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La insignia
25 de diciembre del 2002


Dale, Arturo, dale


Guido Eytel
La Insignia. Chile, diciembre del 2002.


Siempre le gustó llamar la atención, míralo la bata roja y toda esa gente aplaudiendo y deseándole suerte, cómo lo tratan de tocar, mira, le llega a brillar la cara con la vaselina que se ponen para que resbalen los puñetes. Yo cuando lo conocí no tenía ninguna marca todavía. Qué fue lo que me gustó, anda a saber, tal vez la seguridad con que decía: "voy a ser campeón del mundo". A lo mejor me lo creí, dices tú, y te juro que no. Qué le iba a creer. En ese tiempo todavía no era profesional, no fue hace tanto, no me vengas a decir que estoy vieja porque ahí sí que me enojo, míralo como sube al ring, esos besitos me dijo que iban a ser para mí. Le prometí que iba a ver la pelea por la tele, aunque no me gusta mucho por miedo a que lo dejen tirado en la lona y yo sin saber si se va a levantar o no. Te digo que una piensa que se va a quedar ahí para siempre, porque varios se han muerto así y no quiero que a él le pase nada.

No, si no es amor, de eso no me queda ni un poquito, pero míralo parado ahí arriba levantando los brazos y saludando al público con esa pinta de matador y cómo mira al otro, al negro, parece que quisiera matarlo. Con esa pinta cualquiera le cree, pero te juro que nunca pensé que iba a llegar a disputar el título. No fue por eso que me casé con él y estuve todos estos años, cinco, no fue por eso.

No me mires a mí, que ya va a empezar, mírale los ojos metidos en los ojos del otro, él dice que lo aprendió de un argentino, el Monzón, ése que está en la cárcel porque mató a su señora. A mí nunca me pegó, si es eso lo que quieres saber, pero cuando discutíamos, a veces, se quedaba callado y empezaba a mirarme igualito a como está mirando al negro, con esos ojos de asesino.

Este es el round de estudio que le llaman, a él nunca le gustó (a ti sí, claro, me doy cuenta) porque decía que eran tres minutos perdidos y para qué iba a estar esperando si con un solo derechazo terminaba la pelea y ya podía estar en la casa o con los amigos.

Hay que ver que le gusta andar por ahí con los amigos, tienes que saberlo. Él mismo me contaba, me cuenta, que siempre había uno que gritaba "viva el campeón" para que todos supieran que era el mismo Arturo Martínez que estaba ahí y no faltaba el que pedía una botella de champaña para brindar por el primer chileno que iba a ser campeón del mundo, te das cuenta.

El negro tiene los brazos más largos, eso le molesta, más suavecito ahí, ya terminó el primer round y no se hicieron nada, el negro no lo va a dejar acercarse, seguro, y al Arturo se le nota que ya lo sabe por la cara de enojado que lleva, te imaginas si supiera.

Los boxeadores no tienen pelos en el pecho, por qué será, al principio se me ocurría que estaba acostada con un niñito de quince años y era más o menos lo mismo. Nada de estudios ni que ocho cuartos. Se subía y le daba rápido, terminaba y se quedaba muy tranquilito, seguramente convencido de que a mí también me había ganado, pero te juro que nunca sentí nada, nunca.

Yo pensaba, la tonta ignorante, que todas las relaciones eran así, que una tenía que recibir no más y dejar que el hombre se desahogara, hasta que leí en una revista, la "Vanidades" parece, que la mujer también podía gozar y que tenía todo el derecho. El asunto empezó a darme vueltas en la cabeza, ya va a empezar el segundo round, y lo exigí un poco pero sin que se diera cuenta creía, no sé si me entiendes, bueno, lo que una hace para entusiasmar al hombre, para que se dé cuenta de que quiere algo más, pero una noche, cuando yo estaba de lo más cariñosa, me dijo que para eso estaban las putas y que él no aguantaba que su mujer se comportara como una calentona cualquiera. De ahí para adelante nunca más y eso que en ese tiempo todavía lo quería, creo. Ay, le pegaron en la nariz, eso es lo que más le molesta, un argentino fue el que se la quebró, por eso la tiene chueca, pero me dijo que va a operarse. Mira como se trata de acercar pero el negro no lo deja. Está enojado, se le nota, y el entrenador siempre le dice que tiene que estar tranquilo porque si no recibe mucho, tiene toda la razón pero nunca le hace caso, por ahí, por ahí, sigue, eso me gusta, te fijas que se me pone carne de pollo. "Su marido es porfiado como una mula", me dijo una vez. "Es que pego como una mula", le contestó el Arturo y se largó a reír.

