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La insignia
21 de febrero del 2002


La izquierda que tanto amé


Marcos Winocur


Para Hilda Iparraguirre

Introducción

Como a los dioses, a Marx acabó por exigírsele demasiado. El teórico número uno del comunismo había tenido dos momentos cumbre: cuando, brillante panfletario, escribió el "Manifiesto" en colaboración con Engels; y cuando, crítico demoledor, nos dejó "El Capital". Con todo, otorgar al primero de los textos rol de catecismo y al segundo de Biblia fue -lo menos que puede decirse- excesivo. Hoy lo sabemos. Pero hace varias décadas, coincidiendo con el culto a la personalidad de Stalin, la opción sacralizadora se impuso. Claro, se juraba que el marxismo "no es un dogma, sino una guía para la acción". Y de inmediato venía una avalancha de citas de autoridad. De modo que las citas jugaban dogmáticamente a favor de quien las invocara, se imponía la letra. Poco importaban los nuevos tiempos y los contextos muy diferentes de donde habían sido extraídas.

Y así, por miedo a desnaturalizar si se innova, el agotamiento de la reflexión marxista no se hizo esperar y de él dieron testimonio los manuales del PCUS, fieles a repetir machaconamente las mismas cosas, las surgidas de una primera lectura del teórico del comunismo. Era necesario entrarle a Marx de manera creativa. Para los partidos comunistas, después de la muerte de Lenin, resultó una lectura de difícil equilibrio: no perder a los viejos y ganar a los jóvenes, tarea similar a la que tiene por delante la Iglesia desde que convocara al concilio Vaticano II. Por lo demás, de Marx puede decirse lo de Juan Bautista: si éste anunció la venida de Jesucristo como salvador y redentor de la humanidad, Marx hizo lo propio respecto de el proletariado. Pero el capitalismo guardaba una carta en la manga y la jugó: cuanto más se desarrollaba, más recurría a la automatización.

Marx habla del ejército industrial de reserva. Los nuevos tiempos han ido más allá: una proporción de trabajadores desocupados, creciente como la automatización misma, debe olvidarse del regreso al empleo. La desocupación ha pasado a ser un mal crónico de las sociedades industriales, hoy lo reconocen incluso los gobernantes. En esas condiciones, mermadas cada día sus fuerzas, mal podían los obreros industriales colocarse en la cruz para el martirio, a pesar del estilo religioso de las agrupaciones marxistas. ¿Salvar y redimir a la humanidad? Prefirieron en definitiva un objetivo solidario más modesto, la caridad comienza por casa: intentando salvarse y redimirse a sí mismos, el seguro contra el desempleo resulta más realista que la revolución mundial de que había hablado Marx, hecho consigna Lenin hasta tiempo antes de morir, teorizado Trotski y abandonado Stalin.

Mientras tanto, en lugar de estudiar seriamente la estructura de la clase obrera y los cambios sobrevinientes, los marxistas se preguntaban dónde encontrar más Marx que no fuera tan Marx y acabaron descubriéndolo en Marx. Y entonces vinieron en auxilio sus escritos de juventud, bautizados como los "Manuscritos económico-filosóficos", que poca atención habían merecido. En ellos se descubrió un nuevo Marx, casi humanista, listo para oponerse al Marx maduro si así lo estimaban las circunstancias. Desde luego, se interesaron en primer lugar los intelectuales armados de un referente, el mártir de la lucha antifascista en Italia, Antonio Gramsci. Pero quien pegó el brinco fue un comunista francés, Louis Althusser. Como filósofo que era, afirmó:

-Calma, no hay dos Marx, es sólo una ruptura epistemológica.

Esto nunca se acabó por entender, pero sonaba bien y contribuyó a reavivar la discusión. El próximo descubrimiento, siempre en intención renovadora del marxismo, fue la categoría del modo de producción. Tantos que habían leído "El Capital" y sólo encontrado en esas palabras una referencia a la manera de producir, cuando en realidad era mucho más, una categoría. Naturalmente, hubo dificultades para definir su concepto, por ahí andaban las llamadas formaciones económico-sociales reclamando un espacio que al parecer se les quitaba. Era necesario pues profundizar las lecturas de "El Capital". Nada mejor que los borradores elaborados por el autor, los llamados "Grundrisse". Así, pues, nueva exhumación y hubo quienes, gracias a ella, encontraron, en lugar del trillado Marx marxista, un Marx epistémico.

La ortodoxia estaba agotada y las herejías habían ido muy lejos. La vida práctica de la política no tardó en acompasarse con el caos teórico. Estoy hablando de un periodo que abarca la segunda mitad del siglo XX, más exactamente desde el comienzo de la guerra fría a nuestros días. Por el costado izquierdo se salieron los chinos, oficialmente a contar de 1961; por el otro costado, el derecho, lo había hecho Tito en 1948, siendo gobernante de Yugoeslavia y desafiando a Stalin con singular audacia; décadas después por el mismo costado derecho se apartaron los llamados eurocomunistas... hasta que finalmente sobrevino el derrumbe, el impensable derrumbe de la URSS en 1991. Desde entonces la polémica no ha cesado, tal vez ya suene como algo más bien histórico por no decir póstumo. Y sin embargo nos concierne. A pesar de los años transcurridos, aquí nos tienen en pleno duelo como viuda inconsolable que, además, no cesa de preguntar qué mal le dio al finadito, pues, al parecer, nadie lo sabe a ciencia cierta, son todas versiones, y la viuda no sabe qué hacer, a cuál otra Iglesia recurrir.

