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La insignia
26 de mayo del 2002


Leopoldo Méndez, cien años de vida (III)


Elena Poniatowska
La Jornada. México, 25 de mayo.


El estridentismo no trascendió

''El estridentismo -expresaba el grabador Leopoldo Méndez- no logró trascender dentro de la cultura mexicana, al menos como movimiento. La nuestra era una posición de protesta en contra de lo que considerábamos académico y convencional en el arte. El estridentismo, en su intención, era algo así como el dadaísmo en Francia o el marinettismo en Italia. Fue sólo un reflejo de los movimientos futuristas y de las inquietudes que se manifestaban en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Pero es interesante hacer notar que todos los que formaron este grupo pertenecen al campo progresista del México actual.

''En 1921 se editó la revista Irradiador, órgano de los estridentistas, pero nosotros le decíamos 'Irrigador'. Yo hacía dibujos con intención modernista. No diría que eran cubistas, pero tenían cierta influencia de lo que Diego Rivera había traído a México de su época cubista en Europa. Estos dibujos son totalmente distintos a los posteriores, pero la producción fue corta.

"Dentro de mi formación, considero que estudiar en San Carlos fue bueno para mí porque teníamos siempre un modelo vivo. Allá, durante el tiempo que estuve, estudiamos y dibujamos más que lo que se practicó años después. Todo lo tomábamos más en serio, con más responsabilidad. Las clases comenzaban a las ocho de la mañana y terminaban a las 10 de la noche. Fueron compañeros míos Julio Castellanos y el Corcito, Antonio Ruiz. Trabajábamos con verdadera pasión tratando de resolver nuestros problemas a veces con buenas indicaciones de nuestros profesores y a veces sin ninguna, porque hay profesores a quienes podemos llamar maestros y otros que no son más que profesores. Puedo decir ahora que mis maestros fueron Izaguirre, Herrán y Gedovius."

A Leopoldo, Ignacio Millán lo invitó en 1938 para que lo ayudara en la ilustración y el formato de una revista cultural que se hizo en Veracruz, Norte. Además, el doctor Millán le consiguió una chamba, muy triste, bueno, a veces divertida, en Sanidad del puerto. ''Tenía yo que autopsiar diariamente antes de la comida, por lo menos una media docena de ratas en descomposición para investigar si había peligro de peste. Pero por la tarde, me desquitaba yo yendo a tirar la cubeta con las ratas, mar adentro, y buenos sustos me pegaron, en alguna ocasión los tiburones que rodeaban mi barquita. ¡Ah, Chihuahua!

''Ese año de 1928 fue un año de trabajo fructífero porque dibujaba yo, grababa, para hacer la revista; también hacía carteles de propaganda revolucionaria que yo mismo tenía que fijar en las paredes. ¡De la autopsia de las ratas pasé a las Misiones Culturales, cuando Ezequiel Padilla era ministro de Educación. Fui misionero unos cuantos meses, pero nunca dejé de hacer dibujos para dos periódicos: El Sembrador, órgano del Partido Nacional Revolucionario, y El Maestro Rural, que editaba la Secretaría de Educación Pública. Tuve suerte en eso de las ilustraciones.

''En esos periódicos conté especialmente con la comprensión generosa y la estimulante ayuda del maestro Gilberto Bosques quien, junto con Rómulo Velasco Cevallos, lo dirigían. ¡Cómo los hice batallar con mis tardanzas! Iban hasta donde yo estaba de misión para urgirme mi colaboración. Desde aquel entonces he trabajado para el Estado mexicano con verdadero interés en todo lo que he considerado útil, de progreso social, económico y político que éste ha realizado, así como lo he criticado en todo lo que me ha parecido negativo y contradictorio.

''Soy, por tanto, un producto de lo que es mi país y su gobierno, en sus retrocesos; para combatir con la crítica los retrocesos, trabajé en la prensa más radical con grabados y dibujos.

"Empecé a tener contactos con gente y con amigos que sabían que hacía yo grabados, y como no tenía muchas pretensiones monetarias, mis amigos que eran bastante arrancados me buscaban para que les ilustrara trabajos. Ya para entonces las manifestaciones revolucionarias se seguían la una a la otra y hacíamos carteles, volantes y desplegados para los periódicos, y como éste nunca ha sido un trabajo retribuido, las cosas siguieron difíciles. De todos modos no me quedaba yo sin comer.