Fue en una fiesta del liceo cuando lo conocí y andaba bien elegante, no tanto como ahora eso sí, yo creo que está exagerando, le gustan los trapos más que a las mujeres y a veces se compra ropa que ni siquiera necesita, que sabe que no va a usar nunca, hasta zapatos de esquí, si es para la risa, mira cómo le esquivó el puñete el negro.

Como te iba diciendo, fue en una fiesta del liceo, tampoco le gusta eso, que el árbitro los separe porque ahí, abrazados, aprovecha de pegarles donde más les duele. Recién había salido campeón de Chile --aficionado, claro-- y era la sensación de la fiesta. Cuando me sacó a bailar ni me di cuenta de que era tan bajito, lo que importaba era que yo había sido la primera que él sacaba, hacía rato que estaba mirándome y las compañeras me hacían guiños y más de alguna, mira qué tontas, seguro me envidiaba porque él había salido en los diarios de Santiago y todo. Claro, los dos éramos de Valdivia y vivíamos allá todavía. No me tapes que no puedo ver y está por terminar el round pero sigue, claro, sigue, si está rico, pero quiero mirarlo mientras tanto, ya se le fue encima, despacito ahí, le gusta cuando el público grita dale Arturo dale, dice que siente como un escalofrío --yo también, loquito-- y le dan ganas de matar al otro con tal de escuchar los aplausos. No pudo meterle el derechazo, eso debe ser lo que más quiere en la vida. Cuando me dijo que nos casáramos me mostró el puño derecho y me dijo: "gracias a éste vamos a ser ricos".

Con esta pelea no va a ganar mucha plata, dice, pero si gana puede cobrar lo que quiera cuando defienda el título. Si es que gana, qué crees tú, se nota que el negro es bueno, panameño creo, una va aprendiendo casi sin querer de lo que va escuchando. Lo primero que se compró, después del auto, fue un aparato de video para ver sus peleas. Y las de los otros también, para ir aprendiendo. A este negro lo vio como cien veces. Míralo como se abre, me decía aquí mismo en las noches, ahí lo tengo, pero fíjate que el negro ahora se cuida más porque debe saber que el Arturo pega fuerte.

Terminó el tercer round y no pudo meterle la derecha. Se va a ir cansando porque no está acostumbrado a que las peleas le duren tanto, así le decía siempre el entrenador y quería que hiciera más gimnasia, más trote, pero para eso siempre fue remolón. Yo creo que ni lo escucha ahí en la esquina. Nunca debe haber escuchado a nadie el pobre. Pero ahora está enojado porque no puede entrar, seguramente el entrenador le dice que tiene que estar tranquilo pero se le nota, yo le noto, en la mirada que lo único que quiere es matar al negro. Mira --no, mejor no mires, sigue-- ya están en el medio y el Arturo se le fue como un loco, cómo grita la gente, ahora que me acuerdo les dijo a los periodistas que en este round lo noqueaba, no sé por qué les da tanta importancia a los periodistas, cómo gritan dale Arturo dale, le acertó, mira, le acertó, lo tiene mareado, dale no más tonto, no te distraigas, el negro lo quiere abrazar, dale Arturo, yo también me entusiasmé, dale tú también, tranquilo Arturo tranquilo, se le está arrancando, ya no, ya no, se le fue, el negro lo abrazó y ahí va el árbitro a separarlos. Claro, ahora el negro lo bailotea pero la gente sigue gritando y el Arturo se le va encima, ahí recibió dos bien fuerte, pero él dice que no los siente arriba del ring. Cuando llega aquí a la casa no más, ahí le empieza el dolor y tengo que estar colocándole hielo.