Pertenezco a una generación que ha encontrado el desencanto a mitad de camino y que trata desesperadamente de no legarlo a sus hijos.

Pero, mundo a la vista, no es tarea fácil.


Boom tecnológico y desempleo

"El horror económico", libro de Viviane Forrester, es un ensayo sobre el mundo que vivimos y el que nos espera. Se ha convertido en bestseller con catorce reimpresiones de su edición en español, años 1997-1999. Se trata más bien del horror al cual nos conduce la economía, allí donde se integran las políticas neoliberales para Latinoamérica, aunque la autora se refiere más bien a los países industrializados, en particular el suyo, Francia. De todos modos, se trata de un fenómeno mundial, al cual nos arrastra la "globalización": el desempleo, la extinción de fuentes de trabajo que, lejos de pertenecer a una crisis coyuntural, refleja la tendencia dominante en la economía. Grandes masas humanas son orilladas del sistema productivo. Este tema no es nuevo, se las ha llamado "población superflua". Este fenómeno resulta peor que la explotación misma, es la caída al vacío donde el horror estalla: "Ganado humano en pie -dice la autora-, depósitos vivientes de órganos para usarlos de acuerdo con las necesidades de los privilegiados del sistema". Y pone como ejemplo la pobreza que en ciertas regiones del mundo conduce a mutilarse con tal de sobrevivir un poco más (155, FCE, 1999). Es la carga que hemos dejado caer en el siglo XXI. Con él tienen cita las corrientes de pensamiento, la gente de todas las tendencias, globalizadores y globalifóbicos. ¿Qué se alcanza a comprender?

Lo más importante para todos es, creo, el boom tecnológico. Veamos. ¿Qué personajes de hoy son estrellas como Maradona, a pesar de su decadencia, Burt Simpson, Ricky Martin o Fidel Castro? Pues... la oveja Dolly o bien Will Gates, el hombre más rico del mundo gracias a la informática. Ahora bien, el boom tecnológico se da dentro de un determinado sistema, el capitalista, vencedor por ko sobre el socialista, cobrándoselas con una política salvaje de privatizaciones. El capitalismo posibilita además una acentuada tendencia a las fusiones de gigantes trasnacionales con el objeto de mejor librar la batalla por el dominio de los mercados. Esto, en el campo de las empresas. Pero la concentración del poder en pocas manos se da igualmente respecto de los gobiernos o ejerciéndose desde manos privadas, es el caso de Osama Bin Laden.

Así lo hemos presenciado en las guerras actuales, digamos, años noventa en adelante, tanto en la llevada a cabo contra Irak, como en el conflicto de Kosovo y la batalla de Afganistán. El poder se concentra en pocas manos en el sentido de manejarse los botones muy lejos de los campos de batalla, determinando la suerte de millones sin arriesgar la propia. Hay quienes afirman: así mueren menos. Cómo no, del bando que tiene los mejores botones mueren menos, muchos menos. Así, concentración en el ámbito del poder económico, y también en el militar, impresiona como rumbo tomado por la globalización: unos pocos se harán dueños del mundo como se anticipa en comics y relatos de ciencia ficción. Y bien, el boom tecnológico desemboca en procesos de automatización. Y ésta resulta hoy la principal causante del desempleo. Coyunturalmente, los trabajadores pueden ser llamados a cubrir vacantes, pero el desempleo es ya para muchos un viaje sin retorno.

Veamos. La irrupción masiva de las PC en la década de los ochenta, significó nuevas fuentes de trabajo y renovó las posibilidades de gasto de parte de los consumidores, frenándose la inflación. Al mismo tiempo, computadora y accesorios, como así los nintendo y la telefonía celular, y otros aparatos electrónicos, se inscriben en la mentalidad del "modelo del año". Todo esto en su oportunidad dio dinamismo a los mercados, particularmente en Estados Unidos donde la oferta continuó firme y la tasa de desempleo resultó baja por algunos años, de los ochenta a los noventa. La industria electrónica es quizá el ejemplo más notable. Desde luego, no el único. En términos similares puede citarse a la robótica, la industria espacial, la droga -cultivo, manufactura y comercio que no por ilegal deja de causar los mismos efectos en los mercados-, los fármacos y cirugías, sea la ordinaria, los trasplantes o de embellecimiento -cuyos montos y tasas de ganancia asombran-etcétera. Todos estos productos y servicios han irrumpido recientemente en los mercados, incluidos el cuidado de la salud por medios cada vez más sofisticados y caros o las variantes en la línea prozac o viagra, consumidos por millones de personas en el mundo. ¿Quién, en efecto, no gastaría su fortuna con tal de curar un mal grave o trasponer la barrera de los cien años o, al menos, la mitad de su fortuna con tal de vivir tranquilo tras una barda antiestrés, o de conservar su potencia sexual?

