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24 de abril del 2002 |
Venezuela La democracia en la licuadora neoliberal
Gerardo Iglesias
El 11 de abril se sembraron temores e incertidumbres
que parecían desterrados para siempre. El aquelarre neoliberal ha
condenado la democracia, y desde Venezuela se envió el mensaje
a toda la región.
Los días 10, 11 y 12 de abril, la Secretaría Regional Latinoamericana de la UITA realizó en Buenos Aires un Seminario-Taller denominado: Salud y Seguridad, Modelo Productivo y Soberanía Alimentaria. En el mismo participaron más de cincuenta dirigentes sindicales, líderes campesinos y técnicos de doce países de la región. La actividad, además del abordaje temático y el diseño de líneas de acción y trabajo, testimonió nuestra solidaridad con Argentina sacudida por una crisis política, económica y social sin precedentes y manifestó su más amplio respaldo a quienes intentan refundar la nación desde la gente, sus demandas y anhelos, enfrentándose en esa labor, a la intransigencia e insensibilidad de la banca internacional y al modelo caótico, excluyente e inmoral que ella defiende. Los participantes que llegaron al país, pudieron corroborar in situ, que "Argentina se quedó sin Estado, se quedó sin economía propia, se ha quedado sin políticos, pero sobre todo sin política..." (1) El país que hizo todos los deberes que los organismos internacionales le indicaron obteniendo las mejores calificaciones y que fuera presentado como un modelo a seguir, presenta hoy una imagen tan patética y enfermiza que ya nadie quiere aparecer a su lado. De granero del mundo ha pasado a ser el chiquero del neoliberalismo. Y tanto nos sorprendieron las marchas, las concentraciones, la gente en la calle, los cacerolazos; como el hermetismo y el silencio de algunos sectores y organizaciones. Mientras muchos de los delegados nos preguntábamos por el futuro de Argentina -la magnitud de su incendio y qué bomberos serán llamados para apagarlo- nos llegaron noticias desde Venezuela. A pesar de la manipulación de la información, su distorsión y los eufemismos utilizados, era claro que en América Latina volvía a producirse un golpe de Estado. Nos miramos, en silencio, barruntando nuevos (viejos) escenarios y ostracismos. Retrocedimos a una esquina de nuestra historia que nunca más creímos transitar. "Chávez ha renunciado y asumió un gobierno cívico militar...", se anunciaba desde la conspiración mediática y a los uruguayos se nos heló la sangre, porque ese fue el tandem que dio inicio a once años de dictadura militar en Uruguay. El 13 de abril se reunió en Buenos Aires el Comité Latinoamericano de la UITA, y con relación a los dramáticos días vividos en Venezuela, no dudó en condenar el golpe de Estado y los trágicos sucesos que operaron en el proceso de desestabilización y quiebre institucional. Lo hicimos con la misma firmeza que condenamos en 1992, la intentona golpista de Chávez contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez. No creemos que hay golpes de Estado de izquierda o derecha, y nunca apoyaremos -esté quien esté en la asonada- la disolución de las instituciones constitucionales, en la promesa de garantizar la libertad y la democracia. Hay golpes de Estado y punto, y frente a ellos, nuestra condena siempre. Han pasado los días y nos preguntamos: ¿qué hubiera sucedido en América Latina de prosperar el golpe en Venezuela? Como muy bien lo señala Adolfo Pérez Esquivel, el golpe contra el presidente Chávez "puso en serio riesgo no sólo a ese país hermano, sino a toda Latinoamérica frente a la fragilidad de las democracias que vivimos." Sucede que el proceso democratizador iniciado en los 80, se vio restringido por el dramático vaciamiento del estado benefactor, el recorte de políticas públicas, y la implantación de un modelo excluyente, avasallador, que se construye desde un mercado opresor que frente al descontento generalizado, necesita cada vez más de un estado opresor. Ello, más el autismo y la soberbia manifiesta por nuestros gobernantes ante las necesidades y reivindicaciones de la gente, como su actitud genuflexa frente a las imposiciones de los dictadores globales, está socavando el proceso de construcción democrática. En Honduras, por ejemplo, donde casi el 70% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, no resulta extraño que un reciente estudio revelara que 47% de los jóvenes hondureños no sabe definir que es una democracia y, lo que resulta más peligroso aún, 63.5% no puede definir que es una "dictadura" (2). ¡Así estamos! En este lamentable episodio, que puso en vilo a Venezuela y a toda la región, fue evidente la injerencia del gobierno de los Estados Unidos que no pierde las viejas mañas y antiguas prácticas. Hoy se sabe que un teniente coronel del ejército de los EE.UU., James Rodgers, se encontraba con los golpistas durante la preparación del golpe y que el coronel Ronald Mac Cammon estuvo con los golpistas durante y hasta el fin del fugaz reinado de Pedro Carmona ("El breve")(3). No obstante haberse autoproclamado defensor del mundo ante el terrorismo, el gobierno del Sr. Bush lo aplica, cuando de sus intereses y de petróleo se trata. Un golpe de Estado, es un acto terrorista, aunque lo pergeñe quien dice que nos defiende y lucha por la libertad y la democracia. Con esta última intervención, los Estados Unidos registran cero falta en todas las acciones conspirativas y golpistas contra la democracia en Latinoamérica. Como el modelo excluyente que llevó a la Argentina a la encrucijada en que se encuentra, se sigue aplicando en la mayoría de los países de nuestra región y como el descontento y la desesperación popular va en aumento... seguramente vendrán por más. Notas
(1) Luis E. Sabini, periodista uruguayo radicado en Buenos Aires, Argentina. |
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