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22 de abril del 2002 |
Robo, luego soy
Luis Rafael Sánchez
Un refrán de otros tiempos, de cuando los puertorriqueños éramos tercermundistas con la mayor naturalidad, de cuando aún no considerábamos ultrachic desplazarnos a Vermont o a Colorado, con el fin de esquiar y de regresar a Borinquen con las patas enyesadas, me zumba por los oídos mientras contemplo el desfile de corrupciones que abanderan connotadas figuras de la ideología anexionista: "Como los paños de malva."
Ya nadie recurre a dicho refrán. Tampoco se recurre a la malva, una planta silvestre con mucha rama, mucha flor y ninguna resonancia socialera. ¿Quién, intoxicado por el humo del caché, encargaría un corsage o un bouquet de flores de malva? ¡Para dárselas de Persona Cachendosa nada mejor que las orquídeas y las rosas! Mas, la escasez de resonancia socialera, a fin de cuentas una resonancia bastante pendejona, la compensaba la silvestre mata con sus propiedades medicinales. Si se hervía y servía como guarapillo de soplar y de beber, si se impregnaba un paño con su zumo y se lo colocaba en el pecho enfermo, la malva remediaba la congestión y hasta la sanaba. Quede claro: los paños de malva remediaban y hasta sanaban si se aplicaban en régimen de quita y pon, uno tras otro, seguiditamente, sin pausar. Ahora comprenderán los lectores por qué me zumba en los oídos el refrán de otros tiempos; refrán que circulaba en aquellos entonces cuando los puertorriqueños éramos mayoritariamente pobres y habitar en Villa Caparra y anclar el yate en algún club náutico y vestir ropa de marca europea, importaría, si acaso, a menos del uno por ciento de la población. Como los paños de malva, en régimen de quita y pon, de seguido, sin la mínima pausa, en el escaso periodo de un trimestre, en Puerto Rico se viene efectuando un vistoso desfile de ruindades, abanderado por connotadas figuras de la ideología anexionista: un presidente de la Cámara de Representantes, un secretario de Educación, un director de la Autoridad de los Puertos y candidato notorio a la presidencia de la Universidad de Puerto Rico, un senador quien, además, preside el Comité de Nombramientos del cuerpo. Que sea, justamente, un grupo prominente de anexionistas criollos el que se consagre a vaciar las arcas de la gran nación estadounidense, grupo que convirtió en sinónimos las palabras anexionismo e irracionalidad, supone un acontecimiento. ¡Tanto besuquearse con los gringos para acabar robándoles la billetera! ¡Tanto hablar de la corruptela de las repúblicas bananeras para acabar por transformar dicha corruptela en el modelo fatídico de su pillaje sistemático! Millones de dólares destinados al Partido. Lucro personal. Soborno. Cohecho. Tráfico de influencias. Peculado. Cuentas bancarias engordadas con dineros ajenos. Cheques emitidos a nombre de terceros con el propósito de distraer la justicia. Lavado de dinero en los paraísos fiscales como Tórtola. Prevaricaciones. Empresas fantasmas. Fortunas almacenadas bajo los colchones. Nepotismo. Pago por intercesiones indebidas mediante trajes que proceden de la alta sastrería italiana. Viajecillos de fin de semana a las papiamentosas antillas del ron. Regalos de casas suntuosas a quienes practican el magisterio del mal. Enriquecimiento súbito. Enriquecimiento ilegal. Enriquecimiento desordenado. El crimen de cuello blanco lo soporta un esquema sólido que podríamos llamar, indistintamente, saqueograma y mafiograma, pues se aprovecha de los modos del saqueo tradicional y los modales de la mafia moderna. Será, entonces, el universo de la ficción, tanto la ficción literaria como la ficción televisiva, el ámbito donde conocer, a fondo, las razones posibles de los comportamientos delincuenciales. En la novela gangsteril y en la seria televisiva del mismo tema, ya sea El padrino de Mario Puzo, ya sea la serie televisiva Los Soprano, del crimen en sus diversas facetas se ocupa una familia obsesionada por la respetabilidad social que otorga el dinero. Ambas expresiones artísticas, paradigma de la ceguera moral la una, paradigma de la ambición descontrolada la otra, dramatizan el desplazamiento de la vida por el fast lane, ese carril por donde se corre a gran velocidad. El fast lane En la versión barata del american dream, tanto la que elabora el universo de la ficción, como la que elabora el universo de la realidad puertorriqueña actual, todo se puede negociar, todo se puede transar, todo se puede robar. De hecho, una consigna con lejanos ecos filosóficos hermana ambos universos. Los Corleone, los Soprano, los políticos ruines que hoy desfilan en régimen de quita y pon, de seguido, en el escaso periodo de un trimestre, parecería que marchan al ritmo dejado escapar por una consigna siniestra: robo, luego soy. Lástima que en el país nuestro tal seña de identidad -robo, luego soy- no consiga desatar la indignación y el desprecio unánimes. Lástima que, a cada nueva oportunidad, la lealtad debida al partido hipoteque la lealtad debida al país. |
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