En suma, empleo y gasto, trabajo y consumo. Eso no se acaba, no hay de qué preocuparse. Así auguraban en Estados Unidos antes de poner un pie en la recesión. Es la economía que desacelera su ritmo de crecimiento, se decía. Y en el curso de dos años se precipitaron en cascada los despidos masivos, las quiebras legales y las fraudulentas, la baja sostenida en la producción de la industria y en la actividad comercial, en fin, un fenómeno recesivo de orden mundial interactuándose de país a país. Ni la inventiva de bienes de consumo es inagotable ni la mentalidad del "modelo del año" logra sobreponerse al cansancio de los consumidores, quienes acaban por advertir maquillaje allí donde les prometen novedad. Todo tiene su límite, incluso la euforia económica que ha vivido una parte de la población en Estados Unidos durante lo que se considera su más largo periodo de auge en el siglo XX.


«Dios está con los sarracenos
cuando los cristianos somos los menos»

¿Qué más? Otros aspectos vienen incluidos en el paquete que ante sí tenemos todos. Dejando el plano económico, resalta la expresión política de este capitalismo que nos tocó vivir en tiempos de mundo unipolar. Es decir, la nueva correlación internacional de fuerzas que se ha dado a partir de la desaparición de la URSS y aliados, y con ello la conversión de bipolaridad a mundo unipolar. En el corto plazo, no se advierte que esa situación pueda cambiar. Por lo visto, el paso al nuevo siglo y al nuevo milenio continuarán bajo el signo hegemónico de Estados Unidos. Es decir, a la coyuntura de un capitalismo de trasnacionales, se suma la titularidad del unipolar por parte de Estados Unidos. Son los más ricos, tienen las mejores armas, en su suelo las tecnologías y la ciencia se renuevan rápidamente y, en consecuencia, con frecuencia acaban por salir bien parados en la competencia internacional por los mercados... nunca en la Historia se había visto semejante concentración de poder.

Hay quienes -pensando en Alemania o en el conjunto de naciones europeas, en Japón- se inclinan a considerar nuestro mundo como multipolar. No lo veo así. A pesar de la resistencia que pueden ofrecer frente a Estados Unidos los otros países industrializados, éstos no acaban de configurarse como centros de decisión política. Es verdad que hubo reticencias en la empresa Afganistán y después francas críticas encabezadas por Francia pero no parecen suficientes para frenar a Estados Unidos. Sin embargo, en el plano de las armas. el poder unipolar norteamericano encuentra un límite: la capacidad de respuesta atómica, particularmente de Rusia, heredada de la desaparecida URSS. En atención a ello, Estados Unidos ha reflotado el proyecto de un blindaje que anule los misiles disparados en su contra, conocido como "Guerra de las galaxias" e invertido fondos para culminar la etapa de investigación de factibilidad, al tratarse de un proyecto controvertido. Tal vez eso explique que los unipolares conserven cierto apego a las ceremonias y todavía tenga algún peso la opinión pública mundial, inclusive cuando de guerras se trata.

Así, resultó conveniente vestirse de comunidad internacional -donde se contaron la URSS y algunos países árabes- cuando, en 1991, encabezó Estados Unidos el ataque contra Irak; o uniformado como OTAN cuando los bombardeos a la provincia de Kosovo en 1999. Y en Afganistán 2001, con el apoyo efectivo de Inglaterra y Pakistán, y el verbal de un buen número de otros países. Claro, un apego ceremonial que en principio tiene más posibilidades con un Clinton, demócrata, que con un Bush, republicano, sin contar la tragedia de las Torres Gemelas.


Más sobra la correlación de fuerzas

Con el colapso del socialismo real tocó fin la guerra fría y el llamado equilibrio del terror, donde la población civil de Estados Unidos era rehén de la URSS, y viceversa; en caso de guerra nuclear total, se dijo, "los vivos envidiarán la suerte de los muertos". La humanidad respiró aliviada, fin de la guerra fría, fin del peligro de holocausto nuclear. Después se consideró que el optimismo era exagerado; la mecha podía encenderse, ya fuera deliberadamente o por accidente. Había, sí, disminuido el peligro corrido durante la guerra fría, pero no desaparecido como se consideró en momentos de euforia. Asimismo, el colapso del socialismo real perjudicó al Tercer Mundo. Acostumbrado, como los hijos de pareja separada, a servirse de ambos bipolares, debió modificar estrategias a todo vapor; se cegaban fuentes de ayuda y financiamiento, las condiciones para entrar en vías de desarrollo pasaron a ser otras, marcadas por el neoliberalismo.

Ahora bien, debe notarse que la correlación de fuerzas entra dentro de consideraciones tan viejas como el hombre mismo. En la España de finales del siglo XV, culminando la llamada guerra de Reconquista contra los moros infieles, se decía: "Dios está con los sarracenos cuando los cristianos somos los menos". Así se valoraba a la correlación de fuerzas, el más grande gana a menos que el chiquito esté armado con la resortera de David, y a Goliat no se le dé tiempo ni para alzar una piedra o dar el primer golpe. En nuestro caso, la resortera ha de ser un arma u otro recurso capaz de dejar frío al enemigo, sin apelaciones. En cuanto a la coyuntura histórica... es esa caprichosa que de un Leningrado ha hecho un San Petersburgo.

