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La insignia
20 de julio del 2002


Trabajo inmaterial, antagonismo obrero y multitud


César Altamira
La insignia, julio del 2002 (*).


Que el libro Imperio haya revolucionado al conjunto del mundo intelectual; que se haya convertido en una suerte de manual de operaciones para los militantes de los movimientos antiglobalización, como en otro momento lo fue el texto de El socialismo y el hombre en Cuba de Ernesto Guevara o el Manual de la guerrilla urbana de Carlos Marighela, ya pocas dudas caben.

Cuando la Harvard University Press publicó Imperio en marzo de 2000 resultaba inimaginable para sus editores la influencia y la fuerza proyectiva que el texto alcanzaría con el tiempo. La actualidad del libro de Negri y Hardt se asienta en una cuestión fundamental para la acción política y su reflexión teórica: la delimitación de las fronteras de la acción política a la hora de la mundialización que vivimos. La pregunta que subyace en los autores es si ¿puede uno plantear la lucha contra la mundialización tras los límites que marca el estado-nación moderno, y proponer al mismo tiempo la libre circulación de la fuerza de trabajo en el ámbito mundial, la existencia de un salario mundializado así como la apropiación y distribución del saber a escala mundial, como preámbulos a la instauración de una ciudadanía mundial?

En la matriz de Negri y Hardt resulta necesario superar la perspectiva nacional, de la lucha antiimperialista, propia de la época leninista, y transitar una etapa donde las luchas deben traspasar definitivamente las fronteras nacionales para convertirse en luchas sustancialmente mundializadas contra el Imperio. Para Negri y Hardt hemos entrado desde fines de la década de los 80 en una nueva etapa del capitalismo a escala mundial, donde el mundo capitalista se ordena según nuevas reglas y nuevas normas que el poder constituido construye para hacer frente a la nueva modalidad hegemónica del trabajo, el trabajo inmaterial, el trabajo cognitivo.

Para Negri y Hardt se trata de dar cuenta de la transición de la sociedad fordista a la sociedad posfordista de nuestros días. Transición que encierra una fenomenología múltiple: dualización social, trabajo inmaterial, revolución en las comunicaciones y en la producción, producción de mercancías personalizadas, desterritorialización de la producción, flexibilización laboral etc. Para superar el peligro reduccionista que subyace en el intento de organizar esta diversidad, dejando de lado la novedad radical que esta transición impone, Negri y Hardt incorporan aquella tesis central del autonomismo que subordina la dinámica del capital al comportamiento del sujeto antagónico, propuesta que le otorga totalidad a la problemática a debatir.

En efecto, se trata de invertir la polaridad en el análisis de la sociedad capitalista; es decir no comenzar por el capital, como aún lo continúa haciendo el marxismo ortodoxo en sus distintas variantes, sino partir de la constitución de la subjetividad obrera y sus luchas rescatando la idea de que lejos de ser un elemento pasivo de los designios capitalistas, el trabajador es de hecho el sujeto activo de la producción. Para la época que nos incumbe, se trata de la fuente de la innovación, la cooperación y la calificación, de la cual depende el capital. Imperio supone entonces una potencial libertad o autonomía del movimiento obrero con relación al poder de dominación del capital. Implica el reconocimiento de una potenza cuya manifestación se renueva de manera permanente en la recreación constante de las luchas obreras con el capital. No será el capital quien otorgue la impronta de clase a los trabajadores, sino que en la lectura de Negri -siguiendo la tradición de E.P. Thompson-, será la lucha de los trabajadores lo que los constituye como clase. En ese gran relato, la sociedad postfordista es el producto de la compleja ingeniería social que el capital puso en marcha luego de los 70 para redimensionar y desestructurar la fuerza política y social de la clase trabajadora, que lo había precipitado a su crisis. Bajo este telón de fondo Negri y Hardt avanzan en el análisis crítico de la sociedad capitalista de fin de siglo.