Se la está jugando Arturo, quizás fue eso y no lo que te dije antes lo que me gustó. Es muy valiente, eso hay que reconocerlo, pero valiente para esto, para los puñetes, no para otra cosa. Una vez se les trenzó en la calle a tres tipos que me dijeron un piropo, nada más que por eso. Tuvieron que llamar a los carabineros. No, tonto, si no es que sea celoso, es una especie de orgullo y también las ganas de pelear. Es como esos gallos de pelea, que nacen nada más que para eso, para pelear. Lo demás les importa un comino. Míralo como goza, no sé si será la sangre, qué será, goce o furia, que parecido, el negro rebotó en las cuerdas y Arturo pasó de largo, terminó el round y no lo noqueó. Pobrecito Arturo, no pudo cumplir su promesa pero igual más que aplauso es una ovación.

Ahí lo están tomando de cerquita en el rincón y se le nota el ojo bien hinchado. Al principio me ponía a llorar cuando lo veía llegar así, pero después me fui acostumbrando. La mujer del carbonero se acostumbrará también a verlo llegar lleno de hollín, pero acostarse con esa mugre no tiene nada de romántico y yo creo que me fui volviendo una enfermera no más, le ponía su hielito para que se fuera deshinchando y lo dejaba tranquilo para que se repusiera. Y eso que siempre ganó, es para la risa, te imaginas si le hubieran ganado. A veces el otro quedaba sanito porque el Arturo le daba un solo derechazo y lo noqueaba, pero mientras tanto el otro le había pegado diez o veinte y le dejaba la cara imposible.

Ahora va a empezar el quinto, el entrenador le está diciendo, seguro, que no se atolondre, pero qué le va a hacer caso el Arturo si la gente grita dale y dale y dale. A ti no hay necesidad de aplaudirte para que te entusiasmes, haces tu trabajo tranquilo, eso me gusta, pero así no, que quedo incómoda y no puedo mirar la tele. Busca otra manera, busquemos, a ver así, tú no ves nada pero yo te sigo contando ay, entró, ya entró.

Entró como loco, no te dije, convencido de que el negro está mareado todavía pero no creo. Por algo es campeón del mundo, está más decidido, baila y lo puntea, pero es un latigazo así, con ese ritmo, con ese mismo ritmo, le está metiendo todos los puñetes, arriba y abajo, le tira la derecha el Arturo pero le pegó al aire y el negro lo cruzó, es rico así, parece que me estoy poniendo un poquito degenerada, mira que mientras lo veo en la tele, ay, sigue recibiendo, ya tiene un ojo cerrado, va a quedar imposible, no importa, a él no le importa con tal de ganar, siempre lo ha dicho.

Ayayay, arriba y abajo, qué rico, parece que estuviéramos jugando, otro más le dieron, déjame mostrarle para que se distraiga, mira Arturo mira, aquí está tu mujercita adivina con quién, pégale negro, eso, dale no más, porque no sabe lo que se está perdiendo, eso es lo que me da rabia, le están sacando la cresta mira, no mires, tú no, yo sabía que esto iba a terminar así mi amor, más fuerte, más fuerte, está mareado, dale no más negro, ya negrito, mi amor, se está afirmando de las cuerdas y tiene los ojos en blanco, deja que te agarre del pelo, aguanta maricón, ay, ay, ayayay, pobrecito, ay, ayayay, pobrecita yo, me muero, ahí quedó en la lona pero no estoy arrepentida, mi amor, porque se lo merecía, ojalá que se quede tirado para siempre y para siempre entonces yo contigo, déjame apagarla.



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