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17 de abril del 2002 |
Venezuela ¡No basta haber vuelto, hay que avanzar!
Alberto Acosta
Extraordinario. La receta falló. El golpe de Estado en
contra del presidente Hugo Chávez, cuando todo parecía
concluido, fracasó. Y su desenlace fue tan rápido que
no hubo tiempo para posicionamientos más categóricos.
Washington, sin embargo, no ocultó su satisfacción por
la caída de Chávez, a quien endilgó la culpa de su
derrocamiento... el mercado petrolero respondió
bajando la cotización del crudo. Merril Lynch, desde
Wall Street, invitó a sus clientes a "lucrar con la
transición" al haber mejorado el panorama para sus
inversiones. La Cancillería colombiana y los
sectores belicistas de ese país expresaron su
reconocimiento a los golpistas. El Grupo de Río
condenó el golpe solicitando la convocatoria a nuevas
elecciones, con lo cual aceptó -aunque sea a
regañadientes- al dictador, y más de un analista se
rasgó las vestiduras por el cambio de gobierno en
Caracas, asumiéndolo como inevitable ante los errores
del derrocado mandatario. Unos y otros, quizás
atrapados por la confabulación mediática, que exacerbó
la ambición de los complotados, no contaron con la
resistencia de los marginados y de la tropa y los
oficiales de las Fuerzas Armadas de Venezuela, quienes
con su acción arrancharon la presa de las fauces del
Imperio en ciernes (en los términos planteados por Toni Negri y
Michael Hard) que alentó este golpe global, como
lo demuestran hasta sus repercusiones.
No fue un tradicional complot entre el gobierno estadounidense y las cúpulas empresariales y eclesiásticas, incluso sindicales, en un momento aislado de la historia. Chávez resulta incómodo al Imperio por múltiples razones: su política de consolidación de la OPEP para revalorizar el precio del petróleo fraguada a través de visitas al Irak, Irán y Libia; su amistad con Fidel Castro y la venta de crudo a Cuba; su condena a los ataques en Afganistán por "combatir al terrorismo con terrorismo"; su reticencia a sumarse activamente a la respuesta militar del Plan Colombia; su oposición al ALCA y su apoyo a la integración regional. Estos y otros "delitos", cuando Washington está empecinado en liderar la constitución de un imperio global a como de lugar -por ejemplo tolerando la masacre del pueblo palestino a manos del régimen sionista-, son argumentos suficientes para favorecer el golpe. Y si la bestia ya olió sangre, volverá en busca de su presa. Chávez no tendrá otra oportunidad similar. Casa adentro, recibió una posibilidad renovada para corregir errores y continuar fortaleciendo las organizaciones y los mecanismos institucionales con el fin de lograr mayores niveles de equidad e inclusión social, profundizando la democracia. Mientras que, desde afuera, si el proceso bolivariano avanza, éste contará con crecientes respaldos, que habrán de construirse sin entramparse solo en la crítica a los desaciertos de Chávez, superando también nocivas simplificaciones. Y si se considera que el golpe fue en gran medida una obra mediática, hay que promover una línea de defensa a nivel de la comunicación de masas como bien público para garantizar la democracia en el continente. |
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