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La insignia
20 de diciembre del 2002


Así vamos

Lo misterioso cotidiano


Juan Castaingts Teillery (*)
La Insignia. México, diciembre del 2002.


Hay momentos en que hay que dejar a la economía descansar y volver a elementos de la vida humana que nos son vitales. Además de economista soy antropólogo y como tal pretendo escribir el día de hoy.

Humberto Eco el semiólogo que escribió la ya legendaria novela "El nombre de la Rosa" es también un ensayista que nos ofrece reflexiones que aunque no siempre son válidas sí son interesantes y estimulantes. El domingo pasado en El País, escribió un largo ensayo denominado "El mago y el científico" cuyas reflexiones vale la pena analizar críticamente.

En síntesis, la tesis que él sostiene es que a pesar de las apariencias el mundo actual se encuentra más ligado al pensamiento mágico que al pensamiento científico. Su argumento es sencillo e interesante y consiste en señalar que estamos tan acostumbrados al uso de la tecnología moderna: aviones, comunicaciones, computadores, Internet, etc, y que estos adelantos técnicos los vivimos en términos mágicos "Pero este estar acostumbrados a la tecnología no tiene nada que ver con el estar acostumbrados a la ciencia; mas bien tiene que ver con el eterno recurso a la magia ".

Para este autor "La magia ignora la larga cadena de las causas y los efectos y, sobre todo, no se preocupa de establecer, probando y volviendo a probar, si hay una relación entre causa y efecto".

Una de las conclusiones claves de este ensayo es que "El usuario vive la tecnología del ordenador como magia" y lo mismo sucede con los antibióticos y la cura que éstos producen. A Umberto Eco le preocupa el predominio del espíritu mágico sobre el científico en la actualidad y la confusión generalizada entre magia, ciencia y tecnología y como una de sus conclusiones señala: "Nos seguimos masacrando como en los siglos obscuros arrastrados por fundamentalismos y fanatismos incontrolables, proclamamos cruzadas, continentes enteros mueren de hambre y de sida, mientras nuestras televisiones nos representan (mágicamente) como una tierra de jauja atrayendo sobre nuestras playas a desesperados que corren hacia nuestras periferias dañadas como los navegantes de otras épocas hacia las promesas de El Dorado".

Eco tiene toda la razón cuando critica el mito dominante según el cual vivimos una época dominada por el racionalismo. Desde nuestros análisis, el racionalismo existe pero es una parte pequeña de nuestra vida económica, social y política. Otros factores: el miedo, las pasiones, la magia, las creencias, el ocultismo, lo esotérico, lo misterioso, siguen jugando un papel relevante.

Pero Eco se equivoca sobre el concepto de magia. En forma muy simplista y sujeta a fuertes imprecisiones, podemos decir que la magia es una acción a distancia que confunde señales con símbolos, que implican un mensajero del más allá, un espíritu relacionado con el mago, que acentúa la lógica de la semejanza, que la causalidad natural se humaniza y se hace cuestión de voluntad y deseo y en fin, que implica un carisma en el mago que la ejerce.

No es cierto que la magia evada el pensamiento causal, simplemente las relaciones de causalidad que evoca la magia son diferentes a las del científico. Tampoco es válido que la magia no se preocupe por sus resultados, sino que solamente los evalúa en forma diferente a lo que lo hace la ciencia. La magia no es el pensamiento del ignorante sino que, como lo señala Lévi-Strauss, se trata de otro tipo de pensamiento en una estructura distinta.

La critica anterior no elimina el hecho válido señalado por Eco de que nos relacionamos con los objetos producto de la ciencia y técnica moderna de un modo que no tiene nada de científico y que este hecho es clave para comprender la vida cotidiana económica, social y política. Se trata de una visión que no es ni científica ni técnica ni mágica. Es algo que podríamos denominar lo misterioso cotidiano.

Lo tecnológico: televisión, computadoras, Internet, instrumentos médicos, medicinas, aviación, etc., son parte de la vida cotidiana, son objetos que usamos sin comprenderlos pero que la frecuencia cotidiana nos ha acostumbrado a ellos, los manipulamos sin saber cómo funcionan, son cajas negras que permean y estructuran nuestras vidas pero nos son extrañas, son metaobjetos que nos dominan, determinan y orientan nuestras vidas y frente a las cuales -frente a ellas, que constituyen los misterioso cotidiano- no es la razón la que nos orienta .

La teoría neoclásica y neoliberal que proclama la racionalidad del consumidor es simplemente absurda.


(*) Profesor Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.



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