Berna Wang: Daría cualquier cosa por saber

La volví a ver una noche de invierno a la salida de los cines Alphaville. Iba con un grupo de amigos y pasó de largo. Se había cortado el pelo y bajo el flequillo sus ojos parecían más grandes. Estaba muy guapa. Yo sabía que a ella le gustaba el fútbol, y a mí me gustaba ella, así que me acerqué y le dije: Hola, ¿te acuerdas de mí?, soy Roberto. Y después: Mañana he quedado en el Palentino con Javi y Suso para ver el partido, ¿te vienes?

Bueno, dijo ella.

Javi, Suso y yo pedimos unos botellines de cerveza y nos sentamos en la primera mesa, cerca del televisor. Ella se sentó a mi lado y miró el partido distraída. Se había pedido un café con leche que se le fue enfriando sobre la mesa sin probarlo, sin haberle echado siquiera el azúcar. Salió varias veces a la calle a llamar por el móvil. Una de ellas mi mirada la siguió. Estaba muy guapa tras los cristales empañados, en el rectángulo de acera iluminado por la luz de neón del bar, con su abrigo negro y el flequillo corto y rubio sobre la frente. Al volver le brillaban los ojos.

Esa noche me llevó a su casa e hicimos el amor sin hablarnos. De madrugada, cuando me iba, le dije: Daría cualquier cosa por saber dónde estás ahora mismo, princesa. Me miró sonriendo, con los ojos entornados.

La esperé el sábado siguiente y al otro.

Ayer por la mañana quedé otra vez en el Palentino, con Javi y con Suso, para ver el partido. Pedimos unos botellines y nos quedamos en la barra, discutiendo a gritos con Dani y con Ortega y más gente del barrio cuál de los equipos tenía más posibilidades de ganar. A la media hora de empezar el juego sonó mi móvil. Salí afuera y el sol del mediodía me deslumbró. ¿Sí?, dije. Hola, soy yo, ¿qué haces?, dijo ella. Viendo el fútbol, respondí, ¿y tú? Pues lo mismo, aquí, con unos amigos, en un hotel de Sevilla.

Daría cualquier cosa por saber dónde estás ahora mismo, princesa.