Portada | Directorio | Buscador | Álbum | Redacción | Correo |
20 de noviembre del 2002 |
Ariel Ruiz Mondragón
Blancornelas, Jesús
El narcotráfico se ha convertido, para México y para varios países, en un problema de seguridad nacional que amenaza tanto al Estado como a las personas. Nuestro país, por su vecindad con los Estados Unidos, además de producir narcóticos, es un paso privilegiado para las drogas provenientes de diversas artes del mundo, en especial Colombia. Sus extensas redes de producción, distribución y un creciente consumo, han ido cerrando sus pinzas sobre la sociedad hasta casi asfixiarla, tomando prácticamente por el asalto de la corrupción vastos espacios gubernamentales. Las mafias que se dedican a tan próspero negocio han dejado a su devastador paso una impronta de ganancias millonarias, corrupción, abusos, impunidad, violencia y muerte. No son muchos los periodistas que se han atrevido a relatar los desmanes de los narcotraficantes. Muchos han preferido el silencio acerca de las actividades delictivas de los narcos por tres vías: la paga, la amenaza o la muerte. Entre los pocos que han osado denunciar con todas sus letras a tales delincuentes se encuentra el director del semanario tijuanense Zeta, Jesús Blancornelas, el comunicador que más conoce los modos de operación de los cárteles de la droga mexicanos, blanco incluso de un sangriento atentado del cártel de Tijuana. Precisamente, en este libro se encuentran reunidos diversos artículos escritos entre 2001 y 2002, en los que ha narrado de forma amena las fascinantes historias del mundo del narcotráfico. Para empezar, habría que manifestar un desacuerdo con el título del libro: si bien la mayor parte son artículos y crónicas relacionados con el cártel de los Arellano Félix -"los más sanguinarios, organizados y millonarios-, el conjunto de los textos no están limitados al desarrollo de esa familia. Por las páginas vemos desfilar también a los antecesores y antagonistas de ese grupo, hasta casi conformar una historia de las mafias de la droga en nuestro país. Quien emprenda esa difícil labor, hallará en el libro una fuente invaluable de datos. Blancornelas retrata en espléndidas y vívidas estampas diversos episodios de la sangrienta y criminal historia de narcos que han trabajado en México, desde su entrevista en la cárcel con uno de los primeros en trascender: el cubano Alberto Sicilia Falcón, en los setenta, hasta concluir con la crónica de la muerte de Ramón Arellano Félix y la captura de su hermano Benjamín en marzo del año en curso. En la historia hay capítulos fascinantes -bajo el título de frases de boleros célebres-, como la descripción del poder del gran jefe de los capos, Miguel Ángel Félix Gallardo, del que dice el autor: "Estoy seguro de que jamás un narcotraficante en México tuvo tanto poder y mando, dominio de casi todo el territorio mexicano, no tanto por existir otro competidor." Sin embargo, por motivos presumiblemente políticos, fue detenido y encarcelado. El relato del reparto que del territorio ordenó se hiciera entre los principales capos -el "Chapo" Guzmán, el "Güero" Palma, el "Chuy" Labra, el "Mayo" Zambada, entre otros- y el posterior rompimiento originado por los Arellano es sobrecogedor. La distribución acordada y pacífica del país entre esos grupos fue frágil y efímera: el derramamiento de sangre, las ejecuciones y las venganzas cincelaron mejor las fronteras entre cárteles. Sin duda, el enfrentamiento definitivo sería el que hasta la fecha mantienen los antiguos socios: por una parte, el "Chapo" Guzmán, el "Güero" Palma y el "Mayo" Zambada, y por el otro los Arellano, que, según la versión oficial, tuvo un momento cumbre con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
A lo largo de su ascenso, auge y caída, periodo que abarca cerca de veinte años ya, los Arellano Félix vieron la caída de muchos otros grandes del negocio: Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Amador, Rafael Caro Quintero, Joaquín Guzmán Loera, Juan García Abrego, Héctor Palma, Amado Carrillo Fuentes y José Contreras Subías, los más famosos. Su impunidad ya es legendaria: intocables en su territorio tijuanense, cuando menos tres presidentes y numerosos procuradores de Justicia fueron incapaces de echarles el guante. Eso marca un récord: "no ha existido mafia o familia en todo el continente americano con la capacidad para mantenerse activa tanto tiempo y lejos de la captura." También es de resaltar la muy cercana posibilidad de asociación que hubo entre esa familia y "El señor de los Cielos", muy probablemente animada por el titular del Instituto Nacional del Combate a las Drogas, general Jesús Gutiérrez Rebollo. El no haber entregado al celeste a tiempo a algunos de sus narco-juniors, sus "brothers", señalados como los responsables del sangriento atentado contra Carrillo Fuentes en el restaurante Bali Hai de la ciudad de México, fue lo que finalmente frustró la siniestra alianza. ¿Qué hubiera ocurrido si el acuerdo se hubiera hecho realidad? La impunidad del cártel de Tijuana no debe anotarse únicamente a las autoridades mexicanas: habrá que remarcar que los Arellano vivieron largas temporadas en los Estados Unidos sin mayores apuros. En todo caso, el arma más potente con que ha contado la familia -la corrupción- ha traspasado la frontera tal y como los narcóticos que mercadean. Muchos de los pistoleros de los Arellano tienen su centro de operaciones en el Barrio Logan de San Diego. Por esto y por muchas otras razones, es que Blancornelas formula una hipótesis muy cercana a la realidad: la corrupción por narcotráfico es en los Estados Unidos tan grande o más que en México. En muchas de las líneas están descritas las pautas de conducta de los narcotraficantes: los tiroteos a inmuebles como violenta intimidación a sus detractores; el trágico fin de gran número de policías y funcionarios que se corrompieron; la práctica del "encobijamiento" de los ejecutados; los asesinatos nunca investigados; el respeto que tienen por los policías no corruptos y por los familiares no involucrados en el negocio, etc.
Pero un fenómeno que llama mucho la atención, y que no se debe descuidar, es el de la integración de jóvenes de buenas familias a la banda -los "narcojuniors"-, lo que enseña que a esos niveles la delincuencia no tiene mucho que ver con la pobreza. Los mismos Arellano pasaron una infancia y adolescencia sin mayores problemas, tranquilos. Sin embargo, más que dinero, el tráfico de drogas les otorga una sensación sin igual: la del poder. Si algo hay salvable de la actuación gubernamental en las despiadadas crónicas de Balncornelas, es la actuación del Ejército mexicano, que a través del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) ha logrado capturar, en brillantes y complejas operaciones de inteligencia (sin dar oportunidad para que los elementos de la PGR o de las procuradurías estatales den el "pitazo" a los capos), a narcotraficantes del más alto nivel, como Benjamín Arellano y Jesús Labra. Vaya ello en abono del acosado y acusado -no pocas veces sin razón- cuerpo militar nacional. Los periodistas de la revista tijuanense Zeta han tenido que enfrentar graves represalias por su extraordinario trabajo periodístico -que ha incluido una investigación sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, con la que se dieron el lujo de desmentir mentiras y falacias de muchos de los principales periódicos capitalinos y llevar ventaja en algunos aspectos sobre la propia PGR-: sus oficinas han sido tiroteadas, Héctor Félix Miranda fue asesinado, Blancornelas fue víctima de un atentado que le costó la vida a su guardaespaldas y a un sicario, resultando él mismo gravemente herido. Por ello, hoy tiene que ser protegido por agentes del Ejército mexicano. Queda este libro como valioso testimonio del valiente y recio combate sin cuartel de don Jesús y su equipo contra las bandas de narcotraficantes. |
||||
Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción |