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La insignia
2 de diciembre del 2002


Qué fácil es cortar una cabeza
con el teorema de Pitágoras


Marcos Winocur
La Insignia. México, diciembre del 2002.


Y ahora sí, llegó el momento de entrar a la sala -¿qué, ya no se acuerdan? la sala del cine, mi hermano es el protagonista-, corre película.

Escena I. Oficialmente murió. Acta de defunción y recortes de periódicos. Coro. Ayer trágicamente en ésta cuando nada lo hacía suponer cuando de él todo cabía esperar ayer trágicamente en ésta.

Escena II. Esa mañana mi hermano ejecuta las primeras ceremonias del día. Pero el agua fría en la cara no borra los ojos rojos los ojos en el espejo y en los ojos grandes del mantel. Inútil acomodar las tazas servir el café, inútil; las cucharas tiritan el mantel se cubre de escarcha y sobre el plato el pan oculta su llanto. No, sí me siento bien es que no tengo hambre papá y mamá los quiero mucho quisiera decir; y únicamente la garganta y es como ahogarse en el mar. Y la cabeza, me van a correr de la escuela me van a correr de mi casa porque cero, cero, cero en la boleta.

Escena III. A mediodía llama el teléfono y atiende papá. No la reconocí le ruego me disculpe no la esperaba tan pron-to; cuando escuché debo darle una mala noticia entonces com-prendí era usted pero créame por la voz me pareció joven y estaba pensando si seré estúpido estaba pensando si traería guadaña y reloj de arena comprendo que usted tenga prisa co-rro a ponerme el saco y dígame dónde es la cita porque es a mí a quien busca supongo soy el más viejo corro a ponerme el saco.

Escena IV. La noche después. Es tarde y en la casa todas las luces las puertas abiertas de par en par. Coro. Lo siento señor créame lo siento mucho señora infinitamente lo siento. La madre. No se hubieran molestado además ustedes saben en lugar de dar de comer a las hormigas esas tragonas de pétalos en estos casos se estila ayudar la tarea de la dama que nos telefoneó quiero decir no traer flores mejor traer gusanos. Coro. Pero lo siento tanto créanme para mí como si fuera mío lo siento lo siento mucho lo siento infinitamente.

Escena V. Luego que el último pésame rodara sobre sus cabezas, papá habla a mamá junto a la puerta del cuarto de mi hermano. No entres, sobre la mesa está el libro abierto aquí bajó los hombros mientras volaban los sueños y las páginas morían de aburrimiento. Pero no entres, cómo saber que las matemáticas tenían listos la bala y el revólver, cómo saber. No entres, cerrar el libro la cama fría y colgar la ro-pa que él esa mañana limpiar el cuarto y de qué sirve entrar a escondidas el uno del otro sentarse al borde de la cama mover la cabeza y llorar de qué sirve si no volverá. El no volverá de pie seguirán muros que debieron derrumbarse mi cabe-za no cae a pesar de los golpes. Cerrar el cuarto dejar la casa y cubrir los espejos no sea mi imagen devuelta y a su cuerpo el descanso le llegue, ábrase su tumba para mí.

Escena VI. Unos años atrás. Me parece verte eras un niño dormías y despertaste un pájaro batiendo grandes alas ne-gras gritaste; mamá corrió a tu cuarto la luz disolvió la terca pesadilla no es nada, ya pasó.

Escena VII. En la casa. El aire limpio sin una mancha prohibido manchar el aire. Coro. Ser bueno y cuando grande un hombre de bien. La madre. Afuera el frío está que corta el abrigo te lo cierras bien y al entrar a clase te lo quitas pero al salir al patio en el recreo te lo pones y por favor cierra la boca respira sólo por la nariz. Coro. Ser bueno y cuando grande un hombre de bien.

Escena VIII. En tu cuarto. Todavía suena sobre los techos el paso fugitivo de los duendes. Es la lluvia. Pero la lluvia quería ser mano y tu mano pedía frente y tu boca pedía boca y tu pubis pedía pubis y tu pubis pedía boca. Ni una madrugada tocar a las puertas cortar los sueños con timbres y con gritos ni una madrugada volver a casa haciendo sonar el alcohol por las esquinas.

Escena IX. El profesor explica la lección de matemáticas. Presten atención en cinco minutos voy a demostrar cómo cortar una cabeza con el teorema del señor Pitágoras, y verán qué fácil es. Pero antes por favor mis guantes y mi capucha negra. Presten atención, presten atención. Si catetos entonces bala. Si revólver entonces hipotenusa. Y bala en el cerebro si y sólo si cero en la boleta. Coro. Es inútil, dentro de cuatro paredes los relojes mandan.

Escena X. En la puerta de la escuela; mi hermano se niega a entrar para no recibir la boleta. Vámonos de pinta, no fumo pero vámonos; no sé decir cosas al oído de las chi-cas pero vámonos; y pago. Acepto la cantina el parque y la calle de viento frío. Coro. Es inútil, inútil, compañero por una mañana nadie quiere. lnútil, inútil, dentro de cua-tro paredes los relojes mandan.

Escena XI. Viento, tarde llegas. Pequeña caja de huesos y el pulso dentro; me van a correr de la escuela me van a correr de mi casa. Y entonces no te vayas hermanito. Ojos y ojos tan lejos, quédate. Arbol y viento, no te vayas. Quédate, la naranja lo dice. Quédate, la sábana; un minuto más y para ti seré tibia. Y la mañana, espérame; un minuto más y seré tibia para ti. Mírame, levanta la cabeza el árbol violento el viento violento cuando ¡alto, no pases! dijo Mister Tiempo. Un segundo para que tu dedo no sea gati-llo pero el agua fría en la cara no borra los ojos rojos y el pulso dentro. Por última vez oh, árbol tarde llegas, viento tarde llegas.

Escena XII. Pones punto final en la calle. Aquí vuelvo a verte sobre el pavimento, todos hablan corre un policía; el médico se inclina en el suelo y con la mano te busca el pulso alguien pide hagan silencio pero el pulso está dormido; va a levantarse y decir todo acabó cuando ve tu reloj el vidrio roto y las agujas paradas marcan las diez bala en el cerebro si y sólo si cero en la boleta.

Epílogo. No me convirtieron en cenizas, no se estilaba en aquellos años, aquí estoy, tendido de espaldas. De mi caja, no puedo salir. Cubierta la cara por una venda, no puedo ver. No sé si es de noche, la Luna no seguirá mis pasos. Tengo prohibido salir, me he portado mal, sí, estoy castigado. Castigado para siempre, muerto del todo. ¿Caen las gotas de la lluvia, caen las hojas de los árboles? No lo sé, la Luna no seguirá mis pasos, estoy castigado, muerto del todo y para siempre, yo, que sólo quería darles un susto, jugar con mi cuata la Noojos, jugar a las escondidillas, yo, que sólo quería una mañana irme de pinta con mi cuata la Noojos.



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