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La insignia
18 de enero del 2002


Entrevista con Declan McCullagh

«Las buenas historias son independientes
del medio en que se publican»


Pedro de Alzaga
El País. España, 17 de enero.


Corresponsal jefe en Washington de Wired, Declan McCullagh tal vez pase a la historia por ser el primer periodista digital reconocido por la Asociación de la Prensa de EE UU, por ser uno de los primeros en recibir credenciales para informar desde el Congreso de ese país y el permiso para viajar en el Air Force One.

McCullagh tal vez pase a la historia por asuntos aparentemente formales, pero marcados por lo que se esconde tras esos símbolos: la otra brecha digital, la que separa a la prensa tradicional de la digital y que aún se mantiene como un debate abierto e inconcluso entre compañeros de profesión.

Este periodista lleva más de 12 años escribiendo sobre los lazos que unen la política y la tecnología y ha levantado algunas de las mejores historias que se han lanzado a la Red, al papel y a las ondas. Ahora, está en Madrid de camino a Huesca, donde participará en el III Congreso de Periodismo Digital y donde comenzará un periplo de entrevistas y conferencias que le llevará por Turquía y Malta.


Pregunta: ¿A qué cree se deben las reticencias del periodismo tradicional hacia el periodismo de la Red?

Respuesta: Al principio, el periodismo tradicional no entendía al digital, porque no usaba Internet y les daba cierto miedo todo lo que rodeaba a este medio. Al mismo tiempo la prensa tradicional ha gozado de algunos privilegios que la convertían en un grupo relativamente cerrado. Así que, en términos legales, tenías que estar adscrito a una sociedad de prensa para obtener acceso al Congreso, por poner un ejemplo. Pero estas trabas no existen en la Red. Cualquiera puede abrir un sitio web y empezar a escribir sin tener ninguna formación periodística ni conocimientos específicos. Especialmente en los últimos dos años en que el software, como Slashcode o Blogger, ha permitido a los internautas publicar en la Red de forma relativamente fácil y convertirse en cierto modo en periodistas. Esto produce miedo en la profesión.

Pero este miedo, estas reticencias, han cambiado en los últimos meses. Los periodistas tradicionales han empezado a participar en lo que se hace en las ediciones digitales. Hace años, cuando empecé en la revista Time, era impensable que un redactor veterano accediera a publicar en la web ni siquiera una vez a la semana. Pero eso ahora empieza a cambiar, y creo que seguirá cambiando.

P: ¿Pero cree que se trata de diferencias culturales, metodológicas, o es algo relacionado con las condiciones laborales de ambos profesionales?

R: En Estados Unidos, el periodista digital suele ser una persona joven, acostumbrada a usar la tecnología y a sentirse cómoda delante de un ordenador, mientras que algunos periodistas tradicionales no quieren saber nada de las máquinas. Creo que puede tratarse de algo simplemente generacional. Al mismo tiempo, la prensa tradicional sigue centrada en la información generalista mientras que la digital tiende a ser más especializada y creo que esto supone un reto importante para la prensa: cómo competir con la información que empiezan a ofrecer sitios muy especializados como Slashdot, cómo competir para seguir siendo relevantes.

P: También se produce el fenómeno contrario, cuando las multinacionales empiezan a convertirse en productoras de información o a comprar los medios que la producen. ¿Qué impacto puede tener este movimiento en la información y en los periodistas?

R: No creo que la cosa cambie mucho para los periodistas, porque la gente siempre va a querer estar informada de lo que sucede a su alrededor. Así que la cuestión podría ser cómo sobrevivirá el periodista en línea, cómo conseguirá que le paguen por hacer su trabajo para sólo depender de sí mismo. Una forma de conseguir esto es cambiar la cultura que rodea Internet y que hace suponer al internauta que todo lo que allí se encuentra es gratis. Pero si se trata de pagar, antes se necesita una infraestructura adecuada que permita que el lector pueda gastarse incluso un céntimo en la información.

P: ¿Qué ventajas ve usted en la imagen y el sonido, frente a la palabra como vehículo tradicional de la información? ¿De qué modo puede la tecnología ayudar a informar mejor?

R: En este punto me gustaría volver a la pregunta sobre la distancia que separa al periodismo tradicional del digital. A medida que los digitales han probado que son capaces de levantar y escribir buenas historias algunos periodistas tradicionales se han dado cuenta de que las buenas historias hechas tras una buena investigación son independientes del medio en que se publican. Con un matiz: el periodista digital perfecto es el que puede escribir un artículo, hacer una entrevista, hacer fotos o vídeo y presentarlo todo como un conjunto y sin dejar de lado ninguna de las cosas. Y esto supone un reto.

P: ¿Pero no cree que el resultado sería mejor si el trabajo se repartiera entre un redactor y un fotógrafo o un camarógrafo, en lugar de que un solo periodista asuma todas esas tareas?

