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La insignia
16 de enero del 2002


¿Y Sandino?


Jaime Barba


Niquinohomo fue hace un poco más de una década pueblo famoso. Allí nació Sandino.

He ido en busca de su casa (supongo que museo) y me han dicho:

- Museo ya no hay.
-¿Qué se hizo? -interrogo con cierto estupor.
-Preguntále a Daniel o a la Chayo que es la que se llevó todas las chochadas.
-¿Y por qué desmantelaron el museo? -insisto.
-A saber para qué vergas.

Llego a una casa donde hay varias placas que indican la filiación familiar o la dignidad profesional o simplemente el pundonor pueblerino. Pero me equivoco, porque sólo es una casa particular de los Avendaño Sandino, que de algún modo muestran su otrora ilustre apellido.

Pregunto al vecino inmediato de los Avendaño Sandino por la casa de Augusto C. Sandino. «Se llevaron las cosas que tenía y están allá en Managua, cerca del malecón», me dice. Indago acerca de homenajes a Sandino o actividades similares y el vecino niquinohomeño riposta: «Daniel, en campaña, es el que viene a echarse chagüites». Muestro una inconfundible cara de indignación, no por lo que dice del eterno candidato presidencial del Frente Sandinista de Liberación Nacional, sino por el manoseo constante de una figura como Sandino que debería dar luz y no servir de ungüento. Claro, mi rostro compungido parece que le resulta incomprensible al vecino de Niquinohomo.

Abordo a otro niquinohomeño y me comenta, sin sobresaltos (hasta alegre y convencido), que el museo lo han convertido en biblioteca «y ahora los chavalos hacen investigaciones y eso.» Me parece una mejor respuesta. ¿Pero estará allí por lo menos el Pensamiento Vivo de Sandino que compiló Sergio Ramírez y los otros libros sobre Sandino que se han publicado? Digo pues, para que no les den cuentos de camino real a las nuevas generaciones. Pero eso lo sabré cuando llegue a la casa referida, que por fin he averiguado que queda frente al parque.

Arremeto y vuelvo a preguntar a otro vecino, pero ahora al costado sur del parque, si existe algún pariente directo de Sandino en Niquinohomo «Es correcto, hombré, andáte cuatro cuadras derecho, dos al lago y una abajo. Frente a donde se hacían nacatamales». Es una señora, pero no sabe cómo se llama. Es hermana de Sandino, creo escucharle. Pero no me parece que sea cierto eso. Hago cálculos mentales que le manifiesto a mi improvisado interlocutor. Entonces corrige: es la hija. ¿Cuál?, quiero interpelarle, pero el hombre me ataja y busca otra respuesta: sobrina. Al constatar que estoy con el ceño fruncido, termina sin convicción con unas palabras más etéreas aún: algo ha de ser, jodido.

Me entristece, en verdad, este abandono de la persona que dio sentido profundo en Nicaragua a la palabra dignidad hace más de sesenta y cinco años. Olvidar a Sandino sería como ignorar a José Martí.

Sigo todavía al costado sur del parque, pero ahora hablo con un muchacho (no creo que tenga más de veinte años) que se acerca muy atento a ver qué busco, y atisbo que se da cuenta que estoy tomando apuntes y supone (supone bien) que pondré algo de lo que me diga. Me quejo con él porque no veo rótulos que indiquen la ubicación exacta de la casa de Sandino y agrego que es más visible la Primera Iglesia Evangélica de Niquinohomo-El Edén-Convención Centroamericana. El muchacho de Niquinohomo -que no Sandino-, me dice con entusiasmo que lo que sucede es que están rehabilitando la casa y que cuando esté terminada traerán las cosas y volverá el museo y no sé cuantas linduras más. No le creo.

Continúo buscando. Antes de colocarme al costado occidental del parque pasa un hombre viejísimo arrastrando su cuerpo. Va diciendo cosas, como para su alter ego. Se me ocurre pensar que a lo mejor es Sandino que anda de incógnito, pero eso querría decir que Sandino no fue asesinado por orden del primer Somoza en 1934. Entonces, me vienen a la mente algunas lecturas sobre la gesta del Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua encabezado por Sandino que durante todos estos años he realizado, incluido el libro que Somoza mandó a editar después de la artera traición al proceso de paz; libro, por demás, de título sugerente (Sandino o el calvario de Las Segovias) que nunca se publicó en los años ochenta, no sé por qué razón, porque de lo que se trata es de conocer todos los ángulos. En seguida me asalta otro recuerdo: la conversación que tuve hace unos años con la directora del Instituto de Historia de Nicaragua que se encuentra dentro de la Universidad Centroamericana, y que escuchó con absoluta incredulidad (y quizás hasta con cierto dejo de fastidio) mis señalamientos respecto a nuevos hallazgos acerca de la zaga de Sandino. Y es que la investigación sobre ese período no ha terminado. Le dije a ella con absoluta franqueza que no era una intuición sino una corroboración fáctica, es decir, que al construir la cronología del quehacer de Sandino y su gente sacada de los periódicos salvadoreños de la época, no era difícil esbozar nuevas hipótesis. En fin, eso es lo que me cae de golpe mientras hablo con los niquinohomeños de 2001.

Atrancas y barrancas pues, llego a la que fue casa de Sandino. ¿Y cómo la vi? En ruinas, así como está la carretera vieja a León o la carretera de El Guasaule a Chinandega: con unos cráteres bárbaros. Si la están componiendo esa casa, casi la van a hacer nueva. Pero en la lipidia que se encuentra Nicaragua ¿habrá dinero para eso? Y en todo caso, ¿quién está patrocinando esta supuesta reconstrucción?