A la luz de estos elementos, veamos el caso de una revolución, la cubana. Cuando se precipita el momento insurrectivo y final, es decir, en 1958, el Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro llegó a reunir unos trescientos efectivos en combate, mientras que su enemigo, las tropas de la dictadura de Fulgencio Batista, se estimaban en diez mil hombres. ¿Cómo trescientos derrotaron a diez mil? Desde luego, estos no estuvieron todos simultáneamente en operaciones; aun así la desproporción es gigantesca. Y bien, pesaba aquí con fuerza decisiva el factor moral que puede llegar a convertirse en el arma más eficaz. Los batistianos no sólo peleaban flojo y mal, sin ánimo, sino que directamente no combatían, salvo contados batallones. Veamos. Los diarios del Che y Camilo Cienfuegos, y otros documentos, refieren cómo, al atravesar la isla de un extremo al otro, los soldados enemigos, cuando se les ordenaba disparar... lo hacían al aire. El Che bate en la batalla de Santa Clara a los efectivos batistianos que se conservaban con ánimo de lucha, y entre los demás, que eran la mayoría, se filtra como si nada en marcha hacia La Habana. ¿Dónde residía una tan alta moral de parte de los revolucionarios y tan baja en los otros? ¿En el idealismo propio de la causa que levantaba banderas de libertad y justicia social? Lo siento, pero no. El abismo entre ambas morales estaba dado por una fuerza bien material: la actitud generalizada de la población cubana que en los últimos meses de 1958 apoyó a Fidel Castro. Sin armas apropiadas, de destrucción masiva, que compensaran ese desequilibrio, ni la posibilidad de obtenerlas, a Fulgencio Batista no le quedó otra que escapar por la puerta de atrás, derrotado.

Si trescientos enfrentaron a diez mil, seis millones se colocaron tras los trescientos y a favor de éstos. Ésa fue la correlación real de fuerzas de donde "Dios estuvo con los fidelistas cuando los batistianos se convirtieron en los menos". Claro, hubo otros factores como una geografía favorable a los revolucionarios cuando éstos se encontraban en la etapa guerrillera, o bien el acierto político de Fidel Castro que desterró toda huella de radicalismo de su retórica a fin de no asustar a los estadounidenses y que éstos intervinieran militarmente en la isla, es decir, contar con el factor sorpresa a su favor.

Todo esto, dicho sea en apretada síntesis. Estamos en los albores de 1959, a la madrugada del 1 de enero Batista huye, el 2 entran el Che y Camilo a La Habana, el 6 lo hace Fidel. Y dejamos aquí, en los momentos de un happy end. ¿Qué ocurrió después en el mundo? Que el boom tecnológico metió la cola con efectos por doquier. Unos años más tarde, cuando comienza la escalada militar norteamericana en Vietnam, el panorama fue otro. Al intervenir directamente Estados Unidos, las armas empleadas fueron infinitamente más poderosas. Tampoco contaban los vietnamitas con el factor sorpresa, fueron declaradamente comunistas desde siempre. La geografía estuvo a su favor, a pesar de los bombardeos desfoliadores. La moral se fue inclinando cada vez más hacia el bando revolucionario, al punto que amplios sectores de la sociedad cilvil norteamericana salieron a las calles a demandar la paz y el cese de la intervención militar, mientras que la desigualdad en armas era neutralizada con la ayuda de la URSS. Así, el boom tecnológico metió la cola pero no lo suficiente. Si en la Sierra Maestra los bombardeos habían sido pocos y desatinados, en Vietnam fueron masivos. Pero la misma distancia que existe en materia de armas entre la Sierra Maestra y Vietnam, entre los años cincuenta y los setenta, se ha dado entre Vietnam y lo que vino después, entre los años setenta y los noventa hasta llegar a 2001, cuando una superbomba norteamericana de las lanzadas sobre Afganistán siembran destrucción y muerte en un diámetro de un kilómetro. Sí, la misma diferencia o, en todo caso, parangonable. El escenario de la guerra se inclina cada vez más a librarse desde el aire con aparatos de combate y bombarderos de una eficacia fría y devastadora, que dejan a los utilizados en Vietnam como carretas ante automóviles. Y el espacio aéreo va siendo cada vez más surcado por misiles de precisión quirúrgica, cuya virtud es obvia: no arriesgan vidas de pilotos, son hijos de los botones. Y estamos hablando de Irak, Kosovo y Afganistán, donde sólo se trató de armas convencionales.

Y luego, el gran ausente desde 1991, la URSS. Justo cuando el boom tecnológico ha metido la cola en demasía, justo cuando más se necesita internacionalmente como contrapeso bipolar, no está.