Si alguna característica puede asignársele al pensamiento de A. Negri es la permanente modificación del marco de análisis en el intento de adaptar sus investigaciones a las necesidades y desarrollo de los movimientos sociales contemporáneos. Por lo que las dinámicas de lucha ejercieron una fortísima influencia sobre sus indagaciones e interrogantes. En ese sentido la teoría del sujeto político, ligada estrechamente a la de la organización política, adquirió importancia en Negri después del otoño caliente italiano, cuando la clase obrera se convirtió en el sujeto activo de la etapa, mientras proyectaba una nueva sociedad a partir de la nueva dinámica que asumían sus necesidades y deseos. Esta concepción implicaba de hecho asignarle a la clase obrera un papel de sujeto activo, de sujeto del poder en oposición a aquella idea que veía a una clase sujetada por los más diversos mecanismos de dominación y que la convertían en sujeto pasivo. En este sentido el Negri del 68 representó una ruptura con el marxismo crítico de la Escuela de Frankfurt.

En efecto, ya que para la teoría crítica el momento primario estaba referido a la investigación como núcleo de la teoría, y en consonancia con la idea de una sociedad capitalista que se edificaba alrededor de las contradicciones internas de la propia lógica del capital, todos los esfuerzos teóricos debían direccionarse a la crítica al capital,. El obrerismo italiano, aunque participaba en cierta forma de esta lectura crítica, había comenzado a diferenciarse a partir de su aporte vinculado a la categoría composición de clase. Mientras la escuela crítica -de conformidad con su lógica- construyó el programa proletario luego de haber realizado la crítica al capital, el proceso de masas del 68 interpeló a Negri de una manera tan violenta que provocó la inversión del análisis crítico en su investigación: el marxismo crítico se vio reemplazado por un marxismo proyectual. En esta perspectiva el proyecto dejaba de estar subordinado a la crítica; ahora era ésta, la crítica, la que se subordinaba al proyecto. Dicho de otra forma, el proyecto de la clase obrera como sujeto histórico subordinaba la lectura crítica, entendida como la lectura objetiva de las contradicciones capitalistas y tendencia histórica de la sociedad.

Es en este momento que Negri abandona la dialéctica para abrazar al antagonismo. En la medida que la dialéctica (hegeliana), incluso la dialéctica negativa de Adorno, culmina con una negación que mantiene, sustituye y/o preserva aquello que es sustituido, sobreviviendo a su supresión, culminará siempre en una suerte de resurrección. Negri reemplazará este elemento supersticioso de la negación dialéctica por una negación no dialéctica apoyado en Spinoza. La clase obrera según Negri tiene su propia lógica que es una lógica no dialéctica sino de antagonismo, de separación. La lógica que caracteriza la dinámica obrera no busca controlar su opuesto (como lo hace la lógica dialéctica el capital) sino destruirlo y así alcanzar su liberación. En la lectura de Negri en el capitalismo existen dos lógicas diferentes correspondientes a dos clases diferentes y opuestas: la lógica dialéctica del capital y la lógica antagónica de la clase obrera. En la lucha antagónica de los dos polos la supervivencia de uno de ellos significa la muerte del otro. Negri retomará en Imperio el análisis que ya anteriormente había comenzado en Marx Beyond Marx.

En el contexto de Imperio "la dialéctica capitalista entre fuerzas productivas y elsistema de dominación ya no tiene un lugar determinado. El objeto de la explotación y dominación no se detiene en los actividades productivas específicas sino que incorpora la capacidad universal de producir es decir la actividad social abstracta y su poder de conjunto" El trabajo abstracto es una actividad sin lugar determinado: conjunto cooperativo de manos y cerebros, mentes y cuerpos. Incorpora la no pertenencia y la difusión social creativa del trabajo vivo. Deseo y lucha de multitud de trabajadores flexibles y móviles. El capitalismo ha entrado en la época de la subsunción real del trabajo por el capital. La fábrica ha dejado de ser el lugar por excelencia de la producción de valor.