R: Hay veces en que se necesitan dos personas, porque el entrevistado requiere una atención especial, pero hay muchas organizaciones que no tienen los medios adecuados e inducen a los periodistas a aprender más cualidades. De hecho, hay algunos proyectos de investigación en EE UU que están trabajando sobre la idea de un periodista cyborg. Uno de estos proyectos está liderado por Steve Mann, que era un estudiante del Instituto Tecnológico de Massachussets que solía ir por la calle con cámaras en su cuerpo y ahora es profesor de la Universidad de Toronto (Canada) y pertenece al consejo de directores de la Cryptorights Foundation (Fundación Criptoderechos). Esta ONG se dedica a asuntos como la intimidad y la seguridad en la red pero también tiene entre sus objetivos desarrollar tecnología para periodistas. Para que la misma tecnología que usa CNN ahora para enviar sus imágenes por satélite pueda ser sustituida por dispositivos más pequeños, tal vez inalámbricos y más accesibles. Incluso meses después del 11-S había gente que pedía a las personas que vivían cerca del World Trade Center que tomaran imágenes de la zona cero para poder verlas a través de Internet. Y esto quiere decir que algo está cambiando.

P: Usted piensa que la tecnología será básicamente una ayuda. ¿Cómo será la Redacción del futuro?

R: La tecnología ha sido siempre una ayuda para el periodismo. Ha permitido, por ejemplo, que las cámaras sean más fiables, más rápidas, que las fotos no necesiten revelado... pero creo que la verdadera revolución reside en el hecho de poder estar siempre conectados, de asistir a una rueda de prensa en cualquier lugar del mundo, por ejemplo. En este sentido, las redacciones del futuro serán cada vez más virtuales. Creo que seguirá habiendo un espacio en alguna ciudad donde reunirse, una redacción convencional, pero ese espacio se expandirá a otros ámbitos. Yo vivo y trabajo en Washington DC y colaboro con algunas publicaciones que son completamente virtuales, que de otro modo tal vez no pudieran existir.

P: ¿Cómo cree que afectarán a los periodistas y lectores de la red las medidas tomadas el presidente de EE UU y el Congreso a raíz del 11-S?

R: No creo que el presidente Bush haya tomado las medidas correctas después del 11-S. Incluso el Fiscal General John Ashcroft ha dicho que la situación requiere que no se dé información a la prensa cuando sea posible. El Gobierno mantiene la información y después del 11-S ha habido un cambio de cultura en EE UU que ha llevado a considerar como socialmente inaceptable criticar lo que el Gobierno estaba haciendo. Y creo que éste es precisamente el momento para hacer una crítica honesta.

P: Sin embargo, los medios de su país han apoyado al Gobierno autocensurándose.

R: Sí, y me parece vergonzoso. No dudo de la responsabilidad a la hora de sujetar por un corto periodo de tiempo una información que pueda poner en peligro la vida de los ciudadanos. Pero otra cosa es que se lleve más allá de lo responsable, como algunas emisoras que han renunciado a emitir cualquier información que pueda dejar mal a Estados Unidos.

P: Usted mantuvo un duelo dialéctico con Lawrence Lessig (*) por su interpretación sobre el papel del Estado en Internet. Usted no cree en una eventual regulación de la Red.

R: Eso fue hace años, pero sigo pensando más o menos lo mismo. No soy un anarquista y creo que el Gobierno debe estar presente de algún modo, sin interferir, dejando que la gente sea libre para tener éxito o para fracasar. Creo que en la regulación que evite que la gente resulte amenazada o estafada, pero poco más.

P: Ha escrito sobre política y tecnología durante más de 12 años, y ha sido testigo de los enfrentamientos y coqueteos entre ambos mundos. ¿Cómo es en líneas generales esta relación y cómo cree que será en el futuro?

R: Lo que ha sucedido hasta ahora es que aparece una tecnología nueva, como la que permite a la gente comunicarse, y puede usarse de muchos modos: para hablar o para intercambiar pornografía. Entonces entra el Gobierno y dice: "Usted no puede hacer eso" y comienza un proceso de regulación y burocratización.

Vivimos un tiempo especialmente extraño: habrá tecnología para alargar la vida, para clonar seres vivos y el Gobierno querrá tener palabra en estos asuntos.

P: Hablando de políticos, fue usted el primero en publicar que Al Gore se había autodenominado "padre de Internet".

R: Sí, y después de decir eso e ir ganando en los sondeos, empató y luego perdió con George Bush. Me pregunto si tuvo algo que ver. [risas]


(*) Lawrence Lessig sostiene en su libro El Código y otras leyes del ciberespacio que si no existe una norma genérica capaz de regular Internet y de garantizar el desarrollo de los derechos civiles en ella, las grandes empresas podrán imponer sus normas sobre la voluntad de los ciudadanos. McCullagh discrepa de esta teoría, arguyendo que es el Gobierno el que ha puesto y pone más trabas a las libertades en la red. El autor dedicó un capítulo de este libro a McCullagh con el título "Lo que Declan pasa por alto" y abrió un sitio web bajo esa misma frase (what-Declan-doesnt-get.com) que se convirtió en escenario virtual de un agrio debate.



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