Al comenzar la niña se pierde finalmente...
«Lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin»
-T. S. Eliot-
Al comenzar la niña se pierde finalmente
para la mala suerte del padre.
En el salto el vecino queda preso
con su tierrita en el zapato
y no repite la oración el párroco
porque una luz de luna le responde.
Su lumbre y su aparición a todos provoca.
Una gran luz es una gran suerte.
Una conversación que nadie entiende. Ni en casos
donde las pesadillas espejan: los animales de cuatro
patas se vienen con todo
y sobre las azules bandejas que renuevan
al perro gazpacho reprenden.
(Las brochas hacen su labor, la escenografía del Municipal
se prepara en la Feria, pintan de verde lo azul, y en
su traje de tinterillo un abogado recibe su pago
a escondidas.
El perro de arriba juega con la niña de más arriba.
Un cartel y una bandera se descuelgan.
En la cocina un japonés recorta papelitos blancos
y por los ojos la tijera ríe.)
Hablé de una climática voluntad. Y el calor de aquí
y la humedad de allá, y la pareja extensión
terrosa resbala por los pies y se esfuma.
En la piscina o en la alberca unos bichitos
se sacuden del sol y anochece.
El gato no viene, por las ventanas de las oficinas
pide su leche. La señora a la vera de su
casa cuenta las mañanas de su parto, pero las ollas
desesperan de los juegos de la cebolla y del tomate.
Sigue el calor, y las ondulantes mañanas.
La pregunta de la cocina, su cuenta
nueva en la universidad, el degollado amanecer
se retuerce en el parabrisas y
la fiesta recala en autopista.
El beso como un canto en movimiento
se pasea entre los baldes,
y en nuestros cuerpos.
Tu nariz se rasca y tus oídos bostezan.
Trabajar en el papel y sentarse sobre la mesa.
Desayunar un helado con duraznos enlatados
y almorzar una hamburguesa. Caminar
como si fueras parte de otra pieza,
la del apartamento y la de la canción.
Caminar de manera prehispánica, acuáticamente,
en círculos, sobre la mesa, ante la mesa,
con las cortinas y las ollas, con el frigider
y con el brigadier. Caminar inmensa, detalladamente.
Con grúas y con grullas. Con grillos y con cirios.
(De par en par se hace un empanado.
El par tiene el perfil de un enterrado en vida.
La sierra se acuesta con sus varias narices
y se descuelga del cuadro un huevo cocido.
La alfombra se aburre de estar echada y se mete
al baño. El man se queda esperando con los pies
helados.)
La niña reaparece (es sólo una jugada
del poema). Su corazón acordonado,
sus piernecitas que ya se anuncian, que aún son
peces ignorantes de la red.
Al final de la idea queda el sonido.
Al final del sonido, el silencio.
Pero el silencio pare las ideas.
Para bailar sobre un tambor debes saber
montar bicicleta. Son preferibles los
días de trabajo que los feriados. Pero
los días feriados no existirían sin los
días de trabajo. El paso y la respiración
no nacen del feriado. Cautelosamente
un boleto se escabulle del potencial espectador
y la ópera se trepa por el telón.
La niña se vuelve a perder: la función
trata de eso.
El boleto se va a caminar.
La ópera se divierte tirando papelitos a la gente.
El tipo no halló su boleto y lo fue a buscar:
se encontró a una niña.
I want to be alone in the South
De regreso a Toulouse, un día, Cernuda halló el camino
para expresar en poesía cierta parte de aquello
que no había dicho hasta entonces.
Y así surgieron, uno tras otro, los tres primeros poemas
de la serie que luego llamaría "Un río, un amor"
dictados por un impulso similar al que animaba a los surrealistas.
Hoy, de regreso a mi apartamento, acudo a esos poemas de Cernuda
y, como en una especie de revelación intensa,
me llaman la atención cuatro indistintos versos.
Una experiencia y deseos que me corresponden
veo asomarse palpablemente en cada uno de ellos
un mismo sentido que me conduce a entresacarlos
de las celdas de esos tres poemas.
Y ahora los transcribo y los observo
agrupados en un particular cuarteto
y con gran satisfacción aprecio
que dicen lo que yo mismo pienso:
"En el sur tan distante quiero estar confundido
el sur es un desierto que llora mientras canta,
desiertos tan amargos bajo un cielo implacable
sobre un lecho de arena y de azar abolido."
De nada la flojera y las ganas de dejarlo todo
Como por un desfiladero de nieve, abrazados al rápido vaivén que nos destila
Calculando de antemano la hora más calurosa del que duda
Una clara decisión de fuga apareció en nuestros rostros, una intención
De vida: Nunca nos propusimos hablar, nunca escucharlos.
Avisa, ve, y salta. Los edificios te dicen ven, ven por aquí; y para comenzar
No está mal: La ciudad comienza a interesarse por ti (aunque también
Te trague). "He lavado sobre las aceras mis huellas. No sabía de caricias,
Ni de bullas almacenadas en los parques, en los desagües más ruines."
De nada la flojera y las ganas de dejarlo todo
De nada ese desdén que nos acompaña.
