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16 de febrero del 2002 |
Un autor de muchos registros
Volodia Teitelboim
Larga fue la ausencia de Patricio Manns. Fue una voz que se echaba de menos, que venía, se iba y volvía a Chile.
Había canciones suyas que la gente cantaba cuando él estaba lejos. Aires populares profundos. El viento fuerte que silba "Arriba en la cordillera". No faltaba quien preguntara: ¿Dónde anda, qué estará haciendo Patricio Manns? Anda por Yucatán hablando con el hombre precolombino. Anda buscando al ser humano, a la mujer del futuro. Está en la frontera franco-suiza, por las tierras de Voltaire y de Jean Jacques Rousseau. Está sentado en un jardín en la campiña de la muy civilizada Trez Vella, Francia, a pocos metros de Ginebra. Sí, ¿pero qué estará haciendo ahora este hombre orquesta? ¿Estará componiendo, estará recordando, estará escribiendo? ¿Escribiendo qué: novelas, ensayos, cuentos, teatro, historia? Estará viajando. Porque es pata de perro. Pero, ¿por dónde? ¿Qué anda buscando? A una gran intrusa y pecadora que conoce y cuenta todos los hechos, las aventuras y desventuras del hombre, sus sueños, sus tentativas desmesuradas; las masacres al por mayor, penas, trabajos y alegrías de ese ser humano empeñado en fijar su paso; alucinado por su anhelo, por su deseo de ser feliz alguna vez y ojalá para siempre. ¿Un sueño? ¿Pero quién es esa dama pecadora? La Historia, a ratos inescrutable y misteriosa. ¿Pero qué quiere, qué pretende Patricio Manns de esa señora? ¿Qué trata de obtener de ella? Lo que quiere es que le revele su secreto, que le muestre su verdadero rostro. Por eso andaba por Bonampak, por Uxmal, por Chichicastenango, por Tulum, por Yucatán ese primero de enero de 1994, cuando desde la Selva Lacandona salió una noticia que estremeció el Palacio de Gobierno y aceleró el pulso de México; convulsionó el Zócalo y le dijo al mundo que el pueblo de las profundidades mayas se levantaba con el Ejército Zapatista de Liberación, trasmitiendo la imagen de un rostro cubierto, donde sólo se divisan al "otro lado los ojos" que perforan el horizonte. El ensayista caudaloso Volverá a su casa de Trez Vella y allí en el cuarto empapelado de fotografías de sus amigos o en el jardín escribirá como un poseído. Patricio Manns es un poeta grande. Se le conoce poco como poeta, dice Robert Pring-Mill, el hombre sabio y avizor de Oxford, el escocés noble y magistral. Poco conocido como poeta, siendo sobresaliente en el género, archifamoso como cantautor (aunque ya la sutileza conmovida de las letras hablan en alta voz de la entraña poética de sus textos); es también un novelista de fondo y un ensayista caudaloso, como lo prueba el libro "La Revolución de la Escuadra". Artista por los cuatro costados, Patricio Manns trabaja cuatro o cinco géneros como un músico toca otros tantos instrumentos. Todos componen sus melodías; pero todas son parte de una sinfonía, porque el hombre es uno con el mundo y lo que diga cantando, escribiendo, novelando, ensayando, todo será poesía, emanación de un ser vario e indivisible. Y todo será historia, destapar la historia oculta. Y como dijo Robert Pring-Mill con ojo descubridor: "lo muestra explorando a fondo la naturaleza de toda tragedia colectiva -llámese terremoto, tsunami, guerra civil o golpe de estado"- que deshace "la normalidad de la vivencia" y cambia para siempre "las reglas del juego de la vida de un pueblo". El joven autor de "Buenas noches los pastores" prosigue más tarde en un tema recurrente en todas sus novelas; en la trilogía de "Las Actas de Marusia", "Actas del Bío-Bío" y "Actas de Madreputa" o en "El desorden en un cuerno de niebla". El narrador El