Portada | Directorio | Buscador | Álbum | Redacción | Correo |
14 de abril del 2002 |
Venezuela El tiro por la culata
Hamlet Hermann (*)
El golpe de Estado contra el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, llevó mis
recuerdos a un evento semejante que tuvo lugar en nuestro país en 1963. Cuarenta
años atrás fue elegido con el 59% de los votos el profesor Juan Bosch Gaviño, un
demócrata que minimizó los peligros del momento histórico que se vivía entonces
en el mundo. No quería Bosch darle la importancia que merecía al hecho de que
"la guerra fría" estaba en su momento cumbre de maldad y perversidad. Estados
Unidos entendía que el comunismo era el peligro que "el mundo libre" debía
combatir y, en nombre de ese objetivo, el poder imperial no apreciaba matices: o
se estaba incondicionalmente a favor de su política o se estaba contra ella. Los
valores de la verdadera democracia no tenían importancia alguna y en Washington
se prefería a un cruel tirano obediente antes que a un pacifista demócrata con
ideas independientes.
Fue así como, basados en conceptos propios de la Inquisición medieval, que los empresarios, la jerarquía católica, los militares y los medios de comunicación de República Dominicana se aliaron para frustrar el experimento democrático de Bosch. El espectro de "otra Cuba" dominaba a los truculentos oligarcas que siempre aspiraron a sustituir a Trujillo aunque no tuvieran los corajes del tirano. Aquí, los empresarios decretaron el "lock out" o huelga empresarial, los medios manipularon las informaciones, los obispos organizaron manifestaciones de reafirmación cristiana y los militares, trujillistas todavía, esperaron agazapados en su cobardía hasta que la luz verde fue encendida desde el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. Ese mismo tipo de mentalidad truculenta asesinaría dos meses después del golpe contra Bosch al Presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, crimen que todavía está impune. Prácticamente, el mismo método golpista se siguió la pasada semana en Venezuela donde otra vez empresarios, obispos, militares, editores y funcionarios norteamericanos se confabularon para derrocar a un gobierno elegido hace tres años, al igual que Bosch, con el 59% de los votos emitidos. No hubo paciencia entre los intereses petroleros y retrógrados para esperar hasta las próximas elecciones cuando podían retar democráticamente a Hugo Chávez. Conspiraron abiertamente contra el orden constitucional. Prefirieron que sangre ajena corriera y se perdiera aún más la fe en la democracia representativa. Si alguna diferencia hubo entre los golpes dominicano de 1963 y venezolano de 2002 fue que ahora el protagonismo correspondió a los medios de comunicación. Fueron éstos los que envenenaron el ambiente de la opinión pública continental creando las condiciones para que se asumiera como algo necesario ese brutal atentado contra la democracia. El terrorismo de los medios masivos de comunicación de Venezuela sentó así otro funesto precedente. Pero lo que no estaba escrito en las manuales del golpismo era que el pueblo que respaldó con mayoría abrumadora a Hugo Chávez en las urnas, también estaba dispuesto a tirarse a las calles y respaldar la reposición de su gobierno. Poco duró la alegría en casa de los oligarcas que ya se habían hecho la idea de que volverían a los tiempos de las correrías corruptas y entreguistas. El 59% de los votos obtenidos por el presidente Chávez Frías en las elecciones probó ser de calidad. Un voto de conciencia que demostró llevar en sí la disposición de sacrificar cuanto fuera necesario para restituir la institucionalidad. Ante la rápida y contundente respuesta popular, los golpistas demostraron que no tienen valor personal ni convicción alguna para defender sus ideas como no sea con el abuso y la mentira. Ninguno, ni civil, ni militar, ni religioso, ni comunicador, tuvo el valor de enfrentarse al lógico y legal reclamo del pueblo para que le restituyeran al Presidente que habían elegido con el voto. Vaya a los de la mentalidad inquisidora medieval el mensaje de que a los pueblos no se les puede tentar con la violencia porque estarían siempre dispuestos al sacrificio que fuera necesario. A los traidores y oportunistas, vaya nuestro repudio absoluto por las víctimas que su acción generó. Vaya asimismo nuestra admiración al pueblo venezolano por esa magnífica lección de dignidad y de valor. Ellos se han comportado a la altura del pensamiento bolivariano que constantemente predica Hugo Chávez, dando al resto de nuestro continente una lección imperecedera sobre lo que debe ser el respeto a la institucionalidad. (*) Ex ministro y candidato a la alcaldía de Santo Domingo. |
||