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26 de enero del 2002 |
A fuego lento Lo que falla no es el dogma sino los fieles (I)
Mario Roberto Morales
Cuando se derrumbó el mundo socialista, hubo una reacción izquierdo-religiosa que proclamó que lo que había fallado no era la doctrina sino sus formas erróneas de aplicación por parte de dirigentes corruptos a quienes se responsabilizó de los horrores del "socialismo real". La contraparte derecho-religiosa simplemente anunció que siempre había tenido la razón y que ahora no había más alternativa hacia la modernidad que la del capitalismo en su versión neoliberal. En este sentido fue que Fukuyama habló del "fin de la historia": es decir, de la historia entendida como la lucha entre dos caminos para transitar hacia la modernidad. Esta historia había desaparecido en vista de que ahora sólo quedaba un camino que recorrer. La historia como dinámica de las alternativas hacia la modernidad había terminado. Quedaba, valga la contradicción, la opción única (si es única no es opción, es necesidad histórica): la versión occidental, corporativa y neoliberal del capitalismo, para los países que aún no la habían alcanzado.
Luego de que hemos asistido a una elocuente serie de sonoros fracasos de este modelo de capitalismo, los sacerdotes del fundamentalismo mercadológico vociferan la misma tonada neosocialista dogmática, sólo que respecto del recetario neoliberal, y afirman que no es la receta lo que falla sino sus formas de aplicación y la corrupción de los políticos. Lo mismo que dijeron los socialistas dogmáticos hace diez años. No es el dogma lo que está mal, son los fieles los que no acatan el dogma al pie de la letra. Aunque sigo pensando que el marxismo tiene todavía mucho tiempo de vida como herramienta analítica, sin duda se plantea como necesario un remozamiento de sus postulados de cara a las nuevas realidades económicas y políticas, pues sólo así un enfoque analítico se puede mantener vivo y actuante. No hay que olvidar que fue el seguidismo dogmático y la equiparación mecánica de "teoría" con "verdad" lo que llevó en gran parte al colapso del socialismo real, y que es eso justamente lo que ha llevado al rosario de fracasos en la aplicación del recetario neoliberal, cuya práctica parece estar destinada a no llegar nunca a la altura de su "teoría", debido a la endeble moral de los seres humanos que la ejercen. Cualquier parecido con las "razones" que el dogmatismo izquierdista ofrece para justificar la existencia de elites dirigentes sin representatividad política, es pura, genuina y prístina coincidencia de intereses exclusivistas de poder. El caso de Argentina ha sacado a flotar estas argumentaciones dogmáticas disfrazadas de teoría económica y filosófica, lo mismo que ocurrió en su momento con los casos de Salinas de Gortari en México, de Carlos Andrés Pérez en Venezuela y de Alberto Fujimori en Perú, todos los cuales han sido -como Carlos Menem-requeridos por la justicia por actos de corrupción. La "teoría de la infalibilidad del dogma" y de la debilidad humana no menciona que en todos estos casos se convenció al electorado de la factibilidad del recetario con "axiomas" como estos: la gestión privada es superior a la pública en cuanto a eficiencia; la riqueza llegará a los pobres por "goteo" o "derrame" cuando el crecimiento económico haya satisfecho los intereses corporativos; y los proletarios se habrán de convertir en empresarios mediante el libre juego del mercado. Estos supuestos justificaron la privatización a menudo fraudulenta de empresas estatales que ahora venden servicios más caros y no siempre más eficientes, mientras la brecha entre ricos y pobres crece. Lo cual lleva al otro "axioma" neoliberal: es la intromisión del Estado la que altera el buen funcionamiento del dogma. De esto hablaremos el lunes. |
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