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16 de julio del 2002 |
A fuego lento El divertidísimo reino de la mediocridad
Mario Roberto Morales
El 9 de julio regresé a Querétaro después de recorrer de nuevo Morelia, Quiroga, Tzintzuntzan, Santa Clara del Cobre, Pátzcuaro y Janitzio, en el Estado de Michoacán. Durante la cena, mi buen amigo Robert Krueger, quien dirige la sección mexicana del programa internacional de la University of Northern Iowa, para la que trabajo (este verano no fui a Santiago de Compostela sino a Santiago de Querétaro: me persiguen los Santiagos), mencionó de pasada algo que nos llevó a una entusiasta plática que se prolongó durante el almuerzo de hoy en el apartamento que los profesores de la UNI tenemos al lado del Instituto Tecnológico de Monterrey (Campus Querétaro). El asunto que Bob mencionó fue el de su idea (ya tratada por mí en este espacio dándole el debido crédito) del "intelicidio" (o asesinato de la inteligencia) como objetivo de la educación para el Mercado.
La razón por la que nos vimos envueltos en una conversación intensa no fue tanto lo relativo al intelicidio, que compartimos plenamente, sino porque yo llevé el asunto hacia algo que me ocupa la mente desde hace algún tiempo como resultado de mi experiencia docente en Estados Unidos. Me refiero al hecho de que en el espacio de la educación mercantilizada, la actividad docente se mueve más en torno a intereses de poder para otorgarse un espacio hedonista a lo high fashion, que en razón de la formación de seres humanos capaces de explicarse a sí mismos y a los demás las causas de que el mundo sea como es en un momento histórico dado. De modo que las luchas por el control de los contenidos de las tesis, del acaparamiento de las asesorías de estudiantes de posgrado, de la influencia en las modificaciones curriculares, de la organización de congresos y publicaciones, responden, más que a la calidad científica, al simulacro academicista de "objetividad" que se apoya en el aparato paratextual de citas, notas y bibliografías que hacen del discurso académico un vistoso cuanto efímero fuego fatuo. Obviamente, este ejercicio academicista no se encuentra en manos de los intelectuales más lúcidos en su campo de estudio (que por lo general rehuyen las tareas del poder: es decir, las administrativas, porque les roban precioso tiempo para la investigación y la escritura), sino en un ejército de genuinos diletantes especializado en la burocracia académica, que se ha enquistado en el sistema educativo instaurando en él un reino de la mediocridad que, navegando con bandera progresista y "de izquierda", de hecho constituye un bastión del neoliberalismo y de su educación intelicida, pues su actividad (y la actividad en la que embarcan a los estudiantes que acaparan) está inspirada y dirigida a la mayor gloria de un concepto y una práctica intelectuales desligadas de la contribución al cambio social y centradas en el aburrido solipsismo autorreferencial que pregona el Mercado en materia educativa y que ya ha hecho serios estragos en la juventud. Así, la asignatura que más se hace odiar en la escuela estadounidense, me dice Bob Krueger, no es la matemática sino la historia, porque si un estudiante ignora la historia es incapaz de aprender del pasado y se torna un ser maleable ante a los intereses del Mercado, para el que existen en el mundo, agrega, demasiados talentos artísticos, intelectuales, políticos y científicos como para que le sean útiles a su ideal consumista. Por ello se empeña en bajar la calidad de todo: del arte, la literatura, la ciencia y la política. Y por eso, le digo, la pintura mejor valorada es la decorativa, la literatura más vendida es la light, la "ciencia" más rentable es la que hacen los intelectuales "posmo" y los neoliberales, y la política más cotizada es la realpolitik, es decir, la que, afirmando no tener ideología, practica un exclusivista pragmatismo reaccionario. Ante este reinado de la mediocridad, que se propone como la utopía realizada, le digo a Bob, a los jóvenes no les queda sino el suicidio (cargándose antes a sus compañeros y maestros, claro). Y hay muchas maneras de suicidarse, agrega él, como por ejemplo valorar no estudiar, ignorarlo todo, rasgos que caracterizan a la juventud víctima de la educación intelicida y sólo presta a divertirse hasta morir, pues le han dicho que el futuro es el presente y que sólo puede aspirar a más de lo mismo, y no a cambiar nada. |
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