todos hechos con un afán lucrativo, con prisas y mal hechos. No me han hecho gran mella; solamente las gentes que se confunden compran otro por descuido, por ignorancia. Lo que creo que va a acontecer con este cd-rom interactivo es que difícilmente lo van a poder hacer tan bien. El cd-rom tiene más de seis horas y media de contenido, que no creo que de un tirón nadie aguante. Pero van a poderlo disfrutar toda la vida, de poco en poco, y van a tener ganas de repetir ciertas cosas, y mostrárselos a los amigos en alguna fiesta. Va a ser una cosa que va a durarles toda la vida a menos que lo presten, porque prestar este cd-rom va a ser como prestar a la esposa para bailar. AR: ¿El cd-rom se complementará con los libros? AJ: Creo que sí. El cd-rom presenta varios aspectos que no aparecen en los 16 libros que tengo publicados. Es importante por la voz, la imagen, el movimiento, etc. En el cd-rom hay albures, ademanes groseros, anécdotas, canciones, algunas mías inéditas -que más bien tengo registradas, porque las escuché en pulquerías y en los pueblos. No lo hice para presumir que soy el autor, sino para que no me vengan responsabilidades-. Hay mucha música, algunas canciones del dominio público, arregladas e interpretadas especialmente para este cd-rom, entre otras una que se llama "La mentata", que son puras mentadas de madre disimuladas en una sinfonía. También hay canciones de Chava Flores, mejor cantadas que por él. Hay mucho material inédito. AR: Su libro Picardía mexicana apareció en 1960. ¿Qué fue lo que lo motivó a estudiar este fenómeno de la picardía y recuperar los lugares donde la aprendió? AJ: Cuando era yo un jovencito de 18 años -ahora tengo 85- veía yo con tristeza que desaparecían constantemente las cantinas, la pulquerías, los salones de baile, los prostíbulos, los cabarets, y sin saber para qué me propuse rescatarlos del olvido. Me armé de una cámara fotográfica, una libreta de apuntes, muchos lápices, y de cuanto establecimiento de estos pasaba yo tomaba una fotografía del exterior, pedía permiso para tomar del interior, conversaba con el dueño, con el encargado, con los parroquianos, con los vecinos, y llegué a reunir 2 mil 500 expedientes de otros tantos sitios. Seguí recopilando materiales, más adelante me convertí en escritor -cosa que yo nunca había pensado antes-, y ahora estoy aprovechando todos esos materiales. Aunque tengo materiales en exceso, y la vida no se me va a prolongar ya muchos años, estoy buscando afanosamente a quién regalarle todo lo que tengo pero que muestre un verdadero interés, amor por estas cosas. No es fácil encontrarlo porque tengo muchos años buscándolo, y algunos quieren lucrar simplemente, pero no le tienen cariño a estas cosas. AR: De su asistencia a los sitios que describe en sus dos más recientes libros se desprenden las dos vertientes de su obra: la de la picardía mexicana y la crónica de los lugares. ¿Cuál considera que es la relevancia de esa obra? Sin duda la tiene, baste mencionar que sus libros han sido prologados por cuatro premios Nobel. AJ: Cinco. Un libro no está publicado, lo va a hacer Conaculta, pero estos burócratas no sé cuándo lo van a sacar. Tengo la Picardía mexicana prologada por el español Camilo José Cela; Nueva picardía mexicana, por el mexicano Octavio Paz, que se entusiasmó tanto cuando le pedí el prólogo que se extendió y llegó a hacer un libro sobre el prólogo de mi libro, un libro que se llama Conjunciones y disyunciones, que es uno de sus clásicos; Dicho y refranes de la picardía tiene un prólogo de Gabriel García Márquez; el Tumbaburro de la picardía mexicana tiene uno del chileno Pablo Neruda, y el quinto prólogo, del libro todavía inédito, es de Miguel Ángel Asturias, guatemalteco. Le tengo echado el ojo a Saramago, con el que seguramente vamos a congeniar mucho, porque los dos somos comunistoides y defensores de los derechos del pueblo y malhablados. Algún día lo voy a pescar. AR: Tomando eso como referencia, ¿qué importancia le otorga usted a su obra dentro de la cultura mexicana?