No me parece que sea punto de honor tener o no un museo sobre Sandino. Pero si había uno, ¿por qué lo quitaron? Me parece que la politiquería le dio y le dio al monigote y ahora sólo queda un trapo en desuso.

Lo que escribo es un reclamo. Una queja. Sí, y no sin amargura. ¿Pero qué otra cosa puedo decir frente a lo que constato? La culpa quizá la tiene, pienso, Pablo Milanés quien -mientras escribo- chorrea melancolía con sus hermosas canciones que hablan de un tiempo que pudo ser.

No quiero irme de Niquinohomo sin explorar un poco más. Abordo a dos mujeres que van caminando despreocupadas a media calle. Una, la mayor, enchancletada y quizá de no más de treinta y seis años; la otra, la menor, pero de unos veintitrés años, con una falda corta y suecos. Morenas las dos. La enchancletada responde con agilidad a mis peguntas, que giran entorno a la cantinela de por qué quitaron el museo y eso. La de falda corta no habla y me parece que ni le importa lo que ando indagando, porque rápido se nos despega para irse a platicar con un flaco peludo tatuado que está lengueteando un Eskimo doble de ron con pasas al otro lado de la calle.

Sigo preguntando y me doy cuenta que la mujer enchancletada no sabe mayor cosa de Sandino ni de su casa, pero sí de lo que pasa en Niquinohomo porque me contó con lujo de detalles lo que sucedió con el cabildo más reciente convocado por la alcaldía del lugar. Y no sólo eso: sacó no sé de donde un resumen del informe que supongo le servirá en nuestro convesatorio (como si supiera que nos encontraríamos). Por la forma de argumentar me parece que tiene cierto nivel de educación. ¿Maestra de primaria y ahora trabaja en Jinotepe en la cocina de alguna casa de cierto rango? No me atrevo a peguntarle. Veo sus chanclas, y sus pies están más o menos cuidados. Aura, me dice que se llama. Me dice que asistieron al tal cabildo sólo cuarenta y cuatro personas (y la mayoría empleados públicos gente de la alcaldía). Eso ya es un desastre, reflexiono para mí. El informe que leyó el alcalde era, además, para parar los pelos: La alcaldía estaba hasta los queques con las deudas heredadas de la administración anterior y que tenían como acreedores al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, la Empresa Nicaragüense de Telecomunicaciones y la empresa de energía eléctrica DISSUR. Ahí estaba el grueso. Aura, al verificar que me interesa lo que habla, ya con más soltura y apoyándose en el resumen del informe que enarbola casi con fiereza sigue desplegándome información. Continúa: El encargado de las finanzas de la Alcaldía de Niquinohomo explicó que los ingresos durante el 2001 fueron de 1.290.860 córdobas y los egresos de 1.046.837 córdobas. Las deudas eran del orden de los 116.000 córdobas, pero el saldo en bancos, al cierre de noviembre, era de 3.725 córdobas.

El país en versión micro, pienso.Yo vengo a Niquinohomo por lo de la casa de Sandino y me sale al paso esta digresión. Aura continúa con gran soltura, lo que ahora es un discurso articulado, que no logro discernir si tiene sazón liberal constitucionalista o sandinista. Me dice entonces que los ingresos propios del municipio son un porcentaje bajo de los ingresos totales: 353.328 córdobas, que además se van casi en su totalidad en pagar al personal de la comuna. Estoy abrumado por lo que Aura me traslada. Aquí sólo se puede irla pasando, le digo por toda respuesta. Pero hay un dato que me interesa no dejar de mencionar y que la gente de la alcaldía lo expresó sin tapujos. Y es que de las 2.402 propiedades que tiene el municipio, sólo un porcentaje no muy alto paga en la tesorería municipal. Y si a eso se le agrega el derrumbe de los precios internacionales del café (Niquinohomo está situado en una amplia área cafetalera), pues la cuesta se presenta empinada.

Le agradezco a Aura por la valiosa información, pero me disculpo y sigo con lo que me ha traído a Niquinohomo. Reviso mis apuntes y evalúo que es suficiente. Comienzo a salir. Pero un mensaje a un costado de la iglesia católica de Niquinohomo me desconcierta: «Mirad que estoy a la puerta y llamo». Sé que es del Apocalipsis (3:20), pero a mí se me antoja elucubrar que quizás es una frase enigmática de las que hacía Sandino.

Continúo la retirada, pero capta mi atención un rostro grande de un hombre gordo o inflado, no sé, que a un lado tiene una frase: Los niquinohomeños votamos en la 21. Cuando he pasado varios metros ya de eso, recapacito y caigo en la cuenta que eso que vi era de la campaña cuando Arnoldo Alemán fue candidato presidencial y apachurró de nuevo las pretensiones del ahora eterno candidato presidencial del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega. Ni se imaginaba Alemán en aquellos años que saldría este 10 de enero próximo con el rabo entre las patas.

Aún no salgo y tengo que pasarme rápido al otro lado de la calle porque un beodo viene dando bandos contra medio mundo y como viene espadeando con su machete, no vaya a ser que me cause un perjuicio

Estoy ya en las afueras y cojo la carretera que desemboca en Las Esquinas y va quedando a mis espaldas lo único visible que hay de Sandino en Niquinohomo: un muñeco de metal de tamaño familiar.

¿Y Sandino?, me pegunto mientras tanto.


Niquinohomo, 28 de diciembre de 2001.



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