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15 de abril del 2002 |
Bolivia: Fantasmas del neoliberalismo
Centa Reck L.
Después de un largo periodo de dictaduras sangrientas, Sudamérica entro en un llamado periodo democrático, que prometía garantizar a los ciudadanos un estado que se enmarque en el respeto de los derechos fundamentales. Sin embargo, en la extensión de nuestro continente actualmente podemos observar que en mayor o menor grado nos encontramos ante un derrumbe económico y un franco proceso de caos social.
El derrumbe de la economía constituye tan sólo la boca del abismo en el que paulatinamente vamos cayendo, y esto se vuelve tanto o más evidente en la medida en que nuestras esperanzas en el futuro se agotan sin remedio. Las recientes declaraciones del embajador de los Estados Unidos en nuestro país, han terminado por derrumbar las pocas expectativas que algunos podían abrigar respecto al proceso eleccionario, si es que veían este proceso como una posibilidad de cambio o rectificación de los procesos económicos y sociales que nos están llevando al exterminio. En su declaración el señor embajador dijo clara y enfáticamente que el próximo gobierno de los bolivianos, sea quien fuere, se trate del partido de que se trate será llamado ante su presencia en junio y sin esperar a agosto, para que garantice al Estado norteamericano si seguirá enmarcado en las reglas del libre mercado, y si está dispuesto a garantizar las actividades económicas de los inversionistas estadounidenses en nuestro país, y a implementar las leyes y reformas que el mencionado país nos sugiera. Después de estas declaraciones, y según lo dicho entre líneas por el señor embajador, las elecciones son tan sólo un formulismo a cumplir frente al pueblo, porque la verdadera elección la realizará el país del norte en la persona de su embajador, en la medida en que ya este les está advirtiendo a los políticos el rumbo que deben tomar y cuales serán las reglas del juego y las consecuencias del cumplimiento o incumplimiento de dichas reglas del juego. En realidad, esto nos deja entrever, que va a ocurrir exactamente lo mismo en caso de ganar el partido que fuere, y que lo que estamos presenciando actualmente es simple y llanamente una disputa de grupos partidarios para obtener los favores del poder político. Dadas las circunstancias actuales, el ciudadano común no tiene prácticamente nada que hacer, quizá tan sólo contemplar a los grupos partidarios medrando lo poco que queda en nuestro país; mirar cómo se siguen desplomando nuestras empresas y las posibilidades de un trabajo digno. Contemplar el desplome del estado, que ha fracasado por haberse quedado inoficioso y por haber aceptado fungir como un estado títere y completamente ajeno a nuestra realidad. Siendo que la elección a la que vamos a concurrir, no es más que un simulacro, esto quiere decir que estamos prácticamente expatriados dentro de nuestra propia tierra. Podemos deducir entonces que esta elección no es otra cosa que una nueva expresión del poder vacante, un símbolo más de nuestra propia negación y por ende de nuestro exilio y fracaso. Ya es fácil entrever que ninguno de los candidatos tendrá la suficiente entereza moral de desmarcarse de las reglas del juego. Todos persiguen antes que nada el poder, aunque este sea un poder en el vació. Ninguna de las ofertas apunta a un proyecto socioeconómico más justo. Es lamentable decirlo, pero estamos todavía muy lejos de encontrar una mediana solución a nuestros problemas |
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