Las armas las carga el diablo

Como vimos, la correlación de fuerzas no se refiere sólo a las armas o al número de combatientes. La integran además otros factores: la moral de los hombres, hasta qué punto están dispuestos a dar la vida por la causa, la pericia en el manejo de las armas, es decir, el entrenamiento previo al combate, la geografía, la capacidad militar y política de los jefes, la actitud de la sociedad civil y el grado de influencia que sobre ésta tengan los medios, el espionaje, etcétera. Pero hoy una domina el escenario: las armas. Este siglo XX, arrastrando consigo al milenio viejo, nos aportó el ascenso y caída del socialismo real, y la bomba nuclear. Con ésta vino, nada menos, la posibilidad de suicidio para la humanidad entera, cosa antes nunca vista. Cualquier apreciación que se haga sobre las arenas "globales" que no tome en cuenta tales hechos, poco aportará a la comprensión de la hora actual e incluso respecto de la naturaleza humana. Con frecuencia, se ha empleado esta expresión: "nosotros somos muchos, ellos tienen las armas". Para hacerla más general, le agrego una palabra: "nosotros somos muchos, ellos tienen las mejores armas". Y bien, en ese reparto ¿quiénes quedan en posición más favorable? ¿Ellos o nosotros? A salvo los factores específicos de cada caso, lo tocante a las armas descubre hoy un abismo que difícilmente pueda ser cubierto, aun en el caso de la optimización a nuestro favor del resto de los factores determinantes de la correlación de fuerzas.

Más que "ellos o nosotros", caben distintas lecturas. Se me ocurre que el optimista dirá: nosotros quedamos en posición favorable. Y el pesimista, por el contrario, dirá: ellos. Y quizá todavía quepa un reflexivo que responda: depende de qué armas se trate, depende de cuántos y quiénes sean esos muchos. Veamos. Gas lacrimógeno y balas contra multitud, el "somos muchos" tiene posibilidades. Y también si nos trasladamos al ayer, a las experiencias históricas. "Fuimos muchos" ya en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, cuando la defensa de Madrid contra Franco, cuando la ocupación de Etiopía por el fascismo, cuando la invasión a China por Japón, cuando la anexión nazi de Austria y luego de Checoslovaquia. Sí, "fuimos muchos" pero no los suficientes para frenar la barbarie. Y estalló la guerra y nos multiplicamos a medida que se fue arrancando la careta al fascismo, llegamos a ser los suficientes para derrotar al Eje. En una coyuntura así, de guerra, y mundial, las armas tuvieron la última palabra, esto es, y dicho sea en general, más valía entonces un buen soldado que un buen manifiesto.

Pero algo olvidábamos: hubo Hiroshima un 6 de agosto de 1945. Hoy, colapsada la URSS, las manos que dejaron caer la bomba están más sueltas que nunca. Fue arrojada con este argumento: derrotada Alemania en Europa, su socio asiático, Japón, lejos de desalentarse, se dispuso a vender cara la derrota, retrocediendo pero luchando cada vez con mayor ferocidad y fanatismo. Las bajas norteamericanas estimadas a futuro para completar la ocupación del territorio japonés venían a resultar mayores que las calculadas como saldo de civiles caídos a consecuencia de dos bombas nucleares. En esas condiciones, la elección no ofrecía dudas para el Presidente de Estados Unidos. Así se argumenta. Y bien: ¿qué vacilaciones podrán en el futuro sentir los dirigentes del gigante si consideran la seguridad de su país o la de los ciudadanos amenazada? No cabe otra repuesta: ninguna. Y entonces retomo el interrogante anterior: ¿Quiénes quedan en posición más favorable sobre la arena internacional cuando nosotros somos muchos y ellos tienen las mejores armas?


No hubo revolución social

El boom tecnológico sirve para cosas magníficas y para otras no tanto como el crimen ecológico a gran escala. Junto a las guerras de los hombres contra los hombres, se alinean las guerras de los hombres contra la naturaleza. Así, envenenamos las aguas, el aire y la tierra: basureros tóxicos dondequiera, petróleo derramado en el mar, usinas y submarinos nucleares sufren pérdidas radioactivas, los automotores y las fábricas hacen irrespirable la atmósfera de las ciudades, la industria arroja los desechos tóxicos en los ríos, el efecto invernadero y el agujero en la capa protectora de ozono son también fruto de la contaminación, sin contar las minas terrestres sembradas durante las guerras, la tala indiscriminada de los bosques, la extinción de especies animales, etcétera. Naturalmente, decíamos, no todo es negro, hechos que hacen a la construcción de una sociedad del mañana toman relieve, como el ritmo acelerado que cobró la incorporación de la mujer a los centros de trabajo en los países industrializados, lo cual ha contribuido al replanteo de la institución familiar y para una nueva concepción de la sexualidad. Un amplio espacio se ha creado para debatir cuestiones tabúes, como la eutanasia, el aborto, la legalidad para el homosexual, etcétera.

