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La insignia
7 de mayo del 2002


Una muchacha bajo su paraguas:
La última novela de Carmen Ollé


Rocío Silva Santisteban


Desde que en 1981 se publicara su libro de Noches de adrenalina, Carmen Ollé es una de las escritoras fundamentales de la poesía peruana contemporánea. El libro, que despertó una gran polémica algunos años después, no sólo planteó por primera vez una nueva visión femenina del desencanto y del transcurrir de la experiencia vital, lo fundamental es que estableció una nueva estética: desde un distanciamiento autoconsciente la autora logra en versos largos, narrativos, a veces esquivos y a veces de un fulgor lacerante, describir un mundo deteriorado, pero también sorprendente, que parte de la aguda mirada de alguien que asume su cuerpo, su sexualidad, su ciudad y sus vivencias íntimas como elementos indispensables para la propia escritura.

En esta línea esta "novela" recuperada por la autora y escrita a principios de los años 80 regresa sobre ese modelo: se trata de las percepciones de una peruana en París cuyo foco no está en las experiencias de las calles, de la sofisticación francesa o de la bohemia, ni tampoco en las posibilidades de ficcionalización capaces de despertar una ciudad como ésa, se trata de la radiografía de la intimidad de una mujer que recorre junto con otras mujeres, compañeras de locuras y penurias, la experiencia de la migración. Una experiencia, dicho sea de paso, absolutamente distante de las actuales que nos describen los libros, periódicos o ficciones, exentas de glamour y de utopía, basadas en la fuga de un espacio sofocante por la pobreza, la falta de oportunidades o la miseria moral. La vivencia de este exilio parisino es absolutamente literaria y la búsqueda en París es de una sencillez que ahora asombra: la necesidad de un espacio que permita simple y llanamente escribir. Quizás es ésta la última novela sobre un París centro del mundo artístico e intelectual que, desgraciadamente, dejó de ser hace varios años. París en estas páginas sigue siendo la Meca de los escritores latinoamericanos: un punto de llegada que no admite dudas, aún, cuando la experiencia entre sus calles y edificios implique grandes renuncias. En estas páginas se describe otro París que no es del Maxim's ni de la haute-couture, pero tampoco el de los clochards a orillas del Sena, sino el de las piezas y buhardillas de la calle Georges Mandel pobladas por escritores sudamericanos, donde se escuchaba constantemente el dulce sonido de los dedos sobre las teclas de las máquinas de escribir.

La auroreferencia de la "novela" es obvia: el yo protagonista jamás revela su nombre pero sí el de la familia que forma, de los amigos peruanos todos viviendo a bocanadas esa experiencia urbana, de las esposas de los futuros escritores, quienes pueblan con mayor efervescencia las páginas de esta historia, y quienes logran recuperarse de su papel secundario en base de fantasías con hombres de exóticos orígenes o pequeños hurtos en los supermercados. Las mujeres latinoamericanas, perdidas, ausentes, casi desesperadas de ser las eternas consortes y acompañantes (recuérdese las fotos de la época, los grandes nombres de nuestra literatura en las leyendas bajo las imágenes, acompañados siempre de bellas muchachas, todas absolutamente anónimas). Estas mujeres y su aburrimiento, son casi por obra de la venganza, protagonistas de estas historias con su impaciencia ante la demora de la "gran obra" del marido y sus pequeñas y devastadoras infidelidades.

Pero, ¿cuál es el París de una sudamericana pobre y culta, asombrada ante las solidaridades de los suyos y la ignorancia de los otros, que trabaja como empleada doméstica en una casa del Barrio Latino habitada por un matrimonio infiel? Se trata de las miserias ínfimas, de las vivencias domésticas y de ciertas experiencias intensas que sólo se logra sentir en determinados momentos vitales, cuando nos empecinamos e insistentemente repetimos los mismos tópicos. Los cafés, las fiestas con la presencia de escritores "consagrados", las noches de bohemia, el vino fluyendo para dar mayor intensidad a las venas, la sangre que explota en la cara y las risas que apagan los vecinos llamando a la policía. Un París que no era una fiesta, pero cuyos migrantes tampoco fueron una pobre gente.

Si he mencionado la palabra "novela" entre comillas a lo largo de este texto es porque creo que este nuevo libro de Carmen Ollé, una vez más, desafía todos los géneros. Así como ¿Por qué hacen tanto ruido?Una muchacha bajo su paraguas sigue la misma línea creativa: es un relato que no tiene una historia fija sino que está compuesto por muchas pequeñas y diminutas historias que se desarrollan a veces con suavidad y otras atropelladamente, como asimismo está armada la vida, a retazos, a cortes bruscos, a navajazos. Los referentes son reales pero, al mismo tiempo, están delineados por una bruma que los acerca poderosamente a la ficción más tradicional. Los choques de los cuerpos en el metro y los placeres prohibidos que producen, por ejemplo, se vislumbran como una luz obscena y lúbrica en medio de la distante frialdad de París.

Una vez más en el caso de la producción literaria de Carmen Ollé nos enfrentamos a un reto: este libro no es un canto nostálgico ("la nostalgia es feroz, la maldigo") sino la puntillosa descripción de una experiencia límite que, debemos admitirlo, es imposible en las condiciones de nuestro mundo, volver a repetir. La utopía es hoy una palabra gastada que dejamos como un estropajo a la vera del camino y con cierta vergüenza. En esta novela, esa misma palabra palpita con todas sus inquietudes y miedos, pero con cierta prístina vocación originaria que, a lo lejos, la encontramos poderosamente pura y rabiosamente vital.



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