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17 de enero del 2002 |
Zoetrope
Gabriel Sosa
Zoetrope: All Story: La fábrica de sueños
Francis Ford Coppola es un hombre de proyectos grandiosos. Fueron grandiosas algunas de sus más célebres películas (El Padrino, Apocalypse Now), fue grandioso su sueño de un estudio propio (Zoetrope), y fue grandioso su fracaso financiero. Pero además de grandilocuente, Coppola es terco, y siempre se las arregla para volver y sacudir algo. En los últimos tiempos sacudió Cannes (y humilló a varios directores "sensación" del momento) agregando escenas a su film más emblemático, llamandolo Apocalypse Now Redux y demostrando que fue y sigue siendo una gran película. Y sacudió el mundo del cuento corto estadounidense fundando una revista, Zoetrope: All Story, totalmente dedicada al género.
Como Coppola no puede con su grandilocuencia, la idea original detrás de la fundación de su revista en 1977, era crear un "semillero" de ideas que pudieran transformarse en guiones (esto no descarta que la segunda idea detrás del hecho fuera la de ganar plata con la cual sanear su siempre complicada economía). Coppola siempre fue un hombre de guiones, respetuoso de la literatura (basta con ver cómo se las arreglo para que, a pesar de la radical mutación que se le impusiera, el espíritu del original literario de Apocalypse Now, El corazón de las tinieblas de Conrad, se mantuviera intacto en la película). Y en su grandioso estudio Zoetrope imaginario, habría un departamento completo dedicado a la adaptación (incluso a la creación) de originales literarios a la pantalla. El cuento corto (a veces no tanto) tiene una venerable tradición en Estados Unidos, que el las últimas décadas se vio soslayada en beneficio de la novela, formato más comercial, vendible y falsamente prestigioso. La llegada de Zoetrope: All Story dinamizó al género, por el simple mecanismo de pagarle a escritores para que produjeran ficción corta, reabriendo el espacio natural para el género. Ya sea para literatura "mayor", de género o popular, el espacio dentro de la ficción norteamericana para los cuentos siempre fue, y gracias a Zoetrope es de nuevo, las revistas. Los maestros del género, desde Poe a Carver pasando por Bierce, Hemingway, Capote, Sturgeon y un sinfín más, publicaron en la prensa sus obras cortas. Lo que puede ponerse en duda al leer la recopilación Zoetrope: All Story es que realmente los cuentos, salvo excepciones, sirvan como base para guiones cinematográficos. Los buenos cuentos pintan un personaje, un momento o una sensación, pero no desarrollan una historia completa. La economía de recursos es una de las virtudes aplicadas en el género, y a buenos cuentos cortos, tiempos cortos. Uno de los maestros del género, Raymond Carver, se especializaba en pintar momentos breves que desnudaban personajes implacablemente, y cuando su obra se adaptó para la pantalla debió fabricarse un pastiche con media docena de cuentos. Los relatos cortos pueden servir como base para guiones, pero dejan demasiados blancos por rellenar para ser adaptados. En Zoetrope: All Story hay cuentos buenos, cuentos muy buenos y cuentos medianitos. Un par de nombres célebres (literalmente dos, Salman Rushdie y David Mamet) rellenan el libro con textos testimoniales, el de Rushdie sobre las miserias comerciales de la fracasada adaptación de la BBC de su libro Hijos de la medianoche, el de Mamet sobre algo relacionado con el trabajo de guionista, que no se entiende muy bien qué es. Un poco menos célebre, John Nichols, coguinista de Missing y novelista, agrega otro relato testimonial sobre el oficio, menos abstracto que el de Mamet. El resto del libro se compone por cuentos de autores profesionales, todos norteamericanos salvo la curiosa aparición de Javier Marías y la de el africano George Makana Clark. Hay cuentos sobre alienaciones contemporáneas, cuentos humorísticos (en particular uno de Peter Lefcourt sobre la necesidad desesperada de achicar el número de escritores vivos), los inevitables cuentos de moda a la Ally McBeal sobre mujeres solteras de más de 30, cuentos muy buenos y cuentos no tanto. Lo mejor del volumen tal vez sea la historia de Tim Gatreaux Bailando con la chica de un solo brazo, que cuenta la historia del maquinista de una fábrica de hielo, obsesionado con el Viejo Oeste, que emprende un peregrinaje en busca de los restos históricos de su pasión. En el camino conoce a una mujer manca, que es profesora de estudios de género en una universidad del Este. La mujer se declara lesbiana, obviamente lisiada y "con un dieciseisavo de sangre negra". Con el tiempo confiesa que todo era una ficción, que es italiana y heterosexual (sí es lisiada), pero que debió crearse esa personalidad falsa para conseguir un lugar como profesora gracias a los cupos raciales, sociales y para discapacitados. El drama le llegó cuando fue desplazada por alguien "más negra y más lisiada que yo". Mientras tanto, el maquinista peregrino lentamente descubre que lo que va viendo en su viaje no son restos de su pasado histórico sino decorados falsos, trampas para turistas, y que las artesanías que se venden en la ruta realmente son indias, pero de las hechas en la India. A pesar de la falsedad en que ambos están sumergidos, uno en la cultura popular, otra en la académica, estos dos no logran conectar, prefieren sus propias ficciones y se separan. En apenas veinte páginas, con una ironía sin estridencias, Gautreaux pinta a fondo las contradicciones norteamericanas casi sin que se note. Sería raro que alguno de estos cuentos alcanzara, en la posteridad, a ganarse un lugar en las antologías de "Lo mejor de la prosa corta norteamericana" (tienen demasiada competencia en el pasado, y de demasiada calidad). Pero casi todos son de lectura agradable, de prosa depurada y de buena calidad. Zoetrope: All Story es un buen ejemplo de la sobrevivencia de un género tradicional, un descubrimiento placentero y el último eslabón de una larga cadena literaria que se niega a cortarse. |
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