En ese sentido, es elocuente, demostrativo de los nuevos tiempos que soplan, el affaire Clinton-Lewinski. Como era de esperarse, un chisme a ese nivel ocultó la trascendencia del episodio, a saber: fue puesta a prueba, más: fue desafiada la moral sexual dominante en Estados Unidos. La evidencia surgió con los resultados de las elecciones parlamentarias que por entonces tuvieron lugar. El Partido Demócrata, que cerró filas en torno a Clinton advirtiendo que los republicanos buscaban los réditos políticos de un escándalo, hizo un buen papel en esas parlamentarias, considerándose una actitud positiva hacia el Presidente y su Partido. Cierto que en las votaciones presidenciales del 2000 para decidir entre Gore y el republicano Bush, venció éste... por una diferencia absolutamente mínima de unos cientos de sufragios sobre alrededor de cien millones de votantes. Fue un empate técnico, significando políticamente la revancha de los republicanos respecto de la elección parlamentaria anterior. Aquí se cobraron los dividendos por el escándalo Clinton-Lewinski. En suma -y esto tampoco es nuevo en Estados Unidos, piénsese en cómo pesa el voto de los homosexuales-, una nueva moral se ha venido abriendo camino. Una mitad del país, por decirlo así, sigue los austeros moldes tradicionales. La otra es tolerante: no basta una aventura "impropia" como la de Clinton-Lewinski, para descalificar al primero... mientras sea Presidente. Y esta nueva moral sexual rige tanto para el hombre como para la mujer, vean, por ejemplo, el filme "Los puentes de Madison", que ya tiene unos años y no por romántico deja de abordar la cuestión de la infidelidad femenina; sin contar desde luego "lo audaces" que se han vuelto las series de televisión de tipo familiar en Estados Unidos y que en México tuvo su expresión pionera en la telenovela "Sonrisa de mujer". Ha habido una revolución en las costumbres, y nada se opone a que se traslade y amplíe con el nuevo siglo. Una revolución donde triunfa el valor de la sinceridad: esto siento, esto quiero y esto me lo permito, no lo oculto.

En fin, la ciencia, el boom tecnológico, la nueva moral sexual, todo lo que se quiera, menos lo que salimos a buscar los de mi generación allá por los años sesenta: la revolución social. Ésa nos falló, habría cambios pero serían otros. Así las cosas, un homosexual asumido puede hoy hacer valer sus derechos y ocupar altos cargos de gobierno. Pero un africano no puede dejar de morirse de hambre. Una computadora que me da acceso a Internet puede considerarse la octava maravilla del mundo. Pero un adolescente de hoy, atrapado entre las ruinas de causas caídas, golpeando vanamente a las puertas del mercado de trabajo, no puede dejar de suicidarse. Y bien, una revolución social que anunciábamos a grandes voces pero falló. La oportunidad que brindaba a su favor una correlación internacional de fuerzas bipolar -aproximadamente pareja antes que los norteamericanos tomaran la delantera en la carrera espacial-, se perdió. Así las cosas, a pesar de la revolución operada en las costumbres, estamos bien jodidos.

Y si me preguntaran por otras "novedades" de este mundo, diría: además de la nueva moral sexual, la moral del cinismo que consiste en lo siguiente: si me descubren soy culpable, si no me descubren soy inocente. El sujeto no se siente acusado por su conciencia, viviendo una suerte de impunidad espiritual, reflejo, si se quiere, de la otra impunidad, la de los hechos, pues, como es sabido, una gran parte de la actividad delictiva no alcanza a ser castigada. No, no se trata de una actitud que se simula desde el momento de ser sometido el sujeto a los jueces, y destinada a conmoverlos. No, es más que eso, es una nueva moral que se aprovecha, si puede, de la corrupción para escapar al castigo y que a la vez se fundamenta en ella: si todo está podrido ¿por qué pretender impartir una justicia falsa e imposible? De eso se trata, por ejemplo, en la película "Asesinos por naturaleza". Si se quiere una versión popular, es la siguiente: "si no eres ojete o cabrón, es porque eres pendejo." Y si vamos a otro ejemplo, los juegos de nintendo que se ponen en manos de los niños actualmente, en función de que se venden más cuanto más violentos sean, casi nos quedamos sin aliento. Es la revista "Selecciones" que así titula un informe especial de Stephen Barr en su entrega de julio: "Los niños están aprendiendo a asesinar por placer." De ellos no sorprende que salgan adolescentes como los autores de crímenes múltiples en escuelas de Estados Unidos o, incluso, sean los niños mismos quienes los cometan. Hemos sabido precisamente de la llamada "generación equis" a partir del libro de Douglas Coupland, quienes, al despuntar los años noventa tenían entre quince y veinticinco de edad; espíritus, se me ocurre, "llenos de vacío", cuya primera evocación tal vez se encuentre en los "rebeldes sin causa" de la década de los cincuenta, y que dan nombre al filme protagonizado por James Dean, figura por cierto emblemática que ha sobrevivido hasta nuestros días.


La izquierda que tanto amé

En Latinoamérica una buena parte de la juventud, asediada por la pobreza y la marginación, está ausente del mercado de trabajo, el desempleo es padre de la delincuencia. Careciendo de ideales heroicos, mal preparada para los cambios de la época, ganada por la moral del cinismo, una buena parte de la juventud no encuentra salidas en Latinoamérica. Tampoco puede ser optimista el panorama para los niños de la calle o los que son objeto de violencia intrafamiliar. Es un mundo que poco tiene que ofrecer a los jóvenes, salvo, para algunos, la carrera por el dinero y su ostentación. Y me avergüenzo decirlo, tampoco yo tengo gran cosa que comunicar a mis hijos y nietos, salvo estas palabras de disculpa: las cosas no salieron como pensábamos... En los años sesenta y setenta pertenecí al Partido Comunista Argentino ¿Sirve de algo que lo cuente? Reinaba entonces una mentalidad dominada por la "autocomplacencia optimista", difícilmente se reconocían los errores. Cuando se puso de moda la autocrítica, vino a ratificar que teníamos razón... al reconocer que no habíamos tenido razón. Y entonces, magnánimos, anunciábamos el porvenir: no sólo íbamos a ganar la guerra contra el capitalismo, sino cada una de las batallas, alquimia de por medio. Vamos algunos ejemplos.

