Portada | Directorio | Buscador | Álbum | Redacción | Correo |
23 de abril del 2002 |
Venezuela La crisis no ha terminado
Hamlet Hermann (*)
Se equivoca quien crea que la reciente crisis venezolana ha terminado. Ni los golpistas venezolanos y extranjeros ni los representantes constitucionales del pueblo venezolano han dado por terminada esa partida. La crisis sigue, sólo que en una etapa diferente a la que se vivió entre el 9 y el 14 de abril pasados. Podría decirse que los sectores enfrentados se encuentran actualmente en la etapa de reagrupamiento y consolidación de sus respectivas fuerzas.
Entre los frustrados golpistas venezolanos hay un repliegue táctico al cual fueron obligados luego de la derrota infligida por la rápida respuesta popular. Nunca imaginaron que la mayoría de los habitantes de las principales ciudades venezolanas y varias guarniciones militares importantes reaccionarían con tanta rapidez, decisión y organización. Todo parece indicar que los subversivos hicieron sus cálculos sobre la base de que la ausencia del carismático Hugo Chávez del escenario político del país desmembraría las estructuras del gobierno y de los círculos bolivarianos. Pero el tiro les salió por la culata. No contaban con que un Isaías Rodríguez, Procurador General de la República, denunciaría en un momento crucial que Chávez no había renunciado a la Presidencia. Y ahí mismo empezó a derrumbarse el tinglado golpista. Una reacción en cadena se desató con tanto vigor que hizo que aquella acción subversiva durara menos que una cucaracha en un gallinero. Sin embargo, no nos hagamos la ilusión de que los golpistas y sus promotores abandonaron el empeño por erradicar del poder político de Venezuela a las concepciones bolivarianas modernas. La frustración por el fracaso insurreccional ha generado un sentimiento mayor de agresión que no cesará hasta que gran parte del odio y del rechazo hacia el gobierno de Chávez sea disipado. Pueden percibirse las señales de que entre los sectores más conservadores de la política internacional un movimiento en pinzas está teniendo lugar. Algunos personajes tratan de asumir el papel de "mediadores" imparciales. Sin embargo, los "mediadores" sólo empezaron a operar a partir de que el Presidente constitucional de Venezuela retornó triunfante al Palacio de Miraflores y las probabilidades de éxito de los golpistas se redujeron a valores menores de cero. Este tardío intento de arbitraje trataría de funcionar como la operación de rescate de los sobrevivientes atrapados dentro de un cerco en un campo de batalla. El Secretario de Estado de Estados Unidos empezó a llamar a la coexistencia pacífica luego de que se evidenciara a través de los medios de comunicación de ese país la complicidad de sus más altos funcionarios con la subversión golpista. La dócil Organización de Estados Americanos (OEA) se ofreció entonces a "mediar" para la vuelta a la "normalidad" sugiriendo que una misión de ésta fiscalizara los acontecimientos en Venezuela. Algunos políticos conservadores de América Latina se prestarían para la misma tarea presentándose ante Hugo Chávez con fórmulas conciliadoras que sólo buscan consolidar la impunidad de los impenitentes golpistas. ¿En qué coinciden todos esos "mediadores" de ocasión? La coincidencia radica en que cada uno se había reunido con los golpistas antes del 9 de abril. A través de ellos se enteraron directamente de las intenciones de derrocar al gobierno constitucional y no se les ocurrió siquiera informar a la comunidad internacional de que la institucionalidad venezolana estaba en peligro. Más que mediación, eso se llama complicidad con los golpistas potenciales que se enredarían en un grave conflicto días después. Asimismo, los "mediadores" de ocasión quieren demostrar ahora que "las fuerzas dominantes de la oposición en contra del presidente Hugo Chávez nunca tuvieron como meta dar un golpe de Estado". Eso se llama "tirarle la toalla" a los fracasados como forma de garantizar su impunidad a pesar del flagrante delito contra la Constitución y las leyes venezolanas. Negar que se intentara un golpe de Estado es torcer la realidad y pretender que, a principios de abril, allí no pasó nada a pesar de las decenas de víctimas caídas en las convulsas calles de ese país. (*) Ex ministro y candidato a la alcaldía de Santo Domingo. |
||