30 de abril del 2008
Cuando en 1970 un tal J. Morgan Cunningham publicó la interesante novela Comfort Station, aparecía en su portada una cita de un autor ya clásico en el género, Donald E. Westlake, que alababa dicha obra con las palabras: "Desearía haber escrito este libro". Hasta aquí, nada de particular; ese tipo de elogios publicitarios son algo de uso común en muchas publicaciones, especialmente novelas populares.
Lo divertido de este caso es que Westlake sí había escrito ese libro. Cunningham, como Alan Marshal, Edwin West, Edwina West, Edwin Wood, Richard Stark, Tucker Coe, Timothy J. Culver, Samuel Holt, Curt Clark, Ben Christopher o Grace Salacious, no era más que otro alter ego del propio Westlake, autor hasta la fecha de noventa novelas y más de un centenar de relatos, galardonado con el título de Gran Maestro por la Asociación de Escritores de Misterio de América, guionista de numerosas películas y series de televisión (algunas basadas en sus obras, otras adaptaciones de otros escritores), artículos, ensayos y biografías. Obras en su gran mayoría relacionadas con la serie negra, acompañadas de algunas incursiones en la ciencia-ficción (sin abandonar el género policiaco: la mayoría tratan de las aventuras de un investigador privado del futuro, en una mezcla interesantísima de novela de detectives y ciencia-ficción). Y sigue activo en la actualidad, siguiendo una carrera ininterrumpida desde que comenzó a principios de la década de 1950.
Además de uno de los más prolíficos, Donald Westlake (Brooklin, 1933) es uno de los escritores de género que mayor nivel de calidad ha sabido mantener a lo largo de toda su carrera. Carrera orientada principalmente en dos vertientes: la humorística y el hard boiled, extremos opuestos del género y en los que se desenvuelve con la misma brillantez. Realmente, se podría pretender que hablamos de escritores diferentes, expertos en diferentes enfoques de la novela policíaca; o bien que nos encontramos ante un caso de personalidades múltiples, todas con talento, pero en realidad es más sencillo: Westlake tiene la capacidad de narrar directamente los hechos, sin florituras innecesarias, y captando desde el primer momento la atención del lector, algo que consigue porque él es el primero que se mete en la piel de sus personajes, dejando que la acción le guíe y reaccionando como lo harían ellos, ajustándose consistentemente a su papel. De este modo, al tomar como base el carácter definido de su protagonista, es dicho personaje quien marca el tono de cada historia, y así será la novela en él basada.
Lo que nos lleva a las dos series (o personajes) más relevantes del universo westlakiano, dos personajes completamente opuestos y que han sido capaces de pasar a la historia del género: Parker y Dortmunder. Ambos son dos caras de la misma moneda. O quizá dos cruces: se trata de sendos criminales, personajes a los que tiene querencia el autor; pocas de sus obras están protagonizadas por "los buenos", y aun cuando se narren las aventuras de policías o investigadores privados no es raro encontrar que bordean (cuando no traspasan claramente) los límites de la ley.
En 1963, con el pseudónimo de Richard Stark, la novela The Hunter da comienzo a la saga de Parker (también publicada como Point Blank -A quemarropa en la edición española- y posteriormente como Payback, mutación de títulos relacionada directamente con las versiones cinematográficas de la obra, la primera protagonizada por Lee Marvin -un Parker impagable- y la más reciente por Mel Gibson), que se desarrollaría a lo largo de diecisiete novelas hasta 1974, y que reaparecería a petición de los fans en 1997 con el apropiado título Comeback, seguida de otros tres títulos más. Es la serie más larga de Westlake, y posiblemente la más famosa y con mayor número de seguidores.
Parker es el prototipo de antihéroe hard boiled. Un criminal duro y profesional, que no se deja llevar por las emociones -hasta la venganza narrada en The Hunter está desarrollada siguiendo un plan frío y minucioso-, y que en ningún caso puede considerarse un personaje ejemplar. En realidad no se puede decir mucho más de él, es un personaje cortado de una pieza, estoico y brutal, aunque el autor se las arregla para no hacer apología de estas cualidades, simplemente las presenta como son y así hay que asumirlas.
En 1970, Westlake comenzó a escribir The Hot Rock (Un diamante al rojo vivo) como una aventura más de Parker, pero el planteamiento de la historia (un ladrón profesional forzado a cometer el mismo robo una y otra vez debido a una avalancha de problemas y contratiempos) fue forzando su desarrollo a un tono cada vez más paródico que no encajaba con el protagonista. Finalmente, Westlake cedió a los requisitos de una historia que imponía su propio ritmo, y para no traicionar al personaje de Parker la convirtió en una aventura de su segunda creación más afortunada: el ladrón profesional John Dortmunder (al que encarnaría Robert Redford en su adaptación al cine, con notable fortuna), y aparentemente también gafe profesional, como se puede constatar en la serie a él dedicada (diez novelas y ocho relatos). Dortmunder es extremadamente hábil y un planificador minucioso... pero no tiene suerte, y ha dado lugar a algunas de las obras más divertidas del género.
Ambos personajes coinciden de una forma bastante peculiar en la novela Jimmy The Kid (1983, desafortunadamente inédita en castellano). En ella, la banda de Dortmunder planea un golpe utilizando como guía un robo ficticio que aparece en una novela ficticia, Child Heist, protagonizada por Parker. Sobra decir que las cosas no les salen exactamente como habían planeado, pero dejando aparte la excelente comedia en que se constituye Jimmy The Kid, Westlake sale con éxito del arriesgado experimento (no es lo habitual en el género) que es contar ambas historias simultáneamente, alternando los capítulos entre el robo de Dortmunder y la novela de Parker, manteniendo la atención en ambas (el cambio de registro es acusadísimo), y llevando hasta el límite un juego que ya puso en práctica en otras ocasiones (sucesos de una novela que se ven en otra desde distinto punto de vista, personajes principales de una con apariciones marginales como secundarios en otra... Podríamos decir que Orson Scott Card no ha inventado nada nuevo con sus multienfoques de Ender, pero Westlake lo hace con mucha más gracia).
En cualquier caso y quizá como compendio de esta "personalidad múltiple" de Westlake como autor(es) y personajes tan similares pero tan distintos, no se puede dejar de mencionar la interesante Two Much! (Un gemelo singular, 1975), de la que, a diferencia de A quemarropa y Un diamante al rojo vivo, la adaptación cinematográfica se limita a tomar la idea base de la novela y cargarse el argumento. Cualquiera que haya visto la película de Trueba podría pensar que el argumento no encaja con la querencia hacia los personajes fuera de la ley y la base de novela criminal subyacente en toda la obra de Westlake... y tendrá razón. Porque en esta ocasión el autor no se decanta por lo humorístico, el protagonista de la novela es realmente un criminal sin escrúpulos, comete delitos de mucha gravedad... y finalmente existe la posibilidad de que burle a la justicia y salga bien librado. Una serie negra en el más oscuro sentido del término, y al igual que las demás novelas mencionadas en este artículo, una lectura obligada para los aficionados.
Nopta de interés: Donald Westlake mantiene su propia página web (en inglés, claro está): www.donaldwestlake.com, con una breve biografía y una bibliografía completa, y donde suele tener publicado alguno de sus relatos (que va cambiando de vez en cuando) a disposición del visitante. Que lo disfrutéis.