Has de ver también adolescentes con fusiles, cucharas sin platos:
Tus placeres tuvieron nuevos dueños cuando te ofrecieron callar.
Recuerda conmigo esa larga aspereza en la piel
La cálida seducción de los traidores y si quieres
Ten esta nostalgia amordazada por el día?
Un nuevo entretenimiento te sostiene.
¿Y si el miedo nos atropella, nos conduce con nuestras mejores intenciones
Al abrevadero del planeta? Mitómana curiosidad de aprender:
El que sabe vendrá a cocinar o será cena, vendrá con su tos hoy mismo:
Como esta neblina instalada aquí con nosotros por siempre jamás.
Jamás como una mordiente cólera que recorre
La virtual señal del camino donde se trafican los deseos
Que vienen hacia ti o hacia cualquier parte.
Por no saber zafarnos de esta gran estafa la cólera.
Locura estrellada contra un manantial de cobras
Recuerdas al caminar entre rostros sudorosos el humo expandiéndose
Como fúnebre abanico y esas risas fuera de lugar
Despertando tu sueño andante
-Gotas de sudor impregnan tu polo
Como el polvo de la biblioteca el vacío del momento-
Y ahora orinas largamente entre el alivio que vas sintiendo:
Nuevamente tus inquietudes pusieron la pausa
Que dio sagrada emoción
A un andar tan equidistante del sopor; y
Aquellas extrañas fuerzas
Propias de tu locura estrellada contra un manantial de cobras
¿Obtendrán de la duda un traje de oficio, cortas satisfacciones
Que la patria defraudó?
¿Habré preguntado bien?
Subes, subes, y caes: plop. Hay un dolor en tu cabeza y esas
Ganas de dejarlo todo.
A que no adivinan hacia qué sabor de hastío conducen estas líneas.
?"No."
Nadie ignora que de morados caen los pezones ni de batallar
Contra bestias las ideas.
Hay labios sobre esta mesa que esperan ser besados:
Varias secuencias arremeten por tu cerebro al caer
Toda insegura angustia dentro de alocado grito.
Y dices: "Ésta es la poesía y no la pollería de la CIA
La poesía que posa sus pies en tu cuerpo
Mientras un botón salta de su blusa
La blusa que desabrochas para cerrar el poema."
Un poema sobre la ciudad
Escribir rápido un poema sobre la ciudad.
Escribir lento un poema sobre la ciudad.
Escribir desinteresado un poema sobre la ciudad.
Escribir desapasionado un poema sobre la ciudad.
No escribir un poema sobre la ciudad.
Escribir un poema desde la ciudad.
Escribir inteligente un poema sobre la ciudad.
Escribir rabioso un poema sobre la ciudad.
Escribir desesperado un poema sobre la ciudad.
Escribir ilusionado un poema sobre la ciudad.
Fingir escribir un poema sobre la ciudad.
Escribir fingiendo un poema sobre la ciudad.
Escribir irónico un poema sobre la ciudad.
Escribir sutil un poema sobre la ciudad.
Escribir grave un poema sobre la ciudad.
Escribir grandilocuente un poema sobre la ciudad.
Borrar lo escrito en el poema sobre la ciudad.
No borrar lo escrito en el poema sobre la ciudad.
Escribir alegre un poema sobre la ciudad.
Escribir triste un poema sobre la ciudad.
Escribir galante un poema sobre la ciudad.
Escribir violento un poema sobre la ciudad.
Éste es un poema sobre la ciudad.
¿Éste es un poema sobre la ciudad?
Es el invierno
Es el invierno. Y el calor se mete por todas
Partes. Debemos huir a los edificios públicos
Y privados, a los establecimientos de comida
Rápida para obtener un poco del aire
Acondicionado por el sistema.
Es esto el desierto. O, mejor dicho, una
Ciudad en medio del desierto. (O, mejor dicho aún,
El texto en el cual se habla del invierno
En la ciudad en medio del desierto.) Una fría ciudad
Muerta, con carros de claxon silenciosos
Y avenidas por las que los peatones no sueñan
Ni divagan ni molestan
A los cautos conductores que no los agreden.
Una fría ciudad en medio del desierto
Donde el sudor que te recorre por la frente
No es producto del terror
Que toda ciudad respetable debiera producirte
Sino por su invierno, su inexistente invierno.
Escucha el silencio del poema
Escucha el silencio del poema
Escucha en silencio el poema
La ciudad es invisible
La ciudad está en ti
Shhh!
Calla
Nada hay
Sólo este silencio
En este silencio estás
La ciudad está en ti
La ciudad calla
Mientras escuchas
El silencio del poema
La ciudad calla
Mientras escuchas
En silencio
El poema.
(*) Paolo de Lima nació en la capital del Perú en noviembre de 1971. Poemas y otros trabajos suyos han aparecido en publicaciones de Perú, Chile, México, España, Estados Unidos y Canadá. Hizo estudios de Derecho en Lima, una Maestría en Creación Literaria en la Universidad de Texas y actualmente concluye una Maestría en Literatura en la Universidad de Ottawa. Ha publicado los poemarios Cansancio (Asaltoalcielo: Filadelfia, 1995) y Mundo arcano (Contracultura: Lima, 2002).