16 de febrero del 2001 |
Sobre El antiedipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari Introducción a la vida no fascista Michel Foucault
La mejor manera, creo, de leer El Antiedipo consiste en abordarlo como un "arte", en el sentido en que se habla de "arte erótica", por ejemplo. Apoyándose sobre las nociones, en apariencia abstractas, de multiplicidades, flujos, dispositivos y conexiones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la "máquina" capitalista aporta respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan menos del porqué de las cosas que de su cómo. ¿Cómo se inserta el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de lo político e intensificarse en el proceso de inversión del orden establecido?
De ahí los tres adversarios a los que El antiedipo se enfrenta:
1. Los ascetas políticos, los militantes mohínos, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad. ¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno se cree un militante revolucionario? ¿Cómo eliminar el fascismo de nuestros discursos y de nuestros actos, de nuestros corazones y de nuestros placeres? ¿Cómo desalojar el fascismo que se ha incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne que se habían alojado en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, por su parte, acechan las huellas más sutiles del fascismo en el cuerpo. Este arte de vivir contrario a todas las formas de fascismo, ya presentes o inminentes, acarrea un cierto número de principios esenciales, que resumiría como sigue si debiera hacer de este gran libro un manual o una guía de la vida cotidiana: - Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. - Haced crecer la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, y no por subdivisión y jerarquización piramidal. - Abandonad la obediencia a las viejas categorías de lo Negativo (ley, límite, castración, necesidad, carencia), que, durante tanto tiempo, el pensamiento occidental ha venerado en cuanto forma de poder y modo de acceso a la realidad. Preferid lo que es positivo y múltiple, la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, Ios dispositivos móviles a los sistemas. Considerad que lo productivo no es sedentario sino nómada. - No creáis que es necesario estar triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable. El vínculo del deseo con la realidad (y no su retirada en las formas de la representación) posee una fuerza revolucionaria. -No utilicéis el pensamiento para conferir un valor de verdad a una práctica política; ni la acción política para desacreditar una línea de pensamiento, como si no fuera ya sino mera especulación. Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política. - No exijáis de la política que restablezca los "derechos" del individuo tal como la filosofía los ha definido. El individuo es el producto del poder. Lo que se necesita es "desindividualizar" por medio de la multiplicación y el desplazamiento, la disposición de combinaciones diferentes. El grupo no debe ser el vínculo orgánico que una individuos jerarquizados, sino un generador constante de "desindividualización". - No os enamoréis del poder. |
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