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La insignia
4 de marzo del 2002


¿Cables para los negocios o para la democracia?


Russell Mokhiber y Robert Weissman (*)
Focus on the Corporation. EEUU, marzo del 2002.

Traducción para La insignia: Remo Fernández Carro.


Aunque las acciones de Internet se hundan en la bolsa, el optimismo por la Red todavía sobra.

En su libro Next: The Future Just Happenned ["Lo siguiente: el futuro acaba de suceder", W.W. Norton, 2001], por ejemplo, Michael Lewis celebra lo que ve como la fuerza imparable de la era digital, el efecto liberador de las tecnologías digitales y la capacidad inherente a las nuevas tecnologías -y de aquellos, todavía jóvenes, que las desarrollaron- de superar los intereses creados de las organizaciones establecidas. También Lawrence Lessig, profesor de Derecho en Stanford tiene su libro: The Future of Ideas: The Fate of the Commons in a Connected World [El futuro de las ideas: la derrota de lo común en un mundo interconectado, Random House, 2001]. Pero Lessig no es optimista, al menos no lo es de momento.

Aunque sea un fan de las tecnologías de Internet, tanto como Lewis, Lessig explica que los intereses de las grandes empresas conspiran para destruir la naturaleza esencialmente libre de la red poniendo para ello un control sobre su desarrollo y sofocando muchos de sus mejores aspectos.

Por 'libre' Lessig no quiere decir que uno pueda utilizar Internet gratis, sino que sus base fundamental sea bien pública, bien accesible a todos sin discriminación. Por ahora los intereses de las empresas de servicios por cable, los dueños de los derechos de copyright y los de otra gente se mueven en diferentes direcciones para robarle estas libertades a Internet.

Allí donde se requiere a las compañías telefónicas que sean neutrales y abiertas mediante regulaciones de transporte común ["common carriage"] -que permitan a cualquiera usar el tendido telefónico sin ocuparse de qué se dice o se hace- las empresas de cable no se someten a esas regulaciones. En tanto que la gente cambia sus conexiones telefónicas por modem por redes de cable de banda ancha y alta velocidad de Internet, esta diferencia en la regulación tiene importantes implicaciones legales. "Las empresas de servicios de cable tienen el poder y el derecho legal de ejercer más control sobre lo que sucede en la red", nos dice Lessig. "Están creando e instalando tecnologías que les permitirán discriminar los contenidos y programas que se mueven por la red". Por ejemplo: "La conmutación basada en criterios [policy-based routing] se desarrolla a través de una central de conmutación [router] que permite a la compañía decidir qué contenidos fluyen rápido, qué contenidos fluyen despacio, qué programas informáticos se permiten y cuáles no". Las compañías de servicios de cable pueden hacer que sus contenidos preferidos se muevan deprisa mientras que el de sus competidores es ralentizado.

AOL-Time Warner supone la mayor amenaza a la libertad de Internet en este aspecto. Time Warner tiene un enorme archivo de contenidos propios -artículos de prensa, películas, dibujos animados, música-; AOL controla el acceso a Internet de decenas de millones de personas a través del software de su propiedad y Time Warner es uno de los grandes operadores de cable. Lessig apunta que "esta integración vertical crea los estímulos más desfavorables al mantenimiento de la apertura en la red". Pero si el futuro de Internet está en peligro no es sólo por las compañías de servicios de cable. La aplicación de leyes de copyright cada vez más restrictivas -que exceden en muchos casos de la protección legítima- añade peligro a la libertad de Internet y a su desarrollo tecnológico. En Internet, la influencia del copyright es, en potencia, mucho más insidiosa y penetrante de lo que parece. Si usted pone un dibujo de Mickey Mouse en su página web personal, como puede imaginar, Disney no le va a perseguir; si su sitio web es una parodia sabe incluso que la Primera Enmienda [a la Constitución de Estados Unidos] le protege contra las demandas de derechos de copyright. Pero la compañía podría perseguir a su proveedor de Internet pidiéndole que quitara esa página que infringe sus derechos para evitar enfrentarse a una demanda judicial. Tales peticiones, formuladas mediante requerimientos de cese de actividad ["cease-and-desist letter"], son habituales y tienen un efecto aterrador sobre la creatividad y la discusión en Internet.

Las crecientes protecciones de copyright -impulsadas por el agresivo colegio de abogados de derechos de copyright o por los dueños de esos derechos, como Disney y los estudios de cine- están limitando cada vez más la capacidad de los usuarios de Internet para diseminar información e ideas en la red. Como hacen inservibles algunas tecnologías que se basan en varias formas de copiado electrónico.

Quedan oportunidades de reintegrar la libertad en Internet y expulsar a los controladores. Para hacer crecer la competencia entre los monopolios del cable, dice Lessig, el Estado podría proveer Internet de alta velocidad sin cables. Lessig sugiere una nueva legislación que imponga reglas de transporte común en servicios de cable, para que las empresas no puedan hacer discriminaciones en favor de sus contenidos preferidos. Propone también limitar la validez y la duración del copyright en favor del dominio público y propone que se obligue más a menudo a dar licencias de uso sobre los contenidos que conservan el copyright (que permita a quienes no sean sus propietarios su uso a cambio de un canon).

Pero Lessig se confiesa escéptico sobre las posibilidades de lograrlo. Pese a que es un fan de las tecnologías de Internet, reconoce que las ventajas de una tecnología son sólo potenciales: cómo se desarrolla de hecho una tecnología depende además de arreglos legales y políticos, del equilibrio de poderes de la sociedad. Y ahora, dice, "los poderes de los que quieren cambiar Internet son mucho mayores que los de quienes quieren conservar" sus libertades.


(*) Russell Mokhiber es editor de Corporate Crime Reporter, con sede en Washington D.C. Robert Weissman es editor de Multinational Monitor, con sede en Washington, D.C. Ambos son coautores de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on Democracy (Monroe, Maine, Common Courage Press, 1999).


(c) Russell Mokhiber y Robert Weissman
© por la traducción: Remo Fernández Carro.



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