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4 de mayo del 2002 |
Sobre la propiedad intelectual La apropiación del conocimiento o el robo del saber
Lidia Fagal (*)
El presente documento fue presentado como un aporte a la discusión en la Comisión Profesional del Primer Congreso Mundial de la Comunicación, organizado por la UTPBA y auspiciado por la FELAP, el Centro Regional de la OIP y la UNESCO. En Buenos Aires, del 11 al 13 de septiembre de 1998.
La apropiación del conocimiento favorecida por una nueva organización del trabajo, funcional a los nuevos patrones de acumulación del capital encuentra en la producción de la información periodística un sustento diario, una fuente inagotable de valor para su cometido histórico. Quizás sea éste uno de los riesgos de mayor magnitud y trascendencia en la actividad periodística. A la vez que menos tangible y reconocido respecto del conjunto de exposiciones peligrosas a las que se somete diariamente dicha actividad. Si para la sociedad preindustrial, el recurso estratégico estaba en las materias primas y el capital financiero, la sociedad del presente cuenta con un recurso clave de inagotable valor: la codificación del conocimiento teórico. Esta caracterización nos lleva inevitablemente a resignificar el tradicional concepto de valor del trabajo. Hoy, lo que da valor a un objeto no es ya el trabajo artesanal, sino el conocimiento, el saber con el que se ha dotado y transformado al objeto. Para el sociólogo italiano Giuseppe Prestipino, los grandes medios de producción son en la actualidad la ciencia y la técnica. Es decir, todo el aparato cognoscitivo, el trabajo mental de la especie humana que está monopolizado por el capital privado. Prestipino retoma lo que Carlos Marx denominó "el intelecto general" y lo resignifica al evaluarlo como el más importante medio de producción de la era postindustrial. En tanto, los medios de comunicación, la televisión, la radio, las agencias de noticias, los diarios y revistas, conforman la cara más visible de las denominadas industrias del conocimiento, en cuya estructura se reproduce la relación de apropiación y acumulación de información como capital, apoyada en una nueva organización del trabajo industrial periodístico. Esa "cara visible" que "resuelve" la pluralidad en términos de cantidad y diversidad de ofertas, abarca el denominado espacio público y enlaza el complejo entramado de la sociedad, produciendo "la realidad". En este segmento, la actividad periodística adquiere no sólo una dimensión social -que relativiza la idea de los medios de comunicación como meros instrumentos- sino que adquiere una inédita dimensión económica 1. Para la antropóloga y periodista Verónica Matta, "(...) la apropiación intelectual como forma de explotación ha superado al viejo capitalismo en su capacidad para extraer ganancia del trabajo ajeno. Ya no basta con el tiempo y las manos del trabajador. Lo que importa, ahora, es su cabeza (...)" 2. Productores y consumidores a la vez: profesionales, técnicos, científicos, artistas y periodistas son los nuevos integrantes de esta clase donde el intelectual social es "la vanguardia en este proceso del llamado capitalismo de servicios". Y "ese intelectual social" -en un sentido amplio- es esta nueva clase alienada que produce mercancía simbólica para el gran mercado capitalista. Su producción supera los límites de una oficina o una empresa; este nuevo sujeto produce siempre, durante el ocio, cuando descansa, cuando trabaja. Todo cuanto sueña, desea o necesita se convierte rápidamente en mercancía. La gran fábrica de esta producción simbólica se llama: Medios de Comunicación (...)"3. Paralelamente, los nuevos usos tecnológicos exigen del trabajador de prensa una constante capacitación que, en la mayoría de los casos, corre a cargo suyo. Su valor de mercado como trabajador depende de su capacitación y adiestramiento en el uso de las tecnologías, que tienen en el campo de la comunicación una innovación cada vez más acelerada. "La primera y más urgente misión para los periodistas -señala Bruno Giussani, columnista del New York Times- es crear el lenguaje de la sociedad de la información, crear las palabras para expresar la revolución digital y para comprenderla. Reconociendo que la revolución de la información no es únicamente una cuestión de microprocesadores o de fibra óptica, sino ante todo, una cuestión de cerebros conectados a otros cerebros" 4 . Y sobre todo, como afirma Angelo Agostini, "un modo de producción atenazado entre la ley del mercado y la responsabilidad social a la que el periodismo no podría renunciar sin perder su identidad, que la diferencia de los mil oficios de la comunicación" 5. Esta situación que anticipa la modificación sustantiva de las prácticas periodísticas y una exigencia ética cada vez mayor por parte de los periodistas, no parece modificar el sustento de su economía: el saber y las bases del conocimiento que produce la humanidad no se devuelve en el bienestar de las mayorías que lo generan. Más aún, a la apropiación del conocimiento por parte de unos pocos, le sigue la exigencia de la capacitación y la formación, cuyas posibilidades de acceso, a su vez, les son negadas. Y esta realidad también abarca a quienes todos los días generan gran parte de ese capital simbólico: los periodistas. Actividad donde "el valor social del producto" se da sobre la menor remuneración posible o bajo otras condiciones de degradación profesional y laboral. Esta cuestión, para nada abstracta, se torna para los periodistas y todos aquellos que generan, recopilan, ordenan