Portada Directorio Buscador Álbum Redacción Correo
La insignia
3 de diciembre del 2002


Shell Oil y la política de promoción


Russell Mokhiber y Robert Weissman (*)
Focus on the Corporation. EEUU, diciembre del 2002.

Traducción para La insignia: Berna Wang


¿Y qué pasa con las mayor compañías petroleras: Exxon Corporation, BP Amoco y Royal Dutch Shell? La semana pasada, BP Amoco dijo que iba a retirarse de una importante iniciativa de presión para abrir el Refugio Natural Nacional del Ártico en Alaska a las perforaciones petrolíferas.

BP quiere que la gente crea que la compañía va "más allá del petróleo" —BP, ¿lo captan?—, hacia la era solar.

El mes pasado, ExxonMobil anunció que había donado 5 millones de dólares a la National Fish and Wildlife Foundation, para contribuir a salvar a los tigres.

En una conferencia de prensa en la que ExxonMobil anunciaba su donación al Fondo Salvad a los Tigres, la compañía repartió cachorritos de tigre de peluche para los niños.

ExxonMobil quiere que la gente crea que le preocupa la naturaleza y todas sus criaturas vivientes.

En mayo del 2000, Royal Dutch Shell creó una fundación dotada de 30 millones de dólares para promover proyectos de energía sostenible y de inversión social en todo el mundo.

La semana pasada, la Fundación Shell anunció que iba a dedicar 3 millones de dólares a una campaña de concienciación sobre cómo la pérdida de los humedales de Louisiana afectará al estado, y obtener apoyo para los esfuerzos dirigidos a salvar las costas de Louisiana.

Shell ha encargado al especialista en medio ambiente Amory Lovins una auditoría energética de una de sus instalaciones petroquímicas de Dinamarca.

Shell también ha entregado 7 millones de dólares al World Resources Institute de Washington D.C. para buscar soluciones válidas desde el punto de vista medioambiental a los problemas del transporte urbano.

Y este año, Shell donó 3,5 millones de dólares para crear el "Centro Shell por la Sostenibilidad", en la Rice University.

Por supuesto que todo esto son buenas acciones.

Pero, ¿por qué hacen esto las compañías petroleras?

¿Lo hacen porque quieren sacarnos de esta economía del combustible fósil que está destruyendo el medio ambiente?

¿Lo hacen porque realmente quieren llevarnos a una economía de la energía solar?

¿O lo hacen para vestir su imagen de verde y comprar el silencio de sus críticos en asuntos medioambientales?

¿Lo hacen para ocultar su historial anterior de derrames de petróleo, lesiones y fallecimientos de trabajadores en sus puestos de trabajo y vertido de contaminantes cancerígenos en el medio ambiente?

John D. Rockefeller, el millonario de finales de siglo, regalaba monedas a los niños. ¿Por qué daba monedas Rockefeller a los niños? Para comprar silencio y buena voluntad.

De modo similar, las compañías petroleras de hoy regalan millones de dólares a grupos y activistas medioambientales para comprar silencio y buena voluntad.

Y ahora es cuando entra en escena Jack Doyle, que acaba de finalizar una extraordinaria historia de Shell titulada Riding the Dragon: Royal Dutch Shell and the Fossil Fire (Cabalgar en el dragón: Royal Dutch Shell y el fuego fósil).

El libro está publicado por el Environmental Health Fund de Boston y también puede adquirirse en Internet, en shellfacts.org.

Al documentar cientos de casos de abusos contra los derechos humanos, contaminación por petróleo, lesiones y muertes de trabajadores, y la fabricación de productos químicos cancerígenos, Doyle afirma que Shell y las grandes compañías petroleras tienen mucho que ocultar.

Y aun así, pese a toda la retórica de ir "más allá del petróleo", siguen obteniendo contratos a largo plazo que los atan a la economía del combustible fósil, con todos sus riesgos geopolíticos, todos sus abusos contra los derechos humanos y la destrucción del medio ambiente.

Doyle señala que aunque Shell dedica millones de dólares a crear la impresión de que es una compañía petrolera responsable desde el punto de vista social y medioambiental, la segunda mayor compañía petrolera del mundo sigue siendo uno de los mayores infractores medioambientales del mundo. Por ejemplo, la nueva Shell se niega a limpiar lo que es actualmente el mayor vertido de petróleo subterráneo urbano del mundo en Durban, Sudáfrica, donde se han arrojado hasta el momento más de un millón de litros de petróleo, según informa Doyle.

El libro documenta una campaña coordinada por Shell para poner fin a los informes gubernamentales críticos, reescribir la historia y encubrir sus fechorías.

Desde la presunta implicación de Shell en la ejecución de su crítico más destacado, Ken Saro-Wiwa, de Nigeria, la compañía viene afirmando que ha adoptado un nuevo conjunto de principios encaminados a reformar sus prácticas internas y recomponer su imagen.

«Pese al juicio civil que se desarrolla en Nueva York sobre el presunto papel desempeñado por Shell en la ejecución de Saro-Wiwa y otros activistas, Shell tiene la temeridad de publicitarse como una nueva compañía comprometida con los derechos humanos, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible —declara Doyle—. Hay muchas razones para ser escépticos ante esta imagen fabricada, tan demencialmente contraria a los hechos.»

No se crean la publicidad. Olvídense de los sitios web efectistas y de los cachorros de tigre de peluche.

No hay nada nuevo en Shell, Exxon y BP. Están comprometidas con la economía del combustible fósil.

Tenemos que salir de ahí.


(*) Russell Mokhiber es editor de Corporate Crime Reporter, con sede en Washington D.C. Robert Weissman es editor de Multinational Monitor, con sede en Washington, D.C. Ambos son coautores de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on Democracy (Monroe, Maine, Common Courage Press, 1999).

(c) Russell Mokhiber y Robert Weissman
(c) de la traducción: Berna Wang, 2002.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad | Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción