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19 de agosto del 2002 |
Eduardo Galeano
Cuando la mar ya era mar, la tierra no era más que roca desnuda.
Los líquenes, venidos de la mar, hicieron las praderas. Ellos invadieron, conquistaron y verdearon el reino de la piedra. Eso ocurrió en el ayer de los ayeres, y sigue ocurriendo todavía. Donde nada vive, los líquenes viven: en las estepas heladas, en los desiertos ardientes, en lo más alto de las más altas montañas. Los líquenes viven mientras dura el matrimonio entre las algas y sus hijos, los hongos. Si el matrimonio se deshace, se deshacen los líquenes. A veces, las algas y los hongos se divorcian, por riñas y disputas. Según ellas, ellos las tienen encerradas y no las dejan ver la luz. Según ellos, ellas los empalagan de tanto darles azúcar noche y día. |
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