1960-1961. Escisión en el movimiento comunista mundial, encabezada por el partido número dos, el chino de Mao. ¿Cómo se explica? Crisis de crecimiento. Y qué mala memoria: ya no se habla de cuidar la unidad del movimiento comunista mundial como la niña de los ojos.
1968. Intervención militar en Checoslovaquia: Hemos derrotado a la contrarrevolución, ¿La ola anticomunista levantada en el mundo? Bah, ya sabemos lo que puede la propaganda a través de los medios.
1969. Los estadounidenses son los primeros en llegar a la Luna: Hazaña de la humanidad.

¿Ustedes lo ven? Tomemos el último ejemplo. Imposible negar al hecho su carácter de hazaña, entonces se despojaba al autor de su obra mediante el procedimiento de hacerla de propiedad colectiva: hazaña de la humanidad. Y además, se ocultaba el trasfondo: la URSS está para entonces perdiendo la carrera espacial -después de haber arrancado primera en 1957 con el sputnik- con las consecuencias militares que son de imaginar. Y así en todo, camarada, se confirma la justa línea de nuestro Partido. Pero la "autocomplacencia optimista" era compartida en la cumbre del movimiento comunista mundial, y no sólo para juzgar el presente sino para las profecías. Veamos tres juicios lanzados como consignas en los años sesenta:

-La cordillera de los Andes será la Sierra Maestra de América Latina. Firmado: Fidel Castro.
-El imperialismo es un tigre de papel. Firmado: Mao.
-Dentro de veinte años, la URSS entrará al comunismo. Firmado: Nikita Jruschov.

¿Y qué vino a pasar? La cordillera de los Andes ignoró la pretensión de rebautizarla, el tigre de papel resultó tener colmillos atómicos, y no veinte sino treinta años pasaron y la URSS operó la mutación. Bueno, no precisamente en dirección al comunismo, pero esto es sólo un detalle.


«Hombre muerto caminando

La contestación, la resistencia desplegada por los globalifóbicos a partir de Seattle tiene el mismo defecto que la crítica marxista tuvo en su hora: muy buena para decir "no", muy mala para señalar cuál es la propuesta alternativa. El fracaso de la política de nacionalizaciones nos deja con media palabra cuando de privatizar se trata. Es más: el Partido Comunista de Rusia, la izquierda europea en general, etcétera, están por una política de privatizaciones, difieren en el ritmo para implementarlas y en los costos sociales. Y no hay de otra. ¿Llevar las cosas al límite? Vean a Stalin, vean Pol Pot. ¿Llevar las cosas por las buenas? Vean a Tito: donde el socialismo tuvo rostro humano, a la primera de cambio se muta en calavera, retrocediendo los actores sociales al racismo, la guerra civil y el genocidio como si nada hubiera pasado en la Yugoslavia del siglo XX.

Y así estamos. ¿Sirven las experiencias para no repetir mismos errores? No sé, siento que, a pesar de todo, vuelve el subjetivismo como ideología, la necesidad de mantenerse optimista al precio de cerrar los ojos, el apego a fórmulas perimidas. Es nuevamente la misma cuestión, el evalúo de la correlación de fuerzas donde los deseos se toman por realidades. Y las preguntas quedan sin respuestas.

¿Qué van a oponer hoy los pueblos, la declaración de los derechos humanos, lanzarán a la cabeza del enemigo los tomos de las obras completas de Lenin, serán invocados los héroes que ni a la muerte temen? ¿Se contratará un espía de un país árabe para que releve el mapa de las defensas unipolares y nos cuente cuál es su talón de Aquiles? ¿Se confía en el armamento de las naciones de economías "emergentes", como si la llamada guerra de las Malvinas no hubiera ocurrido? ¿Las ideologías, las masas, el triunfo final?

Y bien ¿la correlación de fuerzas es la clave? Para decidir la coyuntura, sí. Y hoy no nos puede ser más desfavorable en el plano internacional. Claro, nada es eterno. En la coyuntura que reemplace a la actual, algo sucederá, nos será favorable o por el contrario se ajustarán aún más los tornillos. ¿Será pasado el momento de las ceremonias y, resulte operativo el proyecto "Guerra de las galaxias" u otro que haga sus veces...? Nadie tiene la bola de cristal.

Insistiendo: las armas ¿son el contenido fundamental de la correlación de fuerzas? Cuando las más destructivas están abrumadoramente en manos de un bando, y son capaces de aniquilar al otro bando, la respuesta a mi entender es sí. Claro, ya vimos, el fundamental pero no el único contenido. Incluso si de apretar botones nucleares se trata. Hace años, cuando la guerra fría, se estimaba que, en caso de conflicto atómico total, un cierto porcentaje de responsables de los submarinos nucleares norteamericanos desobedecería la orden de disparar. Este es un factor de orden moral, de convencimiento en quienes, de manera condensada, manejan las armas como los soldados en el frente.

