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6 de julio del 2002 |
A fuego lento Larga vida al flaco
Omar Sposito
Existe en Argentina una creencia que perdura en algunas personas y que es seguramente cierta: Carlos Gardel no pudo nacer en Toulouse por la sencilla razón de que se trataba de un extraterreste. Yo adhiero a esta teoría. Sé que para algunos materialistas a ultranza semejante afirmación puede parecer débil e incluso deleznable. Esos no han escuchado bien el canto eterno del zorzal intergaláctico.
Debo reconocer sin embargo que alguna vez he dudado de lo bien fundado de esta afirmación. Ahora bien, no me cabe la menor duda del carácter estelar de otro gran músico argentino cuando me refiero a Luis Alberto Spinetta, familiar para todos los argentinos e ignorado por el resto del planeta, lo que es una verdadera lástima. Spinetta fue un adolescente prodigio: antes de cumplir 20 años ya había grabado en Argentina. Hasta hoy cuenta con 33 discos, comenzando con el primero,"Almendra" hasta el último "Silver Sorgo", todos de una calidad musical y poética extraordinarias. Nunca cedió el "Flaco" (así le llamamos) a la facilidad. Es un músico oculto, simple y misterioso a la vez. Yo tuve la suerte de verlo en vivo varias veces. La primera en 1973, en una discoteca con otras cien personas. Dos años más tarde en un estadio de fútbol parcialmente ocupado. En 1995 en otra discoteca en Buenos Aires (unas 2000 personas). Es por eso que cuando me enteré de que venía invitado por el Ayuntamiento de Toulouse (Festival "Río Garonne") desde París -en donde vivo- reservé tren y hotel con un mes de antelación. Era un concierto al aire libre previsto para el 27 de junio. Llegó el día tan esperado con alerta de tormenta y efectivamente, cuando aún no había terminado de tocar Javier Malosetti (sólido bajista argentino,primera parte del concierto) se desató un temporal que obligó a suspender el evento. Desesperación de unos cincuenta argentinos y allegados que estábamos allí. Nos acercamos a las míticas carnes del Flaco pidiéndole que por favor tocara en otro lado. Parecía dolido, y dijo "no sabés el dolor que tengo acá", tocándose el corazón. Su buena voluntad y la eficacia de un par de organizadores hicieron que tarde en la noche, el propietario de un bar de salsa diera el sí. Llegamos así incrédulos y empapados y esperamos pacientemente la llegada de Spinetta que nos regaló (en quinteto) una hora y media de su música acariciante y tensa, única en los humanos parajes, ante la sorpresa de los parroquianos locales que nos preguntaban "c'est qui? c'est qui?". Curiosamente el matutino porteño "Clarín", que aparentemente cubría el festival, publicó en sus líneas un artículo que afirmaba que Spinetta había tocado al aire libre y que había sido un gran éxito: veo aquí otra prueba cabal del carácter extraplanetario de nuestro héroe, capaz de actuar en varias dimensiones al mismo tiempo. Sea como fuere la cosa, por su calidad musical, por su calidez humana, por todos estos años de gente... larga vida al Flaco. |
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