o difunden información o ideas, en un tema de particular interés y preocupación. Como sabemos, la noción de "propiedad intelectual" estuvo siempre asociada a los beneficios del interés general bajo la tutela del Estado. Y esto implicó, entre otras cuestiones, que desde la creación del Derecho de Propiedad Intelectual, no se pueda proteger la idea sino, únicamente, su soporte material específico y su práctica. Siempre y cuando ésta fuera original. De este modo, las ideas se consideran propiedad colectiva de la humanidad. Sin embargo, en la última Conferencia sobre los Derechos de Propiedad Intelectual, reunida en Ginebra en diciembre de 1996, la discusión ha puesto al descubierto que este principio fundamental está siendo amenazado por "lobbys", cuyas intenciones son las del propio beneficio, más que el reaseguro de la vieja idea del "bien común". Esto ha llevado a que el Director de la División de Información e Informática de la UNESCO, Philippe Queau advirtiera sobre aquellas iniciativas en las que sólo prevalece la lógica indomable del mercado, al señalar que: "(...) La estrategia empleada consiste en ampliar -cada vez más- el campo de lo protegible y lo privatizable, cualitativa y cuantitativamente (...) se intenta borrar la distinción entre la idea -lo puramente inmaterial- y la expresión original -lo material- para extender el sentido de esta última noción. La noción de expresión material de una idea, tan clara y limitada cuando toma forma de un libro, de un depósito, de una marca u objeto concreto, pierde su agudeza en el metamundo del ciberespacio (...), todo el desafío está ahí. La revolución en curso va potencialmente tan lejos que el equilibrio clásico entre autores, intermediarios -editores y difusores- y usuarios, se va a ver seriamente afectada en un sentido o en otro (...)" 6. Se infiere que -como nunca antes- la importancia de los derechos de autor tanto para los periodistas, como para los reporteros gráficos y otras categorías de trabajadores, técnicos o profesionales vinculados con la creación, producción y difusión de información e ideas, se ha tornado en un tema de vital importancia y trascendencia. El panorama descrito antes, respecto de lo que está en juego plantea un problema económico y ético para los trabajadores de la información y la prensa: La necesaria protección jurídica -más allá de los nuevos usos y circuitos en redes informáticas- debe garantizar que los periodistas y otros creadores, como los fotógrafos, perciban un pago equivalente y proporcional a su trabajo y posterior uso o reutilización del mismo, conservando sobre lo que producen sus derechos morales. Al respecto, la Secretaría de Asuntos Profesionales de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires advertía "...A los periodistas argentinos -fundamentalmente los que realizan tareas en redacciones o en las áreas de fotografía- y especialmente a quienes cumplen funciones en empresas multimedia no se les respeta, en general, sus derechos profesionales y, menos aún, los referidos a la propiedad intelectual (...)" Y esta situación se hace extensiva de acuerdo con el panorama que nos informa la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y la Organización Internacional de Periodistas (OIP) al resto de los trabajadores de la prensa del mundo" 7. Pero hoy, la situación se ha agravado ante las presiones que ejerce el denominado Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) de la Organización del Comercio y Desarrollo Económico (OCDE) la que, entre otras pretensiones, intenta tratar a los derechos de autor como un objeto de inversión económica e incluir los temas derivados de este derecho inalienable y protector del Derecho Público a la Información, en un acuerdo multilateral. Lo que significaría pulverizar el aspecto creativo de la obra y considerarlo -dentro del campo estrictamente mercantil- como una "inversión" más en la esfera de los negocios mundiales. Y a este inadmisible futuro que nos prometen los padres del "fin de las ideologías" y los hacedores de la "desregulación estatal" bajo la dominación del paradigma del mercado, hay que sumarle la disputa que en esta materia se vienen planteando los editores de medios. Disputa que, a veces, en silencio intenta transferir de hecho todos los derechos, incluidos los morales, a su patrimonio. De esta forma, se da otra vuelta de tuerca al desconocimiento de una realidad signada por una competencia que se centra en el contenido. Competencia que en esta etapa y en las futuras, se basará en criterios donde la integridad, la autenticidad, la calidad y la originalidad adquieren un valor y una dimensión económica que no ha sido registrada en toda su magnitud por quienes son sus principales hacedores: los trabajadores. De ahí la preocupación y atención en torno de los riesgos de carácter profesional e intelectual que se suman a los ya conocidos: periodistas en condición de colaboradores o free-lance, movileros de radio, televisión y agencias y fotógrafos se han convertido -bajo las nuevas modalidades impuestas en el campo laboral multimedial- en uno de los sectores de mayor exposición para la apropiación de lo que producen. Sin descontar, claro está, a los redactores que todos los días alimentan las redes informáticas y los bancos de datos de las empresas, perdiendo de vista el destino de los originales y de la información que producen.
Notas
1.- La apropiación del conocimiento. Nota Agencia NC. UTPBA. Octubre 1994. (*) Secretaria de Asuntos Profesionales-UTPBA. |
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