''Cuando regresé de las Misiones Culturales empecé a conocer más a fondo los grabados de José Guadalupe Posada mediante la revista que Frances Toor publicaba: Mexican Folkways. También Gabriel Fernández Ledesma dirigía otra revista muy buena: Forma. Tuve conciencia del movimiento artístico que se desarrollaba en México con gran fuerza. Se habló entonces mucho de Posada como de un precursor del movimiento muralista mexicano aunque, como se verá, éste fue años más tarde de que aquél se iniciara. Desde esas épocas, en la medida de mi capacidad de producción, he colaborado en casi toda publicación avanzada, fuera política o simplemente cultural. Mis estímulos han sido en gran parte las agrupaciones de artistas en las que se trabaja con miras muy amplias, cual debe ser. Cuando éstas dejan de ser así las he dejado o simplemente me he alejado."


Piedra de toque

Tuve el privilegio de escuchar no sólo a Leopoldo Méndez sino a Pablo O'Higgins, Mariana Yampolsky, José Sánchez, el impresor; Alberto Beltrán, Andrea Gómez, Rafael Carrillo, Fanny Rabel, Adolfo Mexiac. También sus grandes amigos, los periodistas de El Popular entre quienes se contaba el fabuloso José Revueltas, eran en cierta forma sus ideólogos, como lo fueron Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano. Adoraban todos a Macrina Rabadán, una diputada de rebozo y sonrisa subyugante que finalmente no logró hacer gran cosa en el sexenio de Adolfo López Mateos, quien también admiró mucho a Leopoldo por medio de Gabriel Figueroa, y por él creó el Fondo de la Plástica Mexicana para hacer extraordinarios libros del arte de México.

''No he vuelto a encontrar hombres y mujeres tan desinteresados; escuchar a Pepe Alvarado era una maravilla y solía hablar durante horas con un 'pálido jaibol' en la mano. También Francisco Martínez de la Vega solía platicar con Ricardo Cortés Tamayo, Sara Moirón y Antonio Vargas Mc Donald. Amigos de Rafael Galván, quien atacaba a los famosos líderes corruptos llamados los ''cinco lobitos"; todos citaban de memoria a José María Luis Mora, Ignacio Manuel Altamirano y Angel del Campo Micrós. Eran sus héroes. A los jovencitos del suplemento México en la Cultura, de Fernando Benítez, los veían como cachorros. ''No son lo suficientemente nacionalistas". Odiaban lo extranjerizante. Decían que deformaba el gusto.

Hasta Leopoldo, por lo general tranquilo, hablaba de ensalzar a los héroes nacionales, los científicos nacionales, la artesanía popular, la belleza plástica vinculada a la colectividad, es decir a los explotados, los apaleados, los que viven al margen. Todo lo suyo, hasta un lápiz sin punta, Leopoldo lo llamaba ''material de lucha". Si yo aventuraba que Cortázar había publicado Rayuela y Mario Vargas Llosa La ciudad y los perros, Alberto Beltrán me fulminaba con la mirada. Leopoldo no. Siempre se preguntó si la obra que él mismo hacía respondía a las necesidades de los trabajadores y en las discusiones colectivas del Taller de Gráfica Popular que habría de diluirse a partir de su salida. Leopoldo Méndez fue la piedra de toque, el guía, el generoso, como también lo fue Pablo O'Higgins, quien escuchaba con respeto y curiosidad a todos. Militante y gran artista

Este año se cumple el centenario de Leopoldo Méndez (1902-1969), cuya obra, según valora Elena Poniatowska, lo distingue como uno de los "grandes artistas de nuestro tiempo y uno de los mejores grabadores contemporáneos". Militante del Partido Comunista Mexicano (PCM) y miembro, en los años 30, de la emblemática Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), además de colaborador del Taller de la Gráfica Popular -del que fue uno de sus fundadores- sus dibujos ''no desmerecen ante un Daumier, Durero, Goya y Rembrandt", escribe Poniatowska. Méndez obtuvo en 1946 el Premio Nacional y realizó grabados para las películas Río Escondido (1947), La rebelión de los colgados (1954) y Un dorado de Pancho Villa (1966), entre otras.



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