AJ: La Picardía mexicana tiene varias virtudes. Una de ellas es que derribó los tabúes y las prohibiciones que hubo desde la época de la Inquisición y que se prolongaron posteriormente con agrupaciones constituidas por grandes personajes de la política, de la sociedad, de la economía, entre las cuales generalmente estaba la esposa del Presidente de la República, personajes que se autonombraban para decidir lo que el mexicano debería hacer, escribir, filmar, esculpir, pintar, fotografiar. Antes de la Picardía mexicana hubo numerosas obras, libros que fueron quemados, películas que fueron enlatadas después de un gran esfuerzo. La Picardía mexicana acabó con esa Liga Mexicana de la Decencia -que así se llamó la última de esas agrupaciones- y eso fue el día 15 de septiembre de 1960, en que apareció la primera edición. La Liga desapareció sin despedirse, sin más. A partir de entonces se abrieron las puertas y las ventanas, se respira un aire más fresco, y aun los grandes escritores como García Márquez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz, cuando viene al caso dicen malas palabras que antes no era posible escribir. Lo mismo ahora se filman escenas hasta del acto sexual cuando antes hasta el beso era prohibido en las películas. Antes de la Picardía mexicana no se podía anunciar el papel de baño, el papel higiénico -que es higiénico hasta que entra en funciones-. No se podía exhibir ropa interior, ni siquiera los trajes de baño, a pesar de que llegaban hasta el cuello y las rodillas. A la hermosísima escultura de la Diana cazadora, la esposa del presidente Ávila Camacho obligó al escultor a que le pusiera pantaletas y brassier, lo que causó críticas en todo el mundo. Por esos años vino un famosísimo ballet folklórico de Senegal a presentarse en Bellas Artes, y cuando el director se enteró que iban a actuar las bailarinas con el pecho descubierto, puso el grito en el cielo y les pidió que se pusieran brassier. Ellas ya se habían presentado así en Londres, en Madrid, en Nueva York. Se iba a suscitar un escándalo internacional. Por fin cedieron las bailarinas y fue un pitorreo en todo el mundo: ¿cómo negritas con brassier, bailando? Todo eso se acabó con la aparición de la Picardía mexicana. No fue un paso fácil, porque cuando lleve a registrar mi libro a la dirección de derechos de autor me dijeron que no me lo registraban. Les dije: "ustedes tienen la obligación de hacerlo". "Pues lo haremos, pero tan pronto salga el libro se va a ir usted a la cárcel y vamos a decomisar el libro."
Entonces conseguí un prólogo de Alfonso Reyes, que era el único que tenía; ahora ya tiene dos, con el de Camilo José Cela, y varios estudios que aparecen al final, a los que les llamó postemios, de grandes investigadores, y unos juicios que aparecían en las solapas de las ediciones primeras, de grandes personajes también. Entonces ya no era cosa de meterse contra mí, sino contra toda la cultura de México. Tuvo que aparecer el libro, y se acabaron todos esos tabúes que había entonces. Esa es una de las virtudes de la Picardía mexicana. Otra es que las mujeres compraban el 60 por ciento de los libros. Para ellas era doblemente interesante porque estaban ajenas a toda la cultura de los hombres, de las cantinas, de los albures, de los prostíbulos, de los cabarets. Aquí podían documentarse. Otra virtud más es que por las grandes tiradas que tuvo y las cantidades grandes de exportación pues contribuyó a que el libro mexicano se difundiera más y aumentará. Es muy difícil clasificar mi libro. En los años setenta hubo un congreso internacional de bibliotecarios en México, y yo les puse de torito cómo clasificaban a la Picardía mexicana. Unos dijeron que debía clasificarse como material de filología, otros de sociología, unos más de literatura mexicana, otros de folklore, otros de humorismo; en fin, no se pusieron de acuerdo. AR: A 42 años de la publicación de la Picardía, ¿ha cambiado mucho? AJ: Sí, evoluciona. La Picardía mexicana era un libro muy atrevido que los padres no querían que los hijos lo leyeran. Pero lo que antes parecía hasta obsceno ya es color de rosa para nuestros actuales jovencitos, que ya tienen otra forma de expresarse, de conducirse. No digo que sea mejor ni peor, diferente sí. Yo no critico los table dances, y las drogas y esas cosas. Son cosa de la época, igual que mi padre criticaría la época en que yo fui niño. Pero esto es natural, va a acontecer toda la vida. AR: Ha habido algunas críticas a la Picardía mexicana, como la de que institucionalizó el albur y el machismo que subyace en él. Alburear es práctica común de los lugares de los que hace la crónica. AJ: La Picardía mexicana nunca tuvo una crítica formal. Sí supe que en alguna homilía, en alguna iglesia se habló mal. Pero nunca hubo una crítica escrita, y cada vez va a ser más difícil criticarla porque ya no va a ser meterse con Armando Jiménez, sino con cinco premios Nobel que dicen que está muy bien escrita, que es un material importante, trascendente y ya nadie se atreve a hablar mal de ella. Por lo que respecta al albur, efectivamente yo lo rescaté porque tuvimos un gran regente que se llamó Ernesto P. Uruchurtu, que yo creo que es el mejor de todos los que hemos tenido, a tal grado que duró 14 años como regente y hubiera durado muchos más si no es por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, que no soportó que el regente fuera más popular que él. Fue el mejor regente porque en su época no había prostitución callejera, ni mendicidad, ni baches en las calles, ni coladeras destapadas, ni mercados sobre ruedas, ni fayuca en las calles. Sin embargo, no sé que trauma juvenil tenía que se ensañó contra cabarets, cantinas, pulquerías, salones de baile, hoteles de rato; con el pretexto de defender el salario de los obreros, puso unos reglamentos absurdos que hicieron quebrar a muchísimos establecimientos, algunos ya con muchos años de estar funcionando. Desgraciadamente, todos los subsecuentes regentes de la ciudad, los delegados y aun los presidentes de la República continúan con este combate a estos sitios. Yo he tenido la suerte de estar con todos esos funcionarios y les he dicho, textualmente, que están cometiendo no una tontería sino una gran pendejada, al ensañarse contra las cantinas y contra las pulquerías, los cabarets y los salones de baile. No son lugares pecaminosos, la pulquería y la cantina no son para emborracharse. Al que se quiere emborrachar le sale más barato ir a comprar la botella a la tienda o a la vinatería. En tantos años de estar en pulquerías y cantinas nunca he visto un pleito. Tampoco en un salón de baile.
La ciudad de México es tan grande, que ya no conocemos el nombre del vecino que vive al lado o enfrente, y todos necesitamos platicar con alguien, y que mejor lugar que una cantina o una pulquería. Son lugares especiales para platicar, ya que la gente no va a tomar, sino a platicar. Las cantinas en México son diferentes de las de todo el mundo, incluso diferentes a las de provincia. Aquí se va a platicar, no está nadie solo, y se propicia la amistad. Basta con que uno de diga al otro: "¡Salud!", aquel le contesta, y un albur, y etc., y salen de allí compadres y se van a su casa a continuar la pachanga. En el salón de baile va uno a ligar, a escuchar buena música, a ver bailar. Al cabaret a obviar tantos trámites para enamorar a alguien, que allí se hace fácilmente: baila uno con una muchacha bien formada, buena bailarina y muy accesible. En cambio, las autoridades actuales están propiciando antros que a mí me parecen malos, donde los ponen drogas en las bebidas a los jóvenes para que se inicien en este campo, lo que cuesta muchísimo, por lo que yo creo tienen que robarles el dinero a los padres para entrar en esos lugares. Cuesta mucho la entrada y en el interior todo es carísimo. Pero eso deja "mordidas" que una pulquería no puede pagar, y les ponen tantos inspectores mordelones que a veces se tienen que cerrar las cantinas y las pulquerías; constantemente desaparece una, ustedes sabrán de muchas que ya no existen. AR: En su libro usted da una cifra dramática de las pulquerías: llegó a haber casi mil 500 y en años recientes sólo quedaban el 10 por ciento. AJ: En los años veinte la ciudad era mucho más pequeña, había 500 mil habitantes, y ahora son 16 o 20 veces más. Había en cada esquina una pulquería o una cantina, había cuatro establecimientos de estos en cada manzana. Eso se debía a otras circunstancias: a la pobreza, a la ignorancia, falta de diversiones, no había televisión, no había muchas cosas, y la gente humilde desde luego no podía ir a "La Ópera", y ese era su desfogue. Estos dos libros forman parte de un librote muy grande que un día va a aparecer y que tiene un título muy corto: Guía de pecadores y descarriados, y aun de castos y bienencaminados en la Muy Ex-Leal y Noble Ciudad de México ilustrada con fotografías y dibujos, y escrito con amenidad e ingenio por el tal Armando Jiménez. El subtítulo es más largo, ya no me acuerdo. Estábamos diseñando el libro cuando se nos echó encima la crisis y se decidió posponerlo. Por lo pronto estos dos libros contienen una quinta parte del libro grande. Ahora todos los establecimientos de los que hablo se ven reducidos. Cuando empecé a hacer el libro grande, hace muchos años, pensé que tuviera un 50 por ciento de lugares vivos y un 50 por ciento de lugares desaparecidos. Pero considerando que desaparecían constantemente, y yo me iba a tardar en hacerlo, puse 75 por ciento de lugares vivos y 25 por ciento muertos. Ahora ya se invirtió la cosa. De cualquier modo sigue siendo interesante para conocer lo que hubo antes y también lo que hay actualmente. AR: La ciudad que nos relata en los dos libros es una que está desapareciendo rápidamente. AJ: Sí. Los viejos lo disfrutan porque conocieron muchos de estos lugares, y los jóvenes están interesados en saber qué cosa hubo anteriormente. AR: ¿Valdría la pena hacer el esfuerzo por rescatar esa ciudad? AJ: Claro que sí. Las pulquerías están desapareciendo vertiginosamente, y yo creo que algún día no muy lejano, van a tener que hacer las autoridades pulquerías de escenografía para que la gente sepa qué cosa eran esas cosas tan importantes desde la época prehispánica hasta la actualidad. |
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