Y bien, a pesar de todo, no descarto un milagro. ¿Un milagro? Sí, la utopía que viaja de incógnito y tal vez esté entre nosotros, haya ya desembarcado de la nave de los sueños y todavía no lo percibamos. ¿Cómo se podría poner en evidencia? Con el desarrollo, por ejemplo, de severas contradicciones al seno de los unipolares, al grado no permitir sean zanjadas con concesiones mutuas y así convertirse en su talón de Aquiles. Es apuesta a lo desconocido, y la llamo milagro recordando que la Historia, más que lecciones, da sorpresas. Y que en la continuidad prepara las rupturas.

Por ejemplos:

+1917. Un grupo de fanáticos exiliados rusos toma un tren alemán y hace de su país una república de soviets.
+1991. Setenta y cuatro años después, habiendo vencido en la guerra al nazismo y convertido al país en fortaleza industrial, siendo la pionera en cosmonáutica, una de las dos grandes potencias del globo, la república de los soviets se derrumba, abjura de su ideología y de su sistema sin que prácticamente se disparara un tiro. Nadie se lo esperaba.
+Unos científicos pioneros en laboratorios que daban risa, a quienes pocos tomaban en cuenta y menos todavía los estados, van de descubrimiento en descubrimiento a lo largo de las décadas hasta culminar el proyecto Manhattan de fabricación de la bomba atómica en Palo Gordo, Estados Unidos. Para convencer al gobierno de este país sobre la factibilidad y urgencia del proyecto, fue necesaria una carta personal de Albert Einstein al Presidente Roosevelt.

Ya ven, las dos grandes iniciativas históricas del siglo, el socialismo y la bomba, fueron auténticas sorpresas. Así, no sería la primera vez, "algo" puede suceder, algo impensado, no está excluido. Por mi parte, lo confieso y no creo ser el único, además de todo lo dicho, es cuestión de salud física y mental, no quiero acabar en un ser contemplativo de músculos flácidos y neuronas sin cesar visitadas por fantasmas. El cuerpo y la mente reclaman acción, saldré a la calle a pintar en los muros "¡vivan las utopías!" como un travieso escolar. Así, sigo firme en la desesperanza del mañana. ¿Y cómo me siento? Les digo: son los últimos minutos, he dejado la celda escoltado por dos guardias que anuncian al tomar el corredor:

Dead man walking.

No me han dado tiempo de salir a pintar los muros, con esa frase me abren paso hacia la aguja hipodérmica, y literalmente la traduzco:

Hombre muerto caminando.

Así y todo, déjenme decirles, queda espacio para una palabra. ¿Cuál primará? ¿El hombre muerto o el hombre caminando que todavía está vivo? Unos metros faltan, todavía no es tarde para cambiar esta historia. Puede sonar el teléfono, detener mi marcha hacia la aguja hipodérmica, o la de ésta hacia mi brazo. Puede suceder. Porque el Juez tiene facultades para ordenar:

-Suspendan la ejecución.

¿Sería un milagro?

Pues sí, eso he dicho: que suceda un milagro. Un milagro en este mundo de mierda, una utopía que, viajando de incógnito, nos alcance. ¿Por qué no? Tal vez sea lo que desesperando esperamos.


Conclusiones

Hemos querido dar elementos para una visión general del mundo de hoy. ¿Cuál es el objetivo? Muy simplemente, contribuir a la deconstrucción de un optimismo exagerado que permanece como rémora de tiempos idos. Se creyó durante los años dorados de antes del derrumbe, que era una buena medicina para mantener los ánimos en alto. Tan alto que, cuando se vio la realidad, nos caímos dándonos un golpazo. El optimismo y el pesimismo, cuando son exagerados, no sirven para pensar la realidad, uno la tiñe de rosa, el otro de negro. Creo que este último dominó en la primera parte de los años noventa como resultado del derrumbe. Y luego, como sucede con frecuencia, se pasó al otro extremo, al optimismo fuera de medida, que no se corresponde con los tiempos y que, me parece, prima actualmente en la izquierda. Muy bien, se dirá, entonces ¿qué hacer, por dónde comenzar? Pues... no tengo otra medicina que ésta: mantenerme activo "en cuerpo y alma"; y en actitud de apertura a la contingencia. Creo que esa actitud impulsó de Seattle a Porto Alegre, creando una resistencia al poder.

Por lo demás, las luchas sociales se multiplican y Latinoamérica es uno de sus escenarios. Incide la actual coyuntura internacional pues los unipolares no tienen las manos del todo sueltas, hemos señalado ciertos límites que por ahora se conservan. Así, hay margen para las luchas sociales según las condiciones específicas de cada caso, e incluso pensar en su coordinación. ¿Cómo vincularlas dentro de la actual correlación internacional de fuerzas de modo que se beneficien los pueblos? ¿Pertenecen los unipolares a un nivel superior y no hay cómo llegarles desde abajo? ¿O bien ambos planos se interaccionan?

Confieso que no tengo respuestas que no sean reiteración de lo dicho: actitud de apertura a la contingencia, que el futuro nos diga cómo transitar el futuro. "Se hace camino al andar", escribió Antonio Machado.



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