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La insignia
16 de octubre del 2001


Metatecnología, o cómo mirarse el ombligo electrónico


La abuelita 3.0


Un ejecutivo de Intel, el primer fabricante mundial de microprocesadores, aseguró la pasada semana que dentro de cinco años habrá ordenadores que funcionen a 20 GHz, una velocidad de 10 a 15 veces superior a la de los ordenadores que pueden encontrarse actualmente en las tiendas. Lo que no dice el ejecutivo de Intel es qué supondrá este incremento de velocidad, qué podrá hacerse con esa capacidad de proceso. De hecho, nadie lo dice, porque la tecnología se ha convertido en una disciplina en la que es más importante el qué que el porqué o, sobre todo, el para qué.

Los fabricantes anuncian periódicamente nuevas cotas de velocidad cibernética y los medios de comunicación, incapaces de comprender los arcanos técnicos, se limitan a actuar como notarios corporativos y a repetir los textos que les remiten las agencias de prensa. Nadie habla de qué se puede hacer con la tecnología, sino de lo que la tecnología es capaz de hacer consigo misma. Bienvenidos a la era de la metatecnología.

El otro día encontré en la Red una noticia sobre la invención del primer robot autónomo, capaz de funcionar sin la intervención humana. Se trata de un aparato que elimina las babosas de los sembrados y que, además, es capaz de subsistir con la energía que obtiene al digerir estos invertebrados. Durante la noche, se pasea por los campos de trigo buscando con su ojo electrónico a sus enemigos, a los que agarra con una mano mecánica e introduce en un depósito. Cuando amanece, el robot vuelve al granero para hacer la digestión, un proceso que, mediante productos químicos, transforma las babosas en la energía que usará por la noche para seguir haciendo su trabajo.

Seguro que el invento hará feliz a muchos granjeros (no a las babosas) y que el fabricante podrá hacer negocio con la venta de estos aparatos. También parece claro que si no hubiera un mercado de granjeros enfadados con las babosas, la empresa no vendería una escoba. Pero eso no explica otras cosas: ¿Por qué no usar un artilugio así para localizar y hacer estallar las minas antipersonas diseminadas por medio planeta? Un pequeña legión de estos aparatos podría acabar en poco tiempo con una de las mayores vergüenzas de nuestro tiempo. ¿Por qué no usar la tecnología para algo más que proclamar la supremacía del chip? «No hay mercado», que diría mi nieto.



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