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La insignia
9 de febrero del 2002


El mejor homenaje a Carlos Pellicer es leerlo


Elena Poniatowska
La Jornada. México, 8 de febrero.


Portentoso, tropical, inmenso, alegre, sonoro, intenso, audaz, devoto, filial, pujante, espléndido fueron algunos de los epítetos que le dirigieron en el Fondo de Cultura Económica al poeta Carlos Pellicer, muerto en 1977.

Carlos Pellicer López, que se hace cargo de su obra, aseguró que releerlo ahonda el amor por su tío, porque es imposible separar su vida de su obra poética. Pellicer llevaba al sobrino de la mano de sus ojos, grande la mirada en los cielos, y éste ahora, buen pastor, cuida del rebaño de sus libros. Pellicer López se felicitó, porque a pesar del modesto trato que se le da a nuestros poetas -Ramón López Velarde, Tablada, Gorostiza, Novo-, a partir de 1977 ha habido 25 reimpresiones de la obra poética pelliceriana y porque Camino -editado en 1929 y que nunca se había vuelto a reimprimir- ahora está en circulación. Habló de las 16 antologías, entre las que destacó con especial fervor la de Gabriel Zaid, las cartas Mistral-Pellicer y el estudio sobre su obra museográfica.

Alguna vez Pellicer pidió perdón "por haber viajado por todo el mundo con el dinero del sufrido pueblo mexicano", pero le devolvió a México nueve museos.

Vicente Quirarte, con el aire franciscano que siempre buscó tener Pellicer sin lograrlo (porque era demasiado sensual, su ancho torso de atlante en perpetua exhibición), se extendió sobre las tres santas cruzadas del poeta a Palestina, una de ellas con José Vasconcelos. En El Desastre, en el capítulo titulado "Jerusalén", Vasconcelos da cuenta de este peregrinaje en busca de Cristo. A Pellicer lo deslumbró seguir los pasos y poner sus plantas "en los lugares donde 20 siglos atrás lo hiciera el hijo de un carpintero que fundó una religión, pero también una estética". Quirarte, serio y el sí franciscano, citó un fragmento de una carta que Pellicer le envió a su hermano Juan en 1928, escrita desde Tiberiades, otra desde Nazareth y otra desde el monte Tabor (dirigida a Samuel Ramos), y nos informó que Pellicer había hecho "del paisaje una religión". "Para mí el mundo es imagen. Mi sensualidad es una irradiación de imágenes. Si algún día yo pudiera llegar a Dios, llegaría por medio de mis sentidos hoy mudos y entonces perfectos''.

Samuel Gordon confirmó la inmensidad de Pellicer, quien sobrevoló Río de Janeiro en 1922 en el centenario de la fundación de la República de Brasil, y nos aseguró que Rubén Darío y Santos Chocano fueron sus poetas favoritos. Habló de Recinto, libro de poesía amorosa, y confirmó a Pellicer como uno de los mejores sonetistas.

Según él, Pellicer instauró el náhuatl en la poesía mexicana y fue el primero en rescatar palabras de nuestros ancestros mayas y zapotecas. Para terminar aseguró que Pellicer cuenta hoy por hoy con lectores entre los jóvenes.

Después de revelar que su madre era cubana, Gonzalo Celorio leyó un largo fragmento de un viaje a la Cuba de 1959, cuando todos querían a Fidel Castro y contó cómo Carlos Pellicer, para su ventura, lo había nombrado su lugarteniente. Con él, Celorio pasó asoleadas mañanas en La Habana y pudo comprobar, hora tras hora, su vocación bolivariana. En los círculos intelectuales de Cuba, Pellicer fue recibido con entusiasmo -léase con alborozo-, y en medio de calores sofocantes, dijo con voz sencilla poemas de su Material poético en el departamento de Nicolás Guillén, con una vista maravillosa sobre toda la bahía, en medio de bebidas y bocadillos a los que no tenían acceso los cubanos comunes y corrientes, entre otros, la propia tía de Celorio, hermana de su madre.

Después de relatar cómo un estúpido soldado (de ahí su odio a los uniformados) le impidió entrar a una recepción exclusiva a la que asistiría Fidel, Celorio regresó a Bolívar y clausuró la noche en honor a Carlos Pellicer, devolviéndonos a los Andes, a la cólera sagrada, a los altos sueños, a las cataratas de Iguazú y del Tequendama y a las playas de América "malditas y apagadas".

Hernán Lara Zavala presentó a todos y la suya fue una práctica de vuelo.



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