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19 de diciembre del 2002 |
Russell Mokhiber y Robert Weissman (*)
Traducción para La insignia: Berna Wang
¿Son incompatibles el caviar y el capitalismo? ¿Es el sistema que se enorgullece de la creación y la veneración de la riqueza incapaz de mantener un mercado sostenible para uno de los grandes símbolos de la riqueza?
Bueno, como mínimo, la trágica historia de la industria mundial del caviar da que pensar y sirve de parábola para ilustrar los peligros de la ideología fundamentalista del mercado que domina la política económica mundial desde hace dos décadas. La historia de la industria se cuenta en un nuevo libro de Inga Saffron, periodista del Philadelphia Inquirer y ex corresponsal en Moscú de dicho diario, titulado Caviar: The Strange History and Uncertain Future of the World's Most Coveted Delicacy (Caviar: La extraña historia y el incierto futuro del manjar más codiciado del mundo) (Nueva York, Broadway Books). Durante la mayor parte del siglo XX, el mercado mundial del caviar se abasteció principalmente de la Unión Soviética. El caviar —las huevas en salazón del esturión— es una creación de la cultura rusa. Aunque el esturión pobló en grandes números muchos de los grandes mares y ríos del mundo, la mayor parte del suministro del mundo después de la segunda guerra mundial procedía del mar Caspio y del mar Negro. Tras llegar al poder, dice Saffron, «los soviéticos se dieron cuenta de que podían ganar mucho dinero si controlaban el mercado del caviar» y exportaron el producto a los mercados occidentales para obtener divisas fuertes, aunque limitando la oferta para subir los precios. «No quiero decir que tuvieron una actuación sin tacha desde el punto de vista ecológico, porque no fue así —afirma Saffron—. Pero sí actuaron como freno en la pesca porque limitaron las exportaciones de caviar.» Aunque los soviéticos se embarcaron en sus catastróficos planes de construcción de embalses que impidieron a los esturiones remontar los ríos para desovar, crearon un extenso sistema de criaderos que mantuvo la población de este pez. Así que resultó que el comunismo fue bastante bueno para el caviar. Cuando la Unión Soviética se hundió, se hundieron también las protecciones y el sistema de apoyo al caviar. En el caos que siguió a la caída de la Unión Soviética, muchas fábricas de todo el país cerraron porque se evaporó el dinero oficial para hacer frente a los gastos. Los fondos para mantener los criaderos desaparecieron también, y el sistema de criaderos se fue a pique. En general, dice Saffron, el sistema de criaderos se hizo mucho menos eficiente y producía mucho menos pescado que antes. Peor aún fue, quizá, la pesca furtiva desenfrenada que se desató tras la caída de la URSS. «Muchas de las personas que se habían quedado sin trabajo empezaron a pescar ilegalmente —según Saffron—. Pescaban esturiones y fabricaban caviar en sus cocinas, porque es la única forma que tienen de ganar dinero. Era el único recurso que había en el sur de Rusia.» Los antiguos límites soviéticos para la pesca «fueron ignorados, y la gente pescaba todo el tiempo», dice Saffron. Las bandas de delincuentes que se apoderaron de gran parte de la industria sobornaron e intimidaron a muchas agencias de control, débiles e ineficaces. Hoy, el esturión de las partes rusa y kazaja del mar Caspio está disminuyendo a gran velocidad, y Saffron tiene pocas esperanzas de que se salve. Los controles internacionales sobre las importaciones de caviar son escasos y están llegando demasiado tarde y, en cualquier caso, no pueden detener el tráfico interno del manjar. La desaparición del esturión en las partes rusa y kazaja del mar Caspio es una historia que se repite. La pesca furtiva masiva desembocó en la rápida destrucción de las poblaciones de esturión en Alemania, Francia, el este de Estados Unidos y en los Grandes Lagos estadounidenses en sólo unas décadas, a finales del siglo XIX y principios del XX. Hoy, el contraejemplo del fracaso del liberalismo en la producción de caviar es Irán. Del mismo modo que antaño en la Unión Soviética, Irán mantiene límites estrictos para la captura del esturión en su parte del mar Caspio y dispone de un complejo y efectivo sistema de criaderos. Los países que dependen sólo de las señales del precio para regular la industria han presenciado un breve ciclo económico de auge y caída. Los países que han logrado mantener una industria del caviar viable durante años han hecho inversiones a largo plazo en infraestructura e implantado sistemas para garantizar la gestión sostenible de unos recursos limitados, elementos clave para una gestión económica efectiva y un mundo habitable. Algo que no van a conseguir los mercados por sí solos. (*) Russell Mokhiber es editor de Corporate Crime Reporter, con sede en Washington D.C. Robert Weissman es editor de Multinational Monitor, con sede en Washington, D.C. Ambos son coautores de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on Democracy (Monroe, Maine, Common Courage Press, 1999).
(c) Russell Mokhiber y Robert Weissman |
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