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2 de febrero del 2002 |
Entrevista con Wolf Singer «Un cerebro que conoce es diferente de un cerebro ignorante»
Antonio Calvo Roy
Madrid.- Wolf Singer, es, desde 1980, director del Instituto Max Planck para la Investigación del Cerebro, en Fráncfort (Alemania). Ha sido presidente de la Asociación Europea de Neurociencia y acaba de concluir el tratado Los fenómenos del conocimiento y la consciencia desde una perspectiva neurobiológica. Este científico alemán, de 58 años, ha inaugurado el ciclo de conferencias sobre mente y cerebro que se celebra durante este trimestre en el museo de ciencia Cosmocaixa (Alcobendas).
Pregunta. Hace cien años, Cajal cambió la manera de ver el cerebro. ¿Estamos ahora en el umbral de un nuevo cambio? Respuesta. Sí, yo creo que actualmente se está produciendo un cambio de paradigma en el modo en que lo analizamos. La noción clásica asegura que el cerebro es un sistema que procesa información, que necesitaba estímulo para ser activo. Todo sucede a través de una secuencia lineal de operaciones que comienza en los órganos de los sentidos y que continúa hasta llegar a estructuras de alto nivel. Ahora lo que sabemos es que el cerebro no está organizado así. Es un sistema altamente distribuido que ejecuta muchísimas funciones analíticas y de mando de forma paralela. No hay un único centro coordinador. P. ¿Entonces, cómo se coordina la información? R. Uno de los cambios de paradigma es que ahora ya no analizamos los elementos a título individual, uno a uno en esa jerarquía de procesos, sino que analizamos las relaciones entre todos los componentes, y para eso hace falta un enfoque totalmente diferente. Hay que hacer mediciones en múltiples lugares simultáneamente y luego analizar la coordinación temporal precisa de todas esas relaciones. A eso es a lo que me dedico en el laboratorio. Seguimos la hipótesis de que esa interrelación entre los múltiples procesos se consigue a través de una sincronización precisa de actividad rítmica, o sea que la correlación neuronal de un objeto visual es la actividad simultánea y sincronizada de un enorme número de neuronas distribuidas en diferentes lugares del cerebro. Si se trata, por ejemplo, de un perro que se mueve, ladra y enseña los dientes, habrá actividad en una serie de zonas que analizan las emociones, otras la expresión facial del perro, otras el sonido, otras la relación del animal con respecto a otros objetos... Todas esas cosas se tienen que interrelacionar para saber qué tienes enfrente. P. ¿Una neurona para cada cosa? R. No, la gran ventaja de este código tan distribuido es que antes necesitabas una neurona para un vaso, otra para una copa, un cenicero... múltiples neuronas para múltiples objetos. Pero ¿qué se hace con un nuevo objeto? Al no tener una célula nerviosa de representación para ese objeto, no sabes qué hacer. Con este nuevo sistema dinámico puedes asociar neuronas que codifican componentes relativamente sencillos como la transparencia, el color negro o la forma redonda, de manera que de forma aleatoria se pueden interrelacionar según el contexto. De esta manera, para codificar una taza de café se utilizan las neuronas que codifican la forma, el olor, el color, todo se une para dar lugar a una descripción distribuida. P. Entonces, ¿qué es y dónde está la consciencia? R. Hay diferentes niveles de conciencia. El más simple lo tienen también los animales y se trata de la capacidad de ser consciente de tus propios sentimientos, pensamientos, acciones. Pero no es suficiente explicar la autopercepción como agente libre autónomo para explicarlo todo. Pienso que la connotación superior de consciencia, ser consciente de uno mismo como persona libre, responsable, etcétera, es consecuencia del entorno cultural, y para eso hacen falta al menos dos cerebros que sean tan complicados como el nuestro. P. Cada vez se descubren nuevas posibilidades del cerebro de algunos animales. ¿Son tan parecidas nuestras mentes? R. Hay cosas que ellos no pueden hacer, por ejemplo, establecer una buena teoría de la mente. Los chimpancés un poquitín, pero es como si fuera la mente de un niño de dos años. Son incapaces de desarrollar códigos simbólicos abstractos con un contenido determinado, y el lenguaje de signos que pueden aprender es realmente pobre. Ese debe ser el motivo por el cual no han desarrollado una cultura. Nosotros tenemos mucha más corteza cerebral, y lo interesante del cerebro parece estar justamente en cómo se conectan entre sí las neuronas de la corteza cerebral. Una sola neurona recibe unos 20.000 estímulos de otras células, y la mayoría viene de la corteza cerebral. Cuando nace, el cerebro ya es muy rico en información, porque a través de los genes recibe una gran cantidad de conocimientos; ya están ahí los programas que te permiten hacer preguntas al mundo. P. Antes se decía que el futuro de cada uno estaba escrito en las estrellas y ahora se dice que está escrito en los genes ¿Está de acuerdo? R. Si se trata de saber qué es lo que se aprende, lo cultural, y qué está en la naturaleza de uno mismo, la pregunta está mal planteada porque el genoma no está nunca solo sino dentro de un entorno que le dice qué tiene que hacer. El genoma actúa por el diálogo que se produce con su entorno, no existe un genoma aislado. Lo mismo podemos decir del desarrollo del cerebro, que desde el nacimiento hasta la pubertad establece nuevas conexiones, de manera que la arquitectura se va formando durante esa época, pero con la influencia del entorno. Por otra parte, hay otro problema relacionado con el proyecto genoma: los científicos que no participan en él, que no reciben dinero de ahí, no entienden por qué se está dando tanto bombo a algo que en realidad es un trabajo industrial. Una vez que estén las secuencias ¿qué tienes? Lo más interesante del genoma es la relación entre sus componentes, la dinámica del proceso de lectura, ya que se trata de una red muy compleja de interacciones que aún no se entiende. P. ¿Es capaz la mente de comprenderse a sí misma? R. No lo podemos saber y, de hecho, es una cuestión sin resolver. ¿Si lo conocemos todo lo comprendemos todo? A medida que adquieres conocimiento cambias; un cerebro que conoce es diferente de un cerebro ignorante, así que es posible que siempre nuestro cerebro esté un poquito por delante de nosotros. P. Hace dos años se publicó una investigación que aseguraba la regeneración neuronal, algo que acaba de ser desmentido por otra investigación. ¿Qué opinión tiene de ello? R. No es mi campo de especialización, pero no hay duda de que en ciertas partes del cerebro, por ejemplo en el hipocampo, hay auténtica neurogénesis, hay células madre que se diferencian en neuronas. Sin embargo, hay muchas evidencias negativas en relación con esto en el neocórtex. Tiendo a creer que no debe haber demasiada neurogénesis en una corteza adulta. P. ¿Eso invalida las terapias cerebrales con células madre? R. Hay sistemas en el cerebro en los que la conectividad no es tan importante, como por ejemplo el sistema dopaminérgico o colinérgico, que participan un poco en la enfermedad de alzheimer, u otros que tienen que ver con el parkinson. Estos sistemas son como duchas de productos químicos, una serie de proyecciones difusas y extendidas que hacen sinapsis sin importar tanto dónde se establecen. Probablemente esos se regeneran mejor incluso con terapia de células madre. |
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