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19 de abril del 2001 |
Lydia me llamó por la mañana Charles Bukowski
Mujeres
Charles Bukowski (escena 15) Lydia me llamó por la mañana. -Mientras te emborrachas -dijo-, yo salgo a bailar. Fui anoche al Red umbrella y saqué a varios hombres a bailar conmigo. Una mujer tiene derecho a hacer eso. -Eres una zorra. -¿Sí? Bueno, si hay algo peor que una zorra es un zopenco coñazo. -Si hay algo peor que un coñazo, es una zorra coñazo. -Si no quieres mi coño -dijo ella-, se lo daré a algún otro. -Eso es cosa tuya. -Cuando acabé de bailar, fui a ver a Marvin. Quería saber la dirección de tu novia para ir a visitarla. Francine. Tú mismo fuiste una noche a visitarla. -Mira, nunca he jodido con ella. Simplemente estaba demasiado borracho para conducir hasta mi casa después de una fiesta. Ni siquiera nos besamos. Me dejó dormir en su sofá y a la mañana siguiente me fui a casa. -En cualquier caso, cuando llegué al chalet de Marvin decidí no preguntar la dirección de Francine. Los padres de Marvin tenían dinero. Tenía una casa junto a la playa. Escribía poesía, mejor que la mayoría. Me gustaba Marvin. -Bueno, espero que te lo pasaras bien -dije, y colgué. Apenas había dejado el teléfono cuando volvió a sonar otra vez. Era Marvin. -Eh, ¿a que no sabes quién vino ayer a las tantas de la noche? Lydia. Llamó por la ventana y la dejé pasar. Consiguió ponérmela dura. -Está bien, Marvin. Lo comprendo. No te culpo. -¿No estás cabreado? -No contigo. -Vale, entonces... Cogí la cabeza esculpida y la metí en el coche. Conduje hasta al casa de Lydia y dejé el busto en el quicio de su puerta. No llamé al timbre. Comencé a alejarme. Lydia salió. -¿Por qué eres tan gilipollas? -me dijo. Me volví. -No eres selectiva. Te da lo mismo un hombre que otro. No tengo por qué estar comiéndome tu mierda. -¡Yo tampoco tengo por qué comerme tu mierda! -gritó ella, y cerró de un portazo. Fui hasta el coche, me metí y lo puse en marcha. Puse la primera. No se movió. Probé con la segunda. Nada. Luego volví a la primera. Me aseguré de que el freno estaba quitado. No se movía. Probé marcha atrás. El coche retrocedió. Frené y puse otra vez la primera. El coche no se movía. Todavía seguía furioso con Lydia. Me dije: bueno, me iré a casa marcha atrás. Entonces pensé en los policías parándome y preguntándome qué cojones estaba haciendo. Verán, agentes, tuve una pelea con mi chica y esta era la única manera de volver a casa.
El cabreo con Lydia se me acabó pasando. Salí, me dirigí hacia su puerta y llamé. -Oye -dije-, ¿es que eres una bruja? -No. Soy una puta, ¿recuerdas? -Tienes que llevarme a casa. Mi coche sólo funciona hacia atrás. El maldito cacharro se ha vuelto loco. -¿Hablas en serio? -Ven, te lo enseñaré. Lydia me siguió hasta el coche. -Las marchas no funcionan bien. Pero de repente se ha puesto a funcionar sólo marcha atrás. Por un momento pensé irme a casa de culo. Entré. -Ahora observa. Lo puse en marcha, metí la primera y solté el embrague. Saltó hacia delante. Metí la segunda. Entró y fue más deprisa. Metí la tercera. Marchó con brío. Di una vuelta en redondo y aparqué al otro lado de la calle. Lydia se acercó. -Mira -dije-, tienes que creerme. Hace un momento, el coche sólo marchaba hacia atrás. Ahora va bien. Por favor, tienes que creerlo. -Te creo -dijo ella-, ha sido obra de Dios. Yo creo en esa clase de cosas. -Debe de tener algún significado. -Lo tiene. Salí del coche. Entramos en su casa. -Quítate la camisa y los zapatos -dijo ella- y échate en la cama. Primero te voy a reventar las espinillas. |
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