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24 de mayo del 2002 |
Libros Antilección de cómo ser padre
Ariel Ruiz Mondragón
No basta ser padre
«Los padres de familia: grandes aventureros del mundo moderno.»
-Charles Péguy- Ser padre es una tarea ardua y difícil que muchas veces termina en fracaso. La educación de los hijos es labor diaria y cotidiana que lleva años, en la que los vástagos asimilan lo mejor, pero especialmente lo peor, de la conducta de su padre y su madre -y de los mayores que los acompañan en el hogar-. No pocos son los libros que se han dedicado a dar tiernas lecciones acerca de la mejor forma de tratar a los niños, a dejar mensajes edificantes a los retoños -cuando menos hay uno legendario: los Apuntes para mis hijos, de Benito Juárez-, y en general manuales colmados de recetas infalibles para los paterfamilias. El carácter prescriptivo de tales textos hace que muchos terminen siendo fardos aburridos. Por el contrario, el libro de Germán Dehesa es eminentemente descriptivo, y tiene dos ventajas bastante apreciables: su falta de pretensiones pontificadoras y su excelente sentido del humor. Advierte con exactitud el autor: "Me ha correspondido ejercer de padre de tiempo completo. Lejos de quejarme, confieso que me he divertido mucho y declaro que estoy muy orgulloso de la educación que mis hijos me han dado." Colección de textos aparecidos en diversos periódicos capitalinos entre 1984 y 2001, el volumen recoge las mejores notas familiares que el escritor ha publicado en su columna diaria. En esas notas acompañamos en sus aventuras a cuatro personajes principales: "Colima", "Carlos" , "Viruta" y el "Tamal", además de dos heroicas progenitoras: "la Tatcher" y "la Hillary". El libro está consagrado a relatar diversas vivencias que ha gozado Dehesa con sus hijos: los momentos del alumbramiento ("¿Arde Parir?"), descripciones de los vástagos, fiestas familiares, compromisos escolares, viajes, relaciones matrimoniales, vacaciones, asistencia a espectáculos musicales y encuentros deportivos, etc. Casi no hay actividad humana compartida por padre e hijos que no haya sido objeto de la escritura jocosa y el estilo ágil del autor. En sus narraciones resulta muy grato leer la feliz forma en que el autor ha logrado matrimoniar el amor filial y el buen humor periodístico -dice que se ríe prácticamente de todo-, así como la unión entre su vida privada y sus textos públicos. En ello reside el innegable encanto de No basta ser padre. Además del buen humor que no desaparece prácticamente en ninguna página, hay partes llenas de amor como la que dedica a su hija mayor: "Ella es tan maravillosa como cualquier niño. Para mí lo es más aún puesto que amanezco todos los días oyéndola, mirándola y amándola. Ella y su hermano me educan todos los días al darme la lección más importante de todas. La lección de que la felicidad es posible... La miro jugar y pienso en lo poco que ella necesita de mí y en la absoluta falta que yo tengo de su ternura y su cercanía." Su actitud de padre la resume Dehesa en este apunta para su hijo mayor: "Yo de mí lo que puedo decir es que ser padre me ha parecido una actividad emocionante y divertida, que jamás me he impuesto el menor sacrificio, y que he tratado de ser para mi hijo un buen maestro de literatura, un buen alumno de frescura y un buen compañero frente a esta perplejidad permanente que es vivir." Su vida familiar también sirve para expresar solidaridad con padres que han pasado por episodios muy poco gratos: allí está su dolorido texto en el que maldice a los responsables del asesinato de cuatro jóvenes defensores del voto en agosto de 1988. También es de resaltar la extraordinaria explicación del mal que Dehesa da a su hijo de seis años a propósito del crimen terrorista de septiembre del 2001, y de la que vale la pena reproducir un fragmento: "¿Dónde está el mal? Dentro y fuera de ti, pero juntos nos vamos a defender. ¿No me va a pasar nada? Te van a pasar muchas cosas y tú tienes que estar muy atento a que nadie, ¡nadie!, te robe la alegría que es tu mejor señal de vida; te pasará de todo, pero yo te voy a ayudar a que todo acabe siendo bueno. ¿Seguro? ¡Seguro! (si mi hijo supiera de la cósmica inseguridad con la que los adultos decimos ¡seguro!)" La principal enseñanza que se puede extraer del libro de Dehesa es que la faena de ser padre, además de constituir un deber preocupante que es complicado enfrentar, puede ser también una experiencia gozosa y disfrutable. |
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