La pregunta que se hace Negri en este contexto es ¿de dónde proviene la resistencia en una sociedad donde el capital todo lo invade? ¿de dónde proviene la resistencia si no hay exterioridad?. Nuevamente será Spinoza quien proporcione la respuesta. Negri encuentra en Spinoza la provisión de una ontología inmanente sin exterioridad, donde la práctica deviene en constitutiva de lo real y, en el contexto que nos ocupa, simultáneamente de la soberanía. La multitud (nuevamente Spinoza) aumenta su poder creativo en la comunión de las relaciones establecidas en las multitudes cooperantes, para tomar palabras de Negri y Hardt . Pero si en Spinoza no hay derechos separados del poder, el derecho estará determinado por la potencia de la multitud. Nos enfrentamos entonces a una descripción de la materialidad esencial de la política en función de relaciones de fuerzas (potentia vs potestas), de manera similar al papel creativo jugado por las masas en la constitución de la propia soberanía. Pero si los derechos no se encuentran separados del poder, simultáneamente se produce la negación de toda pertinencia del individuo como agente político aislado y en ese momento la dimensión colectiva de la potentia se pone en evidencia. La multitud es la depositaria de la soberanía.

No hay soberanía delegada. Implica negar en este acto toda trascendencia (kantiana) de la soberanía, ya que la potencia de la multitud es la condición material del derecho. Negri transita una línea de pensamiento que transcurre por Maquiavelo, Espinosa y Marx en contraposición a aquella otra clásica que atraviesa a Hobbes, Hegel y Marx. A partir de una relectura de la historia del concepto de soberanía Negri y Hardt ponen al día la potencia constituyente de la multitud. Concepto que por lo demás no es nuevo. Hobbes hablaba también de multitudes, pero la entendía como categoría posible de atar al cuerpo de la soberanía, trastocándola bien en el pueblo, ya como antiestado. Por el contrario en la tradición spinozista la multitud es ese conjunto inmanente de individualidades activa que siempre escapa a la posibilidad de algún sujetamiento, como ocurrió con la forma pueblo por el estado nación. La soberanía moderna se define, según Negri y Hardt, por el continuo conflicto entre el plan de las fuerzas inmanentes de deseo y cooperación de la multitud y la autoridad trascendente que busca contener esas fuerzas para imponerle su orden.

El potencial revolucionario de la multitud reside precisamente en no dejarse asir o maniatar por ese orden, sea nacional o imperial, jerárquico o rizomático, al que ella por lo demás le proporciona legitimidad..Nunca como hoy la problemática negriana se nos hace tan presente a partir de los movimientos asamblearios y los intentos desesperados de un progresismo caduco y anacrónico que busca a toda costa su integración a las instituciones estatales de la disciplina y el control. De verdad se trata de un progresismo que jamás consideró la respuesta popular como fuerza de oposición autónoma con respecto a las instituciones capitalistas, ni mucho menos como expresión de una potencia, que de manera autónoma, manifestara su propia ética y proyecto de civilización. Al contrario, este progresismo adhirió siempre a una respuesta inserta en los límites marcados por el compromiso político con el Estado.

Por lo demás Negri no diluye el concepto de clase tras la categoría multitud. Esta está efectivamente presente en la medida que la multitud es el sujeto por excelencia de la explotación capitalista moderna. Quienes ven en Imperio el languidecimiento de las clases confunden, una vez más, fuerza de trabajo y clase. Cuando Negri y Hardt hablan de multitud están tentando determinar el nuevo proletariado ligado a un nuev tipo de centralidad del trabajo, el trabajo vivo, el trabajo inmaterial. Se trata de un proletariado distinto al trabajador industrial, al obrero fordista, pluralidad de sujetos, de un movimiento donde las singularidades cooperativas se producen en el trabajo, en la medidad que está mediado por redes de conexión comunicativas y lingüísticas. Rescatar las nuevas modalidades de trabajo significa pensar en nuevas composiciones de clase y por tanto en nuevas formas organizativas del trabajador moderno para el desarrollo de su actividad política, para la revuelta. Si bien el trabajo material sigue siendo extremadamente importante y prevaleciente en términos cuantitativos en la mayor parte del mundo, el desarrollo teórico de Negri y Hardt es portador de un excelente anticipo teórico que permite pensar y delinear los próximas enfrentamientos.

