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29 de julio del 2002 |
El sombrero y él
Eduardo Galeano
Cuando se ponía su sombrero, el poeta Manuel Zequeira se miraba al espejo y no veía nada más que el sombrero puesto.
Con el sombrero puesto, el poeta invisible se metía en cualquier casa y besaba mujeres ajenas, y en las tabernas comía de todos los platos y vaciaba todos los vasos de ron. Y en los días de julio, cuando La Habana hervía de calor, se echaba a caminar por las calles, sin más ropa que el sombrero, y no prestaba la menor atención a la gente que lo apedreaba. Mientras no tocaran el sombrero, no le importaba. Aquel sombrero, que deambulaba en el aire, era la única parte de él que no iba a morir cuando él muriera. |
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