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27 de abril del 2002 |
La caída del halcón negro: Aburrido juego de patriotas Iván de la Torre
¿Como simplificar? Así: si John Wayne viviera y Tom Clancy escribiera un guión el resultado sería La caída del halcón negro.
Si entendemos ciertas películas como un elemento más de esa aceitada maquina empeñada en mostrar a Estados Unidos como benévolo guardián del mundo, "La caída..." es la frutilla del postre, un film cuyo destino manifiesto es servir de acicate a reclutas entusiastas y ciudadanos en busca de justificaciones y venganzas. Tonta y pretenciosa, la película hace dudar, -aún mas-, de ese irregular director llamado Ridley Scott, ocupado luego de la monumental Gladiador en rendir este homenaje dudoso y sospechosamente patriota donde la propaganda aburre y los soldados, -de tan sudorosos y sangrientos-, se vuelven viejos vaqueros con nuevos rifles automáticos. Cuando entendemos que todo será una repetición (de soldados, encerronas y frases de cartón; de operaciones fallidas, disparos y muertos), sólo queda soportar estoicamente, mientras aumenta la sensación de que el enemigo -más que un elemento de la trama- es un extra, cuya función se agota en resaltar la pasión ranger. No vale la pena señalar que muchas de las guerras peleadas por los EEUU fueron creados por ellos mismos, que el hambre de varios países africanos -y sudamericanos- son el resultado de políticas u operaciones encubiertas de la propia CIA o que muchos soldados parecen sufrir una intoxicación masiva de Tom Clancy. Un anciano llevando un niño muerto, un rebelde hablando con un cautivo, un lugarteniente que fuma habanos. Su duración es tan breve que no alcanzan a borrar el discurso anterior; ni siquiera a explicarnos porque luchan "los otros". Es sólo un vistazo, sumando confusión. Alguien debió advertir a Scott que la violencia no se limita a una larga secuencia de batallas, corridas y grandes palabras. A veces, violencia es mentir, decir medias verdades o sembrar confusión: ustedes elijan. |
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