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23 de febrero del 2002 |
Contra la censura académica «de izquierda» (I)
Mario Roberto Morales
La entusiasta acogida que está teniendo en este país el libro Stoll-Menchú: la invención de la memoria (Guatemala: Consucultura, 2001), coordinado por quien esto escribe, demuestra que el hecho de que la izquierda políticamente correcta, ligada a financiamientos de la cooperación internacional, haya censurado e impedido la publicación del libro de David Stoll, Rigoberta Menchú y la historia de todos los guatemaltecos pobres, despertó una inmensa curiosidad por leerlo y averiguar qué tan terrible era lo que su autor decía, supuestamente en contra de la Premio Nóbel. Ahora que ese libro se puede obtener en español en: www.middlebury.edu/~dstoll, de seguro será leído por gran cantidad de guatemaltecos sanamente curiosos.
Es de esperar que su lectura lleve también a leer o releer el testimonio de Rigoberta Menchú, escrito por Elizabeth Burgos, a fin de que la gente se forme criterios propios sobre este asunto, alejados de la diatriba que quienes construyeron sus carreras docentes sobre una interpretación bipolar y simplona de la interetnicidad guatemalteca, han azuzado; para hacer esto, los azuzadores han promovido la censura "de izquierda" (es decir, la calumnia) en contra de Stoll y también en contra mía, por el "pecado" de haberlo invitado a un panel de la Latin American Studies Association (LASA) en el año 2000 y por haber decidido publicar el libro que ahora circula en Guatemala, abriendo una discusión que los académicos neomacartistas han tratado a toda costa de evitar. A todos los contribuyentes de este libro nos parece que el planteo general de Stoll es discutible en muchos aspectos, pero que los señalamientos críticos deben rebasar el seudo argumento de que su investigación es malintencionada porque sólo así se explica que haya dedicado tanto tiempo a buscar inexactitudes en el relato de Menchú. Aunque su intención fuera la peor de todas (cosa que habría que demostrar), la necesidad de leerlo y debatir sobre sus planteos no queda anulada por esta apreciación moralista. Agitar para que no se lo lea y se le acuse de derechista, racista y agente de la CIA, no constituye la mejor manera de rebatirlo. Para que una crítica a su planteo tenga peso y validez, debe partir de su lectura crítica, no de la inútil pretensión de ignorarlo. Consideré que era necesario traer el debate sobre este asunto a Guatemala, sacándolo de las guerras culturales estadounidenses de campus, en donde solamente sirve para impulsar carreras docentes de yuppies en quienes el contrapunto entre su acomodo pequeño burgués y su muy pública postura "de izquierda" en favor de los desposeídos del mundo, parece provocarles conflictos que ellos drenan por medio de la moralina ideológica de un neomacartismo de subidos tonos estalinistas. La censura "de izquierda", que estamos rompiendo, se concreta mediante el sabotaje a las publicaciones, a las invitaciones a congresos, etc., con la finalidad de imponer el silencio a quienes señalan problemáticas que cuestionan preconcepciones políticamente correctas y, por ello, falsas, por medio de las cuales ciertos profesores carentes de rigor académico y hambrientos de notoriedad fácil, hacen avanzar sus carreras en un medio puritano y conductista que, por ello, encontró en la political correctness una cómoda forma de religiosidad laica (valga el oxímoron), por medio de la cual pueden practicar el puritanismo y el conductismo sin dejar de ser universitarios "progres" y sin que se les identifique con sectores tradicionalmente conservadores. La hora de su desenmascaramiento les ha llegado, desde Guatemala. (Sigue el lunes) |
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