La caída del Muro en 1989, junto a la subsunción real del trabajo por el capital proporcionan el marco, según Negri y Hardt , para el nuevo sistema llamado Imperio. Si el imperialismo clásico de Lenin se estructuró sobre la expansión de uno o un conjunto de estados nacionales, el Imperio como sistema carece de centro territorial de poder. El Imperio es la constitución del mercado global, es decir la conformación del comando del capital y del orden jurídico que los sustente. Es un aparato descentralizado y desterritorializado de gobierno que integra progresivamente el espacio del mundo. Ya no será posible hablar de relaciones coloniales a expensas de los pueblos. Más allá de la existencia, la pertinencia y la importancia, reconocida por ambos autores en posteriores entrevistas, que todavía hoy conservan los países del llamado tercer mundo. Se constituye una nueva lógica de dominación que pivotea sobre las elites gubernamentales norteamericanas, las grandes empresas financieras y productivas multinacionales enfrentada por la reacción de los representantes de los explotados y excluidos.

La constitución del Imperio en la lógica negriana representa la reacción capitalista a la crisis de los viejos sistemas que sirvieron para disciplinar la fuerza de trabajo a escala nacional y mundial. Estamos ante una nueva etapa de enfrentamientos entre también nuevos polos antagónicos: la multitud y el imperio. En el marco de esta lucha las deslocalizaciones del capital, la flexibilización de la fuerza de trabajo y el dinamismo que adquieren las migraciones derivan en el languidecimiento del estado nacional. Si éste se muestra impotente para poder controlar el devenir antagónico de las multitudes, menos aún podrá cumplir su tarea allende las fronteras. Por ello asistimos igualmente a la conformación de grandes bloques regionales: NAFTA, UE, MERCOSUR y los intentos del ALCA. Cada vez más los elementos ligados a la circulación de mercancías y servicios inmateriales, a los problemas de reproducción de la vida pasan a ser centrales. El poder que intente seguir este derrotero vital debe adecuarse a ello; lo importante no es desde donde se ejerce el poder sino la forma como se lo ejerce. El Imperio resulta ser simplemente capitalista; es el orden mundial del capital colectivo que se estructura sobre nuevas bases de dominación. Si el estado nación requería de dispositivos disciplinarios para organizar el ejercicio del poder y el consenso, construyendo dinámicas de integración productiva -la relación salarial fordista, base de la integración social ciudadana-, el imperio desarrolla políticas de control que invaden todos los aspectos de la vida, en la medida que el capital invade todos las áreas de vida.

El tiempo de vida tiende a coincidir con el tiempo de trabajo. A medida que la producción se transforma en producción intelectual, inmaterial las relaciones entre el trabajo y sus expresiones se vuelven inmediatas. No se precisa ya de nadie que proporcione instrumentos de trabajo; cada cual es portador consigo de su cerebro que es el instrumento. Los instrumentos de trabajo se forman más bien a través de la cooperación que a través de anticipos capitalistas bajo la forma de dinero o de medios. En ese contexto el anticipo de los medios por el capitalista pierde importancia. Es la multitud la que se apropia de su trabajo, sin necesidad del capital. En la era de la biopolítica (Foucault) el poder se manifiesta como biopoder: no se trata sólo de regular los intercambios en los espacios mundiales sino buscar reglamentar directamente la naturaleza humana, es decir construir y ejercer el biopoder. Si el trabajo se ha expandido a la sociedad, si la fábrica moderna adquiere las características de fábrica difusa donde la vida, la educación, el trabajo asalariado, la formación y la cooperación social están todos sujetos a la explotación, entonces de lo que se trata es del ejercicio del bíopoder que se monta sobre esta explotación global.

Estamos ante una nueva modalidad de explotación del trabajo, un nuevo tipo de plusvalía que exige una nueva teoría de las subjetividades que necesariamente deberá incorporar las prácticas propias del trabajador inmaterial: conocimiento, comunicación y lenguaje. Avanzar en esta perspectiva de análisis crítico nos permitirá poner en el centro del huracán el estudio del nuevo régimen de acumulación abierto. Resulta casi inútil hablar hoy de una globalización de la economía. Se trata en todo caso de comenzar a delinear las formas de organización política, de desarrollo que el capital, de manera conciente, impone a esta nueva realidad. Esta es la tarea a la que nos convoca Imperio.


(*) Enviado por Peter Baunman.



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