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La insignia
25 de septiembre del 2001


Seguridad nacional


La abuelita 3.0


"Lo hacemos por su seguridad", dicen en la residencia cada vez que instalan una cámara de vigilancia en los pasillos. Y yo siempre me pregunto lo mismo: "¿Por la seguridad de quién?".

¿A quién demonios le importa si yo me tropiezo con una maceta y me doy de bruces contra el suelo? Sinceramente, no creo que al director le preocupara lo más mínimo -"una menos", pensaría-. Lo que sí podría preocuparle es perder el control de la información que circula entre estas cuatro paredes. Perder la posibilidad, por ejemplo, de saber quién sopla a los familiares que el director está empeñado en hacer de los pasillos un campo de minas florales, para luego instalar cámaras de seguridad.

Ahora, escucho la misma cantinela fuera del asilo, en las televisiones, en las radios, en los periódicos de papel y digitales que nos dicen que el Gobierno de EEUU ha obtenido carta blanca para intervenir -aún más- las comunicaciones electrónicas. "Es por seguridad nacional", dicen, mientras pegan tres o cuatro patadas a unos derechos que han costado muchos años de sangre, sudor y lágrimas.

El día después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, varios agentes del FBI se plantaron en las oficinas de Hotmail, AOL y Earthlink, tres proveedores de Internet estadounidenses, e instalaron Carnívoro, un programa para rastrear el tráfico que circula por la red. Supongo que ninguno de los atónitos responsables de estas empresas se atrevió a poner en duda que la situación requiriera de este tipo de medidas especiales. No estaba el horno para bollos, en un momento en que corrían el riesgo de ser tachados de terroristas, demonios, o algo peor, así que tuvieron que aceptar, de un plumazo, que era necesario poner en jaque la intimidad de sus clientes.

Y hablo de intimidad porque estoy convencida de que navegar por la red es un ejercicio bastante sano de reserva. Muchos vemos la tele o escuchamos la radio acompañados, pero muy pocos navegamos en compañía de otros. Cuando estamos delante de la pantalla decidimos qué queremos leer, qué queremos observar y qué queremos publicar, y lo hacemos desde una cota de anonimato bastante alta. Una foto pornográfica, el Manifiesto comunista, un ensayo sobre la cría de abejas en cautividad... todo a golpe de clic y con un único testigo: nosotros. ¿Puede haber algo más subversivo que Internet para quien quiere mantener el control?

Sangre, sudor y lágrimas. Sí. Soy anciana, pero créanme cuando les digo que no exagero nada. Si después de la Guerra Civil alguien nos hubiera dicho que la libertad era menos importante que la seguridad, le habríamos escupido a la cara. Sin embargo, ahora hay quien asume la seguridad nacional no sólo para limitar los derechos de los demás sino para limitar los propios, como si uno pudiera permitirse tirar por la ventana lo que otros le han regalado con tanto esfuerzo y sufrimiento.

Sr. Director, Sr. Presidente: ¿Qué tal si quitamos las macetas de los pasillos, en lugar de poner cámaras de seguridad? "No mola", que diría mi nieto.



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