autor de teatro Manns ilumina la escena con "La lámpara en la tierra". En un libro reciente vuelve el narrador, el cuentista de "La tumba del zambullidor". Toca como virtuoso otro instrumento. Nueve relatos que se engarzan en un collar de perlas diferentes, donde se suceden y entremezclan la muerte, la grandeza, la miseria moral, el temor, la crueldad y el coraje. Es un narrador móvil, con escenarios radicados en diversos continentes, donde todo circula en el aire del suspenso que sobrecoge al lector. Son relatos de extensión desigual. Contiene varias nouvelles, como "Corre hasta los árboles" y "Los papeles de Melchor Nazario". En rigor, toca más instrumentos. En tal sentido es un hombre orquestal. Sí, también es un historiador de las calamidades, de las penurias, de las tragedias y de las insurgencias del pueblo. Lo explica bien en su tetralogía publicada durante la presidencia de Salvador Allende en la colección Nosotros los Chilenos de la Editorial Quimantú, con "Las grandes masacres", "Los terremotos chilenos", "Violeta Parra, la guitarra indócil", "La Revolución de la Escuadra" (publicada en Valparaíso). Toda su obra tiene una fuente interior dramática: se trata de un comprometido con la vida, de un poeta, novelista, ensayista, trovador y juglar de los pueblos. Se le conoce sobre todo como un cancionero. Cuántas canciones ha escrito, cuántas ha compuesto, cuántas ha cantado. Y cuánto llegan no sólo al oído sino al corazón de multitudes, aquí y allá, por el ancho mundo. El ha dicho que "las canciones son el brazo armado de la poesía, no porque disparan sino porque sangran más". Y este sangramiento se hace verdad y un echar de menos transmitido y sentido por miles. Cada uno que lo escucha cantar solo o con el Inti Illimani, por ejemplo, "Volver", "Cuando me acuerdo de mi país", siente que es mucho más que un puro mensaje de la nostalgia del exiliado. O ese réquiem combativo "El cautivo de Tiltil". Es la elegía y la reivindicación del osado guerrillero Manuel Rodríguez. Todo lo que sale de su garganta viene de su alma, con el amor, el escalofrío, la rebelión en el tenso corazón de la patria. Si no, que lo diga "En Lota la noche es brava". El historiador Patricio Manns no es un poeta o un historiador recién aparecido ni ocasional sino permanente, uno que trabaja con la trascendencia. Es colega y discípulo de otro poeta y hombre de la escuela revolucionaria que ahora ha cumplido cien años de morir sin morir, que en Martí son cien años de sobrevivir: José Martí, soñador de Bolívar y de una América Libre. Por eso, Manns en 1965, ante la invasión estadounidense de Santo Domingo, compuso las doce canciones de "El sueño americano". Este redescubridor de la América profunda, que parecía enterrada y está viva al fondo de las tierras, vuelve a reclamar su derecho al pasado y a tener vida por delante. Para conocer a Patricio Manns hay que oirlo, hay que leerlo, hay que seguirlo en su peripecia y conocer también las "Actas del cazador en movimiento", con sus testimonios recogidos por Juan Armando Epple. ¡Qué aventurero del cuerpo, del tiempo y del espíritu! ¡Cuánta fiebre de creación! Lean ese libro. Está lleno de vida. Salta a la vista. Y su pasión libertaria es de toda hora e irreductible. Se verá en "El corazón al trasluz", la novela increíble del duro aventurero rumano Popper, que ya atrajo a ese gigante de la Patagonia, de la Tierra del Fuego, del Cabo de Hornos, del Golfo de Penas, Francisco Coloane. Habló del mito moderno, Salvador Allende, también destinado a volver. Estaba Manns ese día 11 de septiembre a cien metros de La Moneda incendiada y cuando el Presidente caía combatiendo, José, el personaje de Manns, le preguntaba ¿Y entonces tú qué hiciste? Responde: "abrí los ojos y miré; y abrí el oído y lo escuché; y abrí la conciencia y lo amarré, y abrigué mi corazón y lo abrigué". Ese día 11 lo cambió, como a millones de chilenos, no para rendirse sino para combatir hasta el fin por lo que al mundo, por lo que a América Latina, por lo que a Chile le hacen falta. Y en esta tarea está Manns, cantando, contando. Porque el que espera sin hacer nada, desespera. Y el que espera luchando reparte, multiplica la esperanza y la convierte en mañana. La Revolución de la Escuadra El historiador Manns se confirma con su obra "Chile: una dictadura militar permanente", cuyo sentido se identifica desde la portada con la reproducción de la pintura de Goya: "Los fusilamientos del 3 de mayo en la Moncloa" (1814). Es un libro hermano del que hoy se presenta. "La Revolución de la Escuadra" retoma un tema que lo apasionó hace treinta años y lo impulsó a escribir esta obra. El libro vuelve enriquecido con actualizaciones y el informe del Almirante Von Schröeders. El 1 de septiembre de 1931 la marinería se sublevó y tomó de rehenes a todos sus jefes y oficiales. Comienza en Coquimbo. Allí establecen el cuartel general en el acorazado Almirante Latorre.. El hecho estremece al país y, desde luego, al gobierno transitorio presidido por Manuel Truco. Convertido hoy en silencio táctico es un acontecimiento casi desconocido. No es por falta de antecedentes. Existe un proceso con más de 3.500 fojas que arroja versiones contradictorias. Hubo enfrentamientos en Talcahuano, Valparaíso, Coquimbo. Vino el oscurecimiento histórico. La oligarquía crea como respuesta la Guardia cívica, antecedente de Milicia Republicana. Influyen factores de carácter político y económico. El gobierno solicitó el auxilio de la escuadra estadounidense para el caso de que la Aviación fracasara en el intento de reducir a los rebeldes. Se necesita estudiar el Documento Secreto redactado por el mediador entre el gobierno y los amotinados, almirante Eduardo Von Schröders, quien lo tituló "Recuerdos íntimos del Motín de la Escuadra". Según la proclama del Estado Mayor de Tripulaciones:
1) No aceptan depredaciones de la Hacienda Pública. Eran 111 condestables, cabos despenseros. Piden resistir la orden del ministro de Hacienda, Pedro Blanquier de reducir los sueldos. Von Schröeders califica a Manuel Astica Fuentes de "verdadero cerebro del alzamiento". Los oficiales fueron encerrados en sus camarotes. La derecha jugó sus cartas. El general Carlos Vergara Montero, nuevo ministro de Guerra, recurrió a los disparos. Von Schröders revela la solicitud de auxilio de la Armada de los EE.UU. La FOCH, dirigida por Elías Lafertte, decide la huelga general. Santiago, el 4 de septiembre amanece sin movilización. Comienza la huelga ferroviaria. Lota y Coronel se unen a los amotinados de Talcahuano. Había en Coquimbo 23 unidades sublevadas a cargo de sus tripulaciones. Caso nuevo en la historia naval. Se la califica de "la sublevación bolchevique". El almirante Von Schröders discute con Carlos Vergara Montero, que amenazó con quintear los sublevados. "Los profesores eran los cabecillas". El Consejo de Guerra de San Felipe pidió la pena de muerte para muchos, entre ellos los maestros Pedro Pacheco y Ramón Arellano. Se sentenció a presidio perpetuo a Manuel Astica y Augusto Zagal. Se concedió amnistía general el 14 de junio de 1932, por la República Socialista. El combate entre el Ejército y la Armada en Talcahuano fue un hecho único en Chile en el siglo XX. Se le silencia. Patricio Manns lo recuerda. Hace bien. Porque hay que saber. Lo sucedido da para pensar. |
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