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22 de enero del 2002 |
Editorial: España Info XXI: Un año de pitos y alharacas
Promesas incumplidas, proyectos inconclusos y cifras desoladoras es el triste bagaje con que España inicia el viaje de la modernización tecnológica. Un año después de que el Gobierno desplegara su maquinaria mediática para presentar con pitos y alharacas Info XXI, «el plan para la sociedad de la información», los españoles seguimos sumidos en el mayor de los atrasos y en la peor de las expectativas.
Poco después de que el plan se pusiera en marcha se descubrió que en la cantidad presupuestada por el Ejecutivo para modernizar nuestro país -más de 1500 millones de euros- se incluían muchas partidas ministeriales que poco o nada tenían que ver con la inversión tecnológica (disquetes, CD, etcétera) ni con los más de 300 proyectos planeados. Uno de estos proyectos, Administración.es, supuesto azote de la burocracia ministerial, no hacía sino trasladar ésta a la Red y servir de mero escaparate político a la labor del Ejecutivo. Los puntos públicos de acceso -625 en el proyecto inicial- son hoy poco más de 30. Los colegios que han conseguido entrar en la Red lo han hecho por iniciativa propia y con poca o ninguna ayuda económica por parte de Info XXI. Hay más: el acceso a Internet sigue siendo caro. No hay ninguna oferta en el mercado que garantice un alcance universal y muchas zonas rurales, ancladas todavía en el antiguo sistema TRAC, permanecen aisladas del resto del país también virtualmente. Las operadoras han incumplido el plan de despliegue de la ADSL -la apuesta del Gobierno por la tarifa plana-, cuyo precio sigue sobrepasando por mucho los 30,05 euros mensuales pactados en el Congreso. Ante esta situación no es extraño que algunas asociaciones, como la Asociación de Internautas, intenten alzar la voz sobre la propaganda mediática para afirmar que la tarifa plana todavía no ha llegado a nuestro país. De poco ha servido. La última iniciativa, Cibervoluntarios, traslada a los ciudadanos las responsabilidad de formarse y educarse en el uso de las nuevas tecnologías, un propósito especialmente aberrante cuando se intuye que de esta formación saldrán más consumidores que usuarios y cuando se constata que los "voluntarios" ejercerán una labor muy lucrativa para algunas de las empresas cercanas al proyecto sin recibir nada a cambio. No quisiéramos poner nombre a este cúmulo de despropósitos, pero no hay más remedio. La titular de la cartera de Ciencia y Tecnología, Anna Birulés, tiene en su haber el dudoso mérito de no haber realizado ninguna de las tareas que se le han encargado en los últimos años. Su etapa al frente de Retevisión supuso un aplazamiento sine die de la ruptura del monopolio de Telefónica -casualmente, a partir de su paso a manos privadas-, justo cuando los españoles esperábamos de ella todo lo contrario. Actualmente, su labor al frente del ministerio tecnológico está provocando el retraso de cualquier iniciativa para modernizar las infraestructuras, a base de prometer planes y proyectos que se demuestran falsos. Este currículo no hace sino confirmar las sospechas de quienes pensaban que la ministra, fiel valedora del capital asociado al nacionalismo catalán, tenía instrucciones muy precisas que cumplir y que éstas poco o nada tenían que ver con el conjunto de los intereses españoles. Cabe decir en descargo del Ejecutivo que la situación económica no es precisamente la mejor para hacer apuestas. Sin embargo, es en estos momentos cuando el Gobierno dispone de una magnífica oportunidad para marcar distancias frente a la visión mercantilista de las grandes multinacionales y apostar por una sociedad de la información más cercana al usuario y a las pymes. Apostar por el progreso frente a la cultura del pelotazo, que ha marcado el crecimiento de una Red tan prometedora como joven y frágil, no es una cuestión menor. El Gobierno español debe demostrar más sensibilidad a la hora de escuchar las críticas contra su gestión en materia tecnológica y más valor para enfrentarse los problemas de una sociedad que corre el riesgo de quedar relegada de un futuro a todas luces difícil. Debe demostrar, en definitiva, que el progreso no es una cuestión de